Quizás podría plantearme que he hecho de la resistencia un culto, pagano, permanente, que me incomoda a diario haciéndome un ser antisocial.
Es probable que me haya transformado en un inadaptado, en un subversivo que aún circula en libertad. En algunos momentos, creo que la invasión que hizo la resistencia sobre mi cuerpo, es de tal magnitud que hasta repele la enfermedad.
Por eso me resisto a morir de un simple cáncer, de una simple neumonía o simplemente de aids, y tengo la esperanza de que mi muerte, el día que me llegue, sea lo más estética posible, sea presentable y consensuada.
Me resisto a aceptar, a la actitud pasiva y tranquilizante de dividir el mundo en dos, en ellos y nosotros.
Me resisto a ser políticamente correcto y a ser conveniente hasta tal punto que me impida poder ver y vociferar que el mundo está manejado un capital que mata. Un capital que ya no tiene excusas y un mercado que no reparte ni contiene.
Me resisto a los Dioses que se apoltronan en sus templos e iglesias, que dan consuelo a los Ejércitos y especialmente, a aquel que dio de alta al ex alcohólico que siembra de bombas el mundo.
Me resisto a la agradabilidad debida, a la sonrisa por conveniencia y al deber ser.
Me resisto a la inmemoria y al olvido, a que el humano funeral concluya en saber los restos en reposo y el espíritu sereno, resisto pensar que la paz eterna se alcanza con un ramillete de flores.
Me resisto al consuelo, a la palmada cálida y al entender que ciertos acontecimientos son inexorables.
Me resisto al perdón y a la fe, a poner la otra mejilla, a ver en mi verdugo y explotador, a un hermano confundido digno de ser redimido por medio de la confesión y el sacramento.
Me resisto a la Ley y a la Legislación que discrimina y resguarda sectores de impunidad y privilegio. Al discurso de la igualdad de todos los Hombres ante la Ley como una condición natural de la sociedad. Me resisto a su violencia coercitiva y a su condición de amenaza velada.
Me resisto a los daños. Sobre todo a los colaterales que manejan su recuento victimario en base a la unidad de mil, mientras que otros daños cuentan simplemente por unidad. Me resisto a la donación de sangre forzosa para riego de la tierra, extraída a fuerza de bombardeo.
Me resisto a que una foca o una ballena valgan más empeño en ser salvadas que los niños iraquíes, agfanos, kosovares, argentos o brasileros.
Me resisto al encuadre psicoanalítico y a la función correspondiente, a la previsibilidad y al destino marcado.
Me resisto a las funciones meramente biológicas: respirar, comer, cagar, coger, consumir, aceptar, mirar, y todas aquellas actitudes que me aseguren un confort para “el buen vivir”.
Me resisto a adaptarme a la realidad. Algún día pasado, no recuerdo bien cuanto hace pero, creo que es anterior a la existencia misma de esta Republiqueta, o no?, un hábil esgrimista del discurso dijo: “LA ÚNICA VERDAD ES LA REALIDAD”[1]. Y vaya que signó el imaginario político. Vaya que se reprodujo hasta el hartazgo en nuestra politiquería barata. Desconoció e hizo desconocer la parte que involucra a la realidad como construcción social consensuada y en disputa.
Me resisto a ofrecerle hijos a este mundo, a ofrecerle hijos que miren TV o que festejen su cumpleaños en McDonald o en Disneylandia.
Me resisto a aceptarlos pisando los países y mascando chicle.
Me resisto a lo que me cuentan como inevitable, al discurso que nos diseminan los medios que la Democracia es el mejor sistema posible, n tanto ésta sea vehículo de inequidades.
Me resisto a pensar la resistencia como un acto inhumano.
A todo esto no tengo opción, no puedo no ver que en cada semáforo de cualquiera de nuestro países los niños resto que le sobran a nuestras sociedades tercermundistas, no ver las gentes que con el atardecer aparecen como zombis de detrás de cualquier recodo de la ciudad a recorrerla juntado sus despojos. No tengo opción más que la resistencia para seguir conservando rasgos de humanidad, para conservar la virtud de conmoverme con el dolor ajeno.
Lamento complicaros la existencia pero para concluir, no tengo más que un reparto de compromisos. Ustedes andan, circulan, ven, entienden, algunos estarán dotados de sensibilidad, nos guste o no, con un mínimo raciocinio contamos.
Así que estamos encrucijados, aceptamos o resistimos?.
Decimos a todo que si o nos asalta una obligación. Nos asalta la resistencia como obligación. Es una encrucijada simple, es tan sólo por SI o por NO. Es tu decisión.
[1] La frase pertenece al Tte. Gral. Juan Domingo Perón.
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