viernes, 21 de enero de 2011

“IN - FLUIR” por Darío Yancán.







FLUJOS…



Correr, trascender, devenir, Eso que nos pasa. Nos pasa, cerca, nos arroya, nos sucumbe, nos lapida… Fluimos y somos influenciados, en fluencia, influjos de un mundo en pendiente que arrastra. Estamos influenciados, in-fluencia y en flujo, y en dependencia de los devenires de nuestra voluntad…

Algún pasado día del otoño de 19… había llovido muchísimo y era fuerte la creciente.
Nos habíamos sentado frente a un ancho río, creo que ante el Río Salado, y veíamos pasar los restos, fragmentos, residuos que eran arrastrados. Quizás no restos finales, despojos, sino principios de nuevas composiciones.
Veíamos ávidamente el roce entre el agua que va y la geografía fija que queda .
Según las personas de la zona, no había sido una lluvia común pues siempre las lluvias venían desde “afuera” y se iban con las copas. Ésta, en cambio no había sido así, ni llegó del mismo lado ni se volvió a ir…,
no había sido una tormenta más.
Rio abajo venían los gendarmes destacados en la desembocadura que estaban de patrulla. Inconsistentemente nos gritan a modo de advertencia o explicación:
“los problemas que engendran las crecientes, son dos:
- la acumulación del sedimento arrastrado aguas abajo que terminan confeccionando un dique y profundizan los desbordes que inundan los campos aledaños, y - el arrastre de los cardúmenes de peces chicos, alimento de las lisas tan preciadas, y a la vez la desaparición de cualquier posibilidad de remanso por excedente de caudal.”
Las crecientes lo modifican todo, cambian fisonomías, hábitos y paisajes. Varios, varios de mis acompañantes elementales y pescadores, pensaban la ubicación posible del pez cazador en este río turbulento. Como es sabido, el pez cazador se ubica en la posibilidad del remanso para lanzarse sobre el pez arrastrado por la corriente, cuando éste no repara en la defensa sino en evitar ser arrastrado. Y como la corriente los había dejado sin remansos, estaban desorientados (los peces y los depredadores).
Desde la otra ribera del rio, mirábamos con Ella los movimientos del agua, la estrecha relación de roce y fricción entre el agua fluyendo y la geografía fija, quieta, resistiendo la erosión. Lo más llamativo estaba en la manera en que el agua, si bien no podía arrancar por completo la geografía, iba transfigurando las superficies, lavándolas. A su paso arrastraba las capas de tierra, los pastizales, hacia caer árboles lentamente (primero los tumba, luego lavaba la tierra entre las raíces expuestas, le quitaba sustento y reificación, para finalmente, con las raíces pulcras, llevarse el árbol entero).
La resistencia de la geografía era algo más simple, estaba, esperaba, hacia ondular el agua entre sus partes inamovibles. Su propuesta era sencilla:
influir/fluir, y volver a influir y volver a fluir, casi en un proceso dialectico.
Una de las primeras conclusiones a la que arribamos, era que en estos tiempos que corren, la fluencia de los líquidos les mantiene en licua adaptabilidad donde los obstáculos pueden ser vistos como tales o como moldes de su forma actual.
Una forma justa, ya, en este momento. Y nunca más, otra…
Los cuerpos líquidos (y los espíritus líquidos también) discurren por los pasos que le permiten los cuerpos sólidos. Y en ciertos casos, los fragmentos, los restos de viejas realidades, aquellos que conté que venían arrastrados por la corriente y formaban diques, detenían el libre discurrir. Restos o valores, pedazos viejos o partes rescatables de otro momento. Materiales para nuevas construcciones, reductos donde perviven viejas posturas que trascienden el tiempo líquido.
Es paradójico ver como cuerpos de una misma sincronía conforman opuestos que terminan afectándose. Los líquidos socaban las bases de las posturas sólidas, ideológicamente definidas y posicionadas, los sólidos se aúnan en un punto del fluir para detener el avance de las transformaciones sin tener en cuenta que los líquidos por carecer de cualquier determinación, ondularan hasta avanzar sin ningún cargo.
No eran más que las aporías de la época…