jueves, 8 de octubre de 2009

"NOS AHOGAMOS EN LA IGNORANCIA" por Giovanni Sartori



Ya hace mucho tiempo que la teoría de la democracia emprendió una carrera hacia delante. Avanza hoy, avanza mañana; la divergencia entre la «democracia avanzada» invocada y preanunciada sobre el papel y el «día a día» de las democracias reales en las cuales vivimos se ha convertido ya en una divergencia astronómica. Llegados a este punto la democracia que se nos presenta y promete se llama «ciberdemocracia» o, menos crípticamente, democracia electrónica, es decir, un autogobierno de los ciudadanos realizado vía ordenador, lo cual abre las puertas a su ejercicio directo del poder, un ejercicio de poder que a su vez se traduce en su prácticamente infinita libertad.Pero la realidad —como ya he subrayado anteriormente— es que el ciudadano capacitado para ser tal está en vías de extinción, y el demo-poder se está convirtiendo en demo-impotencia. Porque un pueblo soberano que no sabe nada de política ¿es soberano? ¿Qué puede nacer de la nada? Como mucho, ex nihilo nihilfit. O de otra manera: de la nada nace el caos.
En este libro no había hecho hincapié en la abismal y creciente ignorancia de los pueblos de nuestra época. La he dado por conocida, limitándome a afirmar que la base de información y conocimiento del demos es de una pobreza cada vez más alarmante (vid. supra, pág. 127). Pero corno los demo-ditirámbicos hacen corno si nada y evaden el problema, estará bien que yo insista en ello. El profesor Hirsch publicó en 1987 un libro titulado ulturalLiterauy en el que se proponía, entre otras cosas, un test de treinta y ocho preguntas pensadas para averiguar los niveles de literacy, de cultura elemental. No lo transcribo aquí porque el test está hecho para un público americano. APero por qué nuestro Ministerio de Educación no prepara uno análogo para nuestras escuelas? Antes de prometer desk co mp uters, ¿por qué nuestros ministros de Educación no investigan el nivel del desastre? En Estados Unidos un cuarto de los estudiantes preuniversitarios (entre los dieciséis y los dieciocho años) creen que Roosevelt fue presidente durante la guerra de Vietnam, dos tercios no saben colocar cronológicamente su terrible guerra civil, y la mitad no sabe quién fue Stalin. En Italia no vamos mejor. Hace poco me cayó entre las manos una investigación promovida por el profesor Stefano Privato de la Universidad de Urbino. A quinientos veintisiete estudiantes de cuatro universidades italianas matriculados en cursos de Historia Contemporánea se les distribuyó un cuestionario realizado para averiguar qué saben los chicos de dieciocho años sobre la historia del siglo xx. El resultado es que la mayoría de los alumnos a los que se repartió el cuestionario no sabe qué es el New Deal o el Plan Marshall, se equivocan en tropel sobre la guerra fría y sobre la República Social, creen que Badoglio fue un jefe partisano, ignoran en qué fecha nació la República en la que viven; saben en cambio perfectamente quiénes son María Callas y Bob Dylan (reconocidos por más del 95 por ciento de los que contestaron; y todavía nos preguntamos quién hace la cultura juvenil). Todavía más interesante es la falta de pudor de los encuestados. En lugar de admitir que no saben, se lanzan sin vergüenza ni complejos a dar respuestas a tontas y a locas. Por ejemplo, hay quien cree que el Plan Marshall es «un plan para exportar opio a Francia». Sí, entran ganas de reír; pero más ganas entran de llorar.En 1997, durante más de seis meses, televisión, radio y periódicos hablaron cotidiana y abundantemente, en Italia, sobre los trabajos de la Comisión Bicameral, y por tanto sobre reformas institucionales verdaderamente cruciales para el futuro del país.
Y sin embargo, Mannheimer muestra (Corriere della Sera del 10 de noviembre de 1997) que la mitad de los italianos ni siquiera saben que ha existido. Sólo el 2,8 por ciento indica con exactitud que los trabajos de la Comisión Bicameral acabaron en junio; sólo un 2 por ciento (que ha descendido posteriormente al 1,4 por ciento) declara conocer bien los proyectos de reforma que se estaban discutiendo; mientras que una tercera parte del grupo encuestado salió del paso diciendo que de la Bicameral sabía poco (lo cual en encuestas de este tipo quiere decir que no sabe casi nada).
Tampoco vamos mejor con Europa. También según Mannheimer, en ningún país europeo el porcentaje de los que dicen saber mucho del tema es superior al 5 por ciento. ¿Pueblo soberano? Venga ya, intentemos ser serios. Estos datos son escalofriantes. Silos problemas europeos y de Europa fuesen decididos por la democracia electrónica, el 5 por ciento de las personas competentes sería fulminantemente aplastada por una avalancha (el 95 por ciento) de ignorancia. También es evidente el efecto negativo del tele-ver en la cultura escrita, en la cultura basada en la palabra.
En 1998 casi el 65 por ciento de los italianos declararon que nunca leen un libro, mientras que un 62 por ciento admite que nunca lee nada, ni siquiera periódicos deportivos o revistas de cualquier tipo. El último censo estadounidense de 1986 no era menos desalentador: resultaba que 70 millones de americanos adultos eran analfabetos. E investigaciones más recientes muestran que 106 millones de americanos no saben leer, en el sentido de que leen mal. Y los datos subdivididos por clases de edad son todavía más preocupantes. En Italia (en 1998) sólo el 18 por ciento de los jóvenes entre los quince y los veinticuatro años compraba un cotidiano. Por tanto, más del 80 por ciento de losjóvenes sabe de política —si quiere— solamente en términos de vídeo-política, lo que es corno decir que, en términos de entender, no sabe nada del tema.
Pasando al terreno de lo frívolo —pero es un frívolo que dice mucho— alguien se acuerda de que en los buenos tiempos de Lascia o Radoppia? (ESe planta o dobla?) de Mike Bongiorno los concursantes del programa estaban formidablemente preparados (en los temas elegidos por ellos)? Hoy día ese tipo de programa ya no sería posible por falta de materia prima. Actualmente los concursantes que se ponen a prueba en adivinanzas confían en la buena suerte y piden la «ayudita». Y, corno escribe Aldo Grasso (corriere della Sera del 24 de enero de 1999), «no saben quién es Leopardi [...1 quién es Fígaro [...] quién es Mahoma, quién es Gagarin. No saben nada de nada, son de una ignorancia abismal». Y sin embargo, comenta Grasso, «estos concursantes [...] seguramente han ido a las escuelas superiores, poseen teléfono móvil, demuestran su familiaridad con los llamados Vip del vídeo».
Precisamente, el universo de su «familiaridad» es solamente lo visto-en-vídeo: estos concursantes son perfectos ejemplares de vídeo-niños. ¿Basta con esto? Ya que estoy puesto voy a picotear, para acabar bien, en una desordenada pila de recortes americanos que he ido acumulando a lo largo de los años. ¿La Carta Magna? Ochenta y cinco de cada cien estudiantes se preguntan turbados qué es. ¿Los nazis? Uno de cada tres no sabe. ¿Cuándo nació Cristo? Cuatro estudiantes de cada diez ni siquiera caen en que la respuesta está dada por el calendario que usan (y por tanto demuestran que no saben que ellos cuentan y distribuyen los años «antes de Cristo» y «después de Cristo»). Y un conjunto de quinientos estudiantes contesta sobre los nombres propios que se citan a continuación equivocándose en los porcentajes que se indican al lado: Dickens (86 por ciento), Marx (49 por ciento), Einstein (54 por ciento), Gandhi (60 por ciento), Mussolini (50 por ciento), Van Gogh (54 por ciento), Eisenhower (55 por ciento). El político que más se salva es Churchill (con sólo un 24 por ciento de respuestas equivocadas). Pero el triunfador absoluto es Babe Ruth, obviamente un famosísimo jugador de basebali: el 97 por ciento sabía perfectamente quién era.
Tomadas de forma aislada, ninguna de estas lagunas es importante. Pero el conjunto revela un vacío cultural y de información que deja horrorizado. ¿Los «directistas» (vid. supra, págs. 129-132) que nos proponen al ciudadano autogobernante saben de qué están hablando?

martes, 6 de octubre de 2009

"LAS NUEVAS MASCULINIDADES Y LA EMPATÍA POR EL BIEN COMÚN" por Rafael Miranda



En un debate recientemente publicado en castellano [Democracia y Relativismo, Debate con el MAUSS. Traducción de Margarita Díaz. Introducción de Jean Louis Prat. Editorial Trotta. Madrid, 2007] Castoriadis aborda de modo somero la cuestión de las minorías y dice claramente que el movimiento de las mujeres (al cual se refiere en otros textos catalogándolo de revolución silenciosa) no entra dentro de dicha problemática. Lo afirma en un contexto en el que este filósofo y psicoanalista reflexiona en torno a una cuestión, trivializada por la tradición en Occidente, pero que no deja de tener en sus aspectos de fondo una importancia capital: la cuestión del bien común frente a los llamados intereses particulares.En fechas igualmente recientes algunos colegas hombres y algunas colegas mujeres, han escrito en relación a los cambios recientes que, en un grupo relativamente pequeño de países, dicho movimiento ha generado. La incorporación, magra todavía, a un estado de derecho pleno, ha salido al paso de la situación de grupo subalterno que caracterizó la situación de las mujeres hasta bien entrado el siglo XX. Situación que, como es sabido, se encuentra en el centro de las propias concepciones de la Ilustración, por ejemplo respecto al ejercicio pleno de sus derechos políticos. No obstante dicha incorporación, queda mucho camino por hacer, en especial y de modo urgente respecto al simple relevo de hombres por mujeres, o viceversa, en los trabajos más ingratos en las fábricas o los servicios y de modo muy particular respecto al flagelo constituido por la violencia de género en el que incluyo claramente la situación de las prestadoras de servicios sexuales que ejercen en el territorio de la Unión y fuera de él en condiciones equiparables a la esclavitud.Esa evolución ha sido acompañada igualmente por algunos aspectos menos visibles. Está por supuesto la gran interrogante que le plantea a dicho movimiento la fractura existente entre dirigentes y ejecutantes, mayormente desfavorable a las mujeres, la cuestión de los representantes y expertos, que no es decir poco, en particular cuando constatamos que ahí donde las mujeres han logrado llegar a apropiarse de procesos de toma de decisiones, en muchos y lamentables casos no han podido hacerlo más que por la vía tradicional del carrerismo. Otros aspectos ligados a esa trayectoria, e igualmente afectados por la invisibilidad, son también muy importantes, los mismos están contenidos en lo que esos logros han significado respecto a la posibilidad de salir del círculo vicioso que, para usar un eufemismo de la cultura de los 60s, consiste en trabajar, tomar el metro y dormir [bulot-metro-dodo, en francés]. En testimonios recientemente recogidos por la BBC [servicio electrónico de noticias http://news.bbc.co.uk, 8/3/2007], algunas de las mujeres que se encontraban en esa situación, se quejaban amargamente de que “el éxito” habría significado, de nuevo, una renuncia al tiempo libre, a la sociabilidad alternativa, a los hijos, a la vida en familia o a la vida a secas.Es éste el aspecto que me interesa destacar y vincularlo con otro de esos efectos no visibles de la, repito, relativa evolución de la condición de la mujer en algunos países. Es claro que dicha evolución se ha debido, como profesa la perspectiva de género, no sólo a las luchas que influenciaron la toma de decisiones al nivel político que mencionamos arriba -ver por ejemplo la política de algunos gobiernos como el sueco respecto a la paternidad compartida plenamente-, sino también se debieron al trabajo invisible de otros sectores en las esferas de lo privado y de lo publico/privado. Uno de ellos, en las condiciones de aletargamiento de la actitud de cambio y de privatización de la actividad humana que imperan en la actualidad -en detrimento de la política, en sentido noble-, es sin duda el del trabajo doméstico, del que me he ocupado en otro lado [“Reconocimiento y gestión de la autonomía para la reconstrucción comunitaria: los equipos de prevención”, ponencia presentada durante la 6ª Conferencia Internacional de la Sociedad Internacional para la Salud y los Derechos Humanos: Communities in Crisis, Strengthening Resources for Community Reconstruction. 21-24/6/2001. Cavtat, Croacia].Otro lo constituye, sin lugar a dudas, el caso por fortuna cada vez mas frecuente, de los partners -de ambos géneros- de las mujeres trabajadoras que asumen la doble jornada.Hace unos años tuve conocimiento de una organización civil belga [Interface 3] -creada por mujeres, que trabajan con mujeres, como dice la consigna- que se había avocado a poner en marcha un programa que permitiera a las beneficiarias incorporarse dignamente a la vida productiva. Que permitiera incorporarse en todo momento, pero en particular después de o durante el periodo que tradicionalmente se dedica a la crianza de los hijos y a la atención mayor de la economía domestica, en sentido lato. En algunos casos la noble labor de esa organización está siendo relevada por políticas a nivel general, el caso sueco que menciono es uno de los más meritorios, pero en otros países de Europa se trabaja en ese sentido desde hace tiempo.No obstante lo anterior y sin ánimo de buscar paliativos a una situación general en la que el sentido del trabajo y la excesiva centralidad de la economía en el Occidente capitalista debe modificarse substancialmente, queda pendiente la asignatura respecto a los dos sectores mencionados. En efecto el trabajo doméstico en condiciones no dignas y la dedicación a las labores del espacio privado de los partners de las mujeres que trabajan y se comprometen fuera de casa, mientras el mundo del trabajo siga su evolución presente, constituyen un elemento que hace pensar en un efecto de inequidad que se repite. Es decir, que una mayor participación, cuya calidad puede sin duda ser discutible, de algunos sectores de mujeres podría estarse realizando en detrimento de la posibilidad en el mismo sentido de otros sectores de ambos géneros.Aquellas condiciones excepcionales en las que el trabajo domestico y el trabajo visible remunerado es compartido equitativamente por quienes comparten un techo, sin que eso implique la designación de las tareas alienantes o repetitivas a terceros -siempre los mismos-, llámese trabajadores domésticos o miembros de la familia nuclear o extensa, son todavía poco frecuentes. Esto es válido igualmente para el privilegio que puede significar la crianza de los hijos, en condiciones que no se traducen en el abandono de los otros aspectos del propio proyecto de vida. La solidaridad habitual, cuya forma institucional para bien y para mal se presenta bajo la estructura de la seguridad social -en el mejor de los casos- no ha logrado atender todos los aspectos que eso conlleva.Las inevitables consecuencias de desvalorización que acarrea el trabajo invisible -que era tradicional de las mujeres-, hoy es también compartida por otros sectores. Un cierto desconcierto provoca en este contexto la disposición reciente de una ciudad de Noruega en la que, según el servicio informativo de una radio local ginebrina (World Radio Geneva), vistas las condiciones en las que suelen estar los inodoros masculinos de las escuelas, a partir de dicha disposición los jóvenes estudiantes tendrán que orinar sentados.No obstante, hay que reconocer el hecho de que si esa ausencia de reconocimiento se reparte, eso no quiere decir que ha dejado de existir, a pesar de las buenas intenciones de ideólogos bien pensantes. El peso del estigma que en sociedades esencialmente machistas recae sobre aquellos integrantes del género masculino que han asumido las labores domésticas con o sin la participación o en ausencia de sus partners, es sin duda un elemento no desdeñable, para estos casos. A lo que se suma ese otro aspecto, el mismo que también habitualmente recaía en las mujeres amas de casa y que en sociedades tradicionales sigue siendo la regla, que es la falta de empleo remunerado y la casi total ausencia de participación en la comunidad política, al menos durante un largo periodo de la existencia. En el caso de la legislación sueca esa prevé el apoyo durante el periodo de los años primeros de crianza de los hijos tanto para hombres como para mujeres.Regreso a lo expuesto en los primeros párrafos, es cierto que, aunque magros, los significativos cambios en la condición de las mujeres en un puñado de países, en las últimas décadas, han traído enormes efectos. Fuera de ese puñado de países el caso de la modificación radical de los roles de género como consecuencia de la migración es un ejemplo revelador de ese mismo efecto. Se verifica para empezar en el modo de representarse a ese sector de la población y seguidamente, para hombres y mujeres, en la manera de concebir su relación con él, en el marco de una subjetividad otra respecto a la multicitada y un tanto sobreexplotada racionalidad falocrática. También es cierto que, ahí en donde se ha sabido mantener al margen del victimismo corriente y del comunitarismo identitario -tan funcionales a las nuevas sumisiones-, el movimiento de las mujeres ha inspirado por décadas al colectivo anónimo de la sociedad instituyente, como diría Castoriadis.Hoy la manera de asignar y significar los roles de género en los espacios tanto privado como público/privado y en la esfera propiamente política, se ha visto profundamente modificada. Un trabajo capilar de enorme envergadura queda por hacerse respecto a la masiva y paralizante ocupación de la esfera de lo público/privado, el ágora y de su correlato, la paideia (1), por sectores como las iglesias, en las sociedades tradicionales, o por los promotores de otras metanormas como las “leyes del mercado” o las “leyes de la historia”, en otros casos. Un gran paso en este sentido ha sido franqueado en las sociedades en cuestión, por la conquista definitiva de la autonomía reproductiva como valor y como práctica efectiva.De esas modificaciones, en un espacio reducido y privilegiado, las sociedades en su conjunto han sacado un enorme provecho. Al lado de la lucha cotidiana contra los flagelos de la violencia de género, la fractura entre dirigentes y ejecutantes y los servicios sexuales en condiciones de esclavitud, que mencionamos, con todo lo que eso conlleva, dos grandes desafíos quedan por resolverse, en lo inmediato. El primero tiene que ver con la posibilidad de evitar que, como consecuencia de las condiciones adversas en las que dicho movimiento ha tenido que desarrollarse, algunos de sus logros se traduzcan en nuevas inequidades. La segunda tiene que ver con la posibilidad de evitar igualmente que dicho movimiento sea recuperado, con o sin el beneplácito de sectores que en él participan, dentro de la lógica que hoy atomiza a la sociedad instituyente, reduciéndola a la autocomplacencia perversa de los intereses particulares actuantes.Hemos mencionado ya el caso muy visible, en el contexto de la movilidad social, de las mujeres dirigentes, en el mundo laboral y político. Queda en la sombra, todavía, la cuestión del trabajo doméstico. Finalmente queda como tarea el esfuerzo mayúsculo, para que la suscripción de quienes -sin ser, de manera pasiva, parte de dicho movimiento-, han apoyado, no sólo verbalmente, a esa revolución silenciosa, sea socialmente reconocida y valorada. Una vez más en este derrotero se jugará la posibilidad de un mundo otro, no como la lucha de minorías que quisiera el fragmentarismo ambiente, sino en tanto que lucha que trascienda la metafísica del individuo-sustancia y que se oriente hacia la reivindicación, ajena a toda retórica, del bien común.NOTAS(1) En el contexto del germen que representa la Atenas democrática para Castoriadis, la paideia es la formación del ciudadano para la autonomía. Ver al respecto “Pouvoir, politique, autonomie” (Burgos, mars 1978-Paris, novembre 1987). Revue de métaphysique et de morale, 93:1 (janvier-mars 1988) En Le Monde morcelé: Les carrefours du labyrinthe III. Paris: Éditions du Seuil, 1990. (p. 170) y para sus implicaciones en el contexto presente: “Psyché et éducation (Entretien avec Cornelius Castoriadis)” , en Figures du pensable. Les carrefours du labyrinthe VI. Paris: Éditions du Seuil, 1999.

"REFLEXIONES EN TORNO AL RACISMO" por Cornelius Castoriadis



Nos hallarnos aquí, es evidente, porque queremos combatir el racismo, la xenofobia, el chauvinismo y todo lo que se relaciona con ellos. Y esto en nombre de una posición primordial: reconocemos a todos los seres humanos un valor igual como seres humanos y afirmamos el deber de la colectividad de conceder las mismas posibilida-des efectivas en lo que se refiere al desarrollo de sus faculta-des. Lejos de poder estar cómodamente, fundada en una supuesta evidencia o necesidad trascendental de los "dere-chos del hombre---, esta afirmación engendra paradojas de primera magnitud, y en particular una antinomia que mu-chas veces he subrayado y que se puede definir abstractamente como la antinomia entre el universalismo que concierne a los seres humanos y el universalismo que con-cierne a las "culturas" (las instituciones imaginarias de la sociedad) de los seres humanos. Volveré sobre esto al final.
Pero en nuestra época este combate, corno todos los demás, ha sido desviado y trastocado de la manera más increíblemente cínica. Basta con dar un ejemplo: el Estado ruso se proclama antirracista y antichauvinista cuando que el antisemitismo, alentado a trasmano por los poderes, está en su apogeo en Rusia y decenas de naciones y etnias se mantienen siempre a la fuerza dentro de la gran prisión de los pueblos. Se habla siempre -y con razón- del extermi-nio de los indios de Norteamérica, pero jamás he visto a nadie hacerse la pregunta: ¿cómo es que una lengua que hace cinco siglos no era hablada más que de Moscú a Nijni-Novgorod, ha podido alcanzar las riberas del Pacífico, y sí ocurrió esto bajo los aplausos entusiastas de los tártaros, los buriatas, los samoyedos y otros tunguzes?
Esta es una primera razón por la que debemos ser particularmente rigurosos y exigentes en el plano de la refle-xión. La segunda, también muy importante, es que en ésta, al igual que en todas las cuestiones que descansan sobre una categoría social-histórica general -la Nación, el Po-der, el Estado, la Religión, la Familia, etc.-, el resbalón es casi inevitable. Es de tina facilidad desconcertante hallar contraejemplos para cualquier tesis que se pudiera enun-ciar; a la flaqueza de los autores en estos dominios es la falta del reflejo que prevalece en todas las demás disciplinas: ¿acaso lo que digo no es contradicho con un contraejemplo posible? Cada seis meses se leen grandiosas teorías hilvana-das sobre estos temas y todavía se sorprende uno cuando se admira: ¿acaso el autor nunca oyó hablar de Suiza o de China?, ¿de Bizancio o de las monarquías cristianas ibéricas?, ¿de Atenas o de Nueva Inglaterra?, ¿de los esquimales o de los ¡Kung!? Después de cuatro o de veinticinco siglos de autocrítica del pensamiento siguen floreciendo beatas generalizaciones a partir de una idea que se le ocurre al autor.
Para concluir estas observaciones preliminares: lo que tengo que decir será a menudo interrogativo y también casi siempre desagradable.
*
Una anécdota, tal vez divertida, me conduce a uno de los centros de la cuestión. Como lo vieron en el anuncio del Coloquio, mi nombre es Cornelius, que en francés antiguo y para mis amigos es Corneille. Fuí bautizado en la religión cristiana ortodoxa. Para ser bautizado era preciso que hubiese un santo epónimo y, en efecto, había agrios Kornélios: transliteración griega del latín Cornelius -de la gens Kornelia- que dio su nombre a centenas de millares de habitantes del Imperio-, que fue santificado mediante una historia que es contada en los Hechos (10.1 1) y que resumo. Este Cornelio, centurión de una cohorte itálica, vivía en Cerasea, daba generosas limosnas al pueblo y temía a Dios, a quien oraba sin cesar. Después de la visita de un angel, invitó a su casa a Simón, cuyo sobrenombre era Pedro. De camino, éste también tiene una visión, cuyo sentido es que ya no hay alimentos puros e impuros. Tras llegar a Cera-sea, cena en casa de Cornelio -cenar en casa de un goi eS, según la Ley, abominación- y mientras habla, el Espíritu Santo derrama sus dones sobre todos aquellos que escucha n sus palabras, lo cual sorprende fuertemente a los compañe-ros judíos de Pedro que asisten a la escena, puesto que el Espíritu Santo también había descendido sobre los no cir-cuncisos, quienes se pusieron a hablar en lenguas y a glori-ficar a Dios. Más tarde, al volver a Jerusalén, Pedro debe responder a los amargos reproches de sus otros compañeros circuncisos. Da explicaciones y éstos se calman y dicen que Dios ha concedido también a las "naciones" el arrepenti-miento a fin de que vivan.
Esta historia tiene, evidentemente, múltiples significa-ciones. Es la primera vez que se afirma en el Nuevo Testa-mento la igualdad de las "naciones" ante Dios y la no necesidad del paso por el judaísmo para volverse cristiano. Lo que me importa todavía más es la contraformulación de estas propuestas. Los compañeros de Pedro "se sorprenden fuertemente" ("exéstésan" dice el original griego de los Hechos ex-istamai, ek-sister, salir de uno mismo) de que el Espíritu Santo quiera derramar sus dones sobre todas las ---naciones---. ¿Por qué? ' Porque, evidentemente, el Espíritu Santo no podía tener que habérselas, hasta entonces, más que con judíos, y en particular con esta secta de judíos seguidores de Jesús de Nazareth. Pero también porque nos remite, por implicación negativa, a especificaciones de la cultura hebraica -aquí comienzo a ser desagradable- que para los otros, y esto es lo menos que puedo decir, no son evidentes. ¿No aceptar comer en casa de los goim, cuando se sabe el lugar que la comida en común tiene en la socialización y en la historia de la humanidad? Uno relee, entonces, atentamente el Antiguo Testamento, y en particular los libros relacionados con la conquista de la Tierra Prometida, y ve que el pueblo elegido no es simplemente una noción teológica, sino eminentemente práctica. Las expresiones literales del Antiguo Testamento son, por otra parte, si así se puede decir, muy bellas (desafortunadamente, yo no puedo leerlo sino en la versión griega de los Setenta, un poco ulterior a la conquista de Alejandro. Sé que hay problemas, pero no pienso que afecten lo que voy a decir). Se ve ahí que todos los pueblos que habitaban el "perímetro" de la Tierra Prometida fueron pasados por "el filo de la espada" (dia stomatos romphaias) y esto sin discriminación de sexo o de edad, que no se hizo ningún intento de "convertirlos", que sus templos son destruídos, sus bosques sagrados arrasados, y todo esto por orden directa de Yahvé. Como si esto no bastase, abundan las prohibiciones que conciernen a la adopción de sus costumbres (bdelygma, abominación, miasma, mancha) y a las relaciones sexuales con ellos (poerneia, prostitución es una palabra que aparece una y otra vez obsesivamente en los primeros libros del Antiguo Testamento). La simple honradez obliga a decir que el Antiguo Testamento es el primer documento racista escrito que se tiene en la historia. El racismo hebreo es el primero del cual tenemos trazas escritas, lo cual no significa, ciertamente, que sea el primero absolutamente. Todo haría más bien suponer lo contrario. Simplemente y felizmente, me atrevo a decirlo, el Pueblo Elegido es un pueblo como los otros.
Me parece necesario recordar esto aunque no sea sino porque la idea de que el racismo o simplemente el odio del otro es una invención específica de Occidente, es una de las burradas que gozan actualmente de una gran circulación.
Sin poder detenerme en los diversos aspectos de la evolución histórica y en su enorme complejidad, acotaría simplemente que:
a) Entre los pueblos de religión monoteísta, los hebreos siguen manteniendo esta ambigua superioridad: una vez conquistada Palestina (hace 3,000 años y nada sé de hoy en día) y "normalizados" de una manera u otra los habitantes anteriores, dejan el mundo tranquilo. Ellos son el Pueblo Elegido, su creencia es demasiado buena para los otros y no hacen esfuerzo alguno de conversión sistemática (pero tampoco rechazan la conversión).
b) Las otras dos religiones monoteístas, inspiradas en el Antiguo Testamento y "herederas" históricamente del judaísmo, desafortunadamente no son tan aristocráticas: su Dios es bueno para todos, si los otros no lo quieren serán obligados por la fuerza a tragarse esa creencia o, si no, serán exterminados. Desde este punto de vista, es inútil abundar en la historia del cristianismo, o, más bien, es imposible; por el contrario, sería no solamente útil sino urgente rehacerla, ya que, desde fines del siglo XIX y después de las grandes "críticas", todo parece olvidado y se han propagado versiones color de rosa sobre la difusión del cristianismo. Se olvida que, cuando los cristianos se apoderan del Imperio Romano con Constantino, son una minoría y se vuleven la mayoría a través de las persecusiones, el chantaje, la destrucción masiva de los templos, estatuas, sitios de culto y manuscritos antiguos --y finalmente mediante disposiones legales (Teodosio El Grande)que prohiben a los no cristianos residir en el Imperio. Este ardor de los verdaderos cristianos por defender al verdadero Dios con el hierro, el fuego y la sangre está constantemente presente en la hitoria del cristianismo tanto en Oriente como en Occidente (herejes, sajones, Cruzadas, judíos indios de América, objetos de la caridad de la Santa Inquisición, etc.) Asimismo, sería necesario reconstruir frente a la adulación reinante, la verdadera historia de la propagación apenas creíble del Islam. No fue ciertamente el encanto de las palabras del Profeta lo que islamizó (y arabizó la mayor parte del tiempo) a las poblaciones que habitan entre el Ebro y Sarawak y entre Zanzibar y Tachkent. La superioridad desde el
punto de vista de los conquistados, del Islam sobre el cristianismo consistía en que bajo el dominio de aquél era posible sobrevivir aceptando ser explotado y priva-do más o menos de sus derechos sin convertirse, mien-tras que en tierra cristiana la alodoxia, incluso cristiana, (cf. las guerras de religión en los siglos XVI--XVII), en general no era tolerable);
c) Contrariamente a lo que ha podido decirse (por uno de esos choques de rechazo que responden al "renaci-miento" del monoteísmo), no ha sido el politeísmo como tal el que asegura la igualdad respecto al otro. Es cierto que en Grecia, o en Roma, hay tolerancia casi perfecta de la religión o de la "raza" de los otros; pero ello concierne a Grecia y a Roma, no al politeísmo como tal. Por no tomar sino un ejemplo: el hinduismo no sólo es intrínseca y esencialmente "racista" (las cas-tas) sino que ha fomentado tantas masacres sangrientas en el curso de su historia como cualquier monoteísmo y sigue haciéndolo.
Esta idea, tan sencilla y verdadera: los otros son sim-plemente otros, es una creación histórica que se abre paso a contracorriente de las tendencias "espontáneas" de la insti-tución de la sociedad. La idea que me parece central es que el racismo comparte algo mucho más universal que lo que se desea admitir frecuentemente. El racismo o es un retoño o un avatar, particularmente agudo y exacerbado, estaría in-cluso tentado de decir: una especificación monstruosa, un rasgo empíricamente casi universal de las sociedades humanas. Se trata de la aparente incapacidad de constituirse uno mismo sin excluir al otro y de la aparente incapacidad de excluir al otro, sin desvalorizarlo y, finalmente, sin odiarlo.
Como siempre cuando se trata de la institución de la sociedad, el tema tiene necesariamente dos vertientes: la de lo imaginario social que instituye, la de las significaciones imaginarías e instituciones que ella crea y, por otro lado, la del psiquismo de los seres humanos individuales y de lo que éste impone como restricciones a la institución de la sociedad, a la vez que se ve limitado por ella.
No me extenderé sobre el caso de la institución de la sociedad, ya que en varias ocasiones he hablado de ese tema. La sociedad -toda sociedad- se instituye creando su propio mundo. Esto no significa sólo "representaciones", "valores", etc., sino que en el origen de todo ello hay un modo del representar, una categorización del mundo, una estética y una lógica, así corno también un modo del valorizar, y sin duda también un modo simple particular del ser afectado.
En esta creación del mundo encuentra siempre su lugar de una u otra manera la existencia de otros humanos y de otras sociedades. Hay que distinguir entre la Constitución de otros mitos, total o parcialmente (los Salvadores blancos para los Aztecas, los Etíopes para los Griegos homéricos), que pueden ser "superiores" o "inferiores", además de monstruosos; y la Constitución de los otros reales, de las sociedades efectivamente encontradas. He aquí un esquema muy rudimentario para pensar el segundo caso. En un primer tiempo mítico (o lo que es lo mismo, "lógicamente primero") no existen los otros. Después, éstos son encontrados (el tiempo mítico o lógicamente primero es el de la autoafirmación de la Institución). Para lo que aquí nos importa, se presentan trivialmente tres posibilidades: las instituciones de esos otros (y consecuentemente esos otros mismos!) pueden ser consideradas como superiores (a las "nuestra"), como inferiores o como "equivalentes". Observamos de inmediato que el primer caso implicaría simultáneamente una contradicción lógica y un suicidio real. La consideración de las instituciones "extranjeras" como superiores por la institución de una sociedad (no por tal o cual individuo) no tiene razón de ser: esta Institución tendría que ceder su lugar a la otra. Si la ley francesa instruye a los tribunales: en todos los casos, aplicarán ustedes la ley alemana, se suprime corno ley la francesa, Puede ser que la adopción de tal o cual Institución, en el sentido secundario del término, sea considerada como buena y efectivamen-
te lo sea; sin embargo, la adopción global y sin reserva esencial de las instituciones nucleares de otra sociedad acarrearía la disolución de la sociedad prestataria como tal.
El encuentro, por consiguiente, no deja más que dos posibilidades: los otros son inferiores, los otros son iguales a nosotros. La experiencia demuestra, como se dice, que la primera vía se sigue casi siempre y la segunda casi nunca .Hay una "razón" aparente para ello. Decir que los otros son "iguales a nosotros" no podría significar iguales en la indeferenciación: porque ello implicaría, por ejemplo, que es igual que yo coma puerco o que no lo coma, que corte las manos de los ladrones o no, etc., todo se volvería entonces indiferente y se dejaría de hacer. Esto habría tenido que significar que los otros son simplemente otros; es decir, que no solamente las lenguas, o los folclores, o los usos al co-mer sino también las instituciones tomadas globalmente, como un todo y también al detalle, son incomparables. Esto, que en un sentido pero, sólo en un sentido es la ver-dad, no puede aparecer "naturalmente" en la historia, y no debería ser difícil entender el porqué. Esta "incomparabili-dad" equivaldría, para los sujetos de la cultura considera-da, a tolerar en los otros lo que para ellos es abominación; y a pesar de las facilidades que se otorgan hoy en día a los defensores de los derechos del hombre, dicha incomparabi-lidad plantea cuestiones teóricamente insolubles en los ca-sos de conflictos entre culturas, como lo muestran los ejemplos ya citados y como trataré de mostrarlo al final de estas notas.
Los otros han sido casi siempre establecidos como infe-riores. Esto no es una fatalidad o una necesidad lógica sino simplemente la probabilidad extrema, la "proclividad natural de las instituciones humanas. El modo más sencillo del valor de, las instituciones para sus propios sujetos es evidentemente la afirmación -que no requiere ser explícita- de que ellas son las únicas "verdaderas" y que, en consecuencia, los dioses, creencias, costumbres, etc., de los otros son falsos; en este sentido, la inferioridad de los otros no es sino la otra cara de la afirmación de la verdad propia de las instituciones de la sociedad-Ego (en el sentido en que se habla de Ego en la descripción de los sistemas de
parentesco), verdad propia que se toma como excluyente de cualquier otra, que convierte a todo lo demás en error positivo, y que, en los casos más hermosos, es diabólicamente perniciosa (el caso de los monoteísmo y de los marxismos leninismos, es obvio pero no el único).
¿Por qué hablar de probabilidad extrema y de proclividad natural? Porque no puede haber fundamentación ver-dadera de la institución (fundamentación "racional" o "real"). Siendo su único fundamento la creencia en ella y más específicamente por el hecho de que pretende hacer coherentes y darles sentido al mundo y a la vida, la institución se encuentra en peligro mortal desde el momento en que se presenta la prueba de que existen otras formas de hacer la vida y el mundo que sean coherentes y tengan sentido. En este punto, nuestra pregunta se vincula con la de la religión en el sentido más general, que he comentado en otras ocasiones. .
Probabilidad extrema pero no necesidad o fatalidad: lo contrario, aunque muy improbable -como la democracia, es muy improbable en la historia- es, sin embargo, posi-ble. Su índice es la relativa y modesta, pero real transforma-ción a este respecto de algunas sociedades modernas y el combate que se ha dirigido contra la misoxenia (y que ciertamente está lejos de terminar, inclusive dentro de cada uno de nosotros).
Todo lo anterior se refiere a la exclusión de la otredad externa en general; sin embargo, la cuestión del racismo es mucho más específica: ¿Por qué lo que habría podido que-dar como simple afirmación de la "inferioridad" de los otros se torna discriminación, desprecio, confinamiento, para exacerbarse finalmente y convertirse en rabia, odio y locura asesina?
A pesar de todas las tentativas que se han hecho de diferentes lados, no pienso que podamos encontrar una "explicación" general de este hecho y que para la pregunta exista una respuesta que no sea histórica en sentido estricto. La exclusión del otro no ha tomado siempre y en todas
partes la forma del racismo y lejos ha estado de ello. El antisemitismo y su historia en los países cristianos son co-nocidos: ninguna "ley general" puede explicarlas localiza-ciones espaciales y temporales de las explosiones de esta, locura. Otro ejemplo, tal vez aún más elocuente: el imperio Otomano, una vez realizada la conquista, siguió siempre una política primero de asimilación y luego de explotación y de capitis- diminutio de los conquistados no asimilados (sin esta asimilación masiva no existiría hoy en día la nación turca). Posteriormente y de repente en dos ocasiones: 1895-1896, y 1915-1916, los Armenios (sometidos siempre, es ver-dad, a una represión mucho más cruel que las otras nacionalidades de] Imperio) fueron víctimas de dos masa-cres monstruosas, mientras que las otras etnias M imperio (y sobre todo los griegos, aún muy numerosos en Asia Me-nor en 1915-1916 y cuyo Estado estaba prácticamente en guerra con Turquía) no fueron perseguidas.
A partir del momento en que se produce la fijación racista, como se sabe, los "otros" no sólo son excluídos y tenidos como inferiores sino que como individuos y como colectividad se vuelven punto de apoyo de una segunda cristalización imaginaria que les confiere un conjunto de atributos y, detrás de estos atributos, de una esencia malvada y perversa que justifica de antemano todo lo que uno se proponga hacerles sufrir; sobre esta cristalización imaginaria, notablemente antijudía en Europa, la literatura es inmensa y nada tengo que agregar, salvo que me parece más superficial presentarla -bautizada, de ribete, con el nombre de "ideología"- como fabricada en todas sus piezas por clases o grupos políticos para lograr o asegurar su dominio. En Europa, un sentimiento antijudío difuso y "reptante" ha circulado sin duda todo el tiempo por lo menos desde el siglo XI y ha sido reanimado en ocasiones y revitalizado. en algunos momentos en que el cuerpo social experimentaba con una intensidad más fuerte que de costumbre la necesidad de encontrar un mal objeto "interno-externo" (él ,"enemigo interior" es tan cómodo), un chivo expiatorio
pretendidamente marcado ya por si mismo como tal. Como todo, estas revitalizaciones no obedecen a leyes ni a reglas; es imposible, por ejemplo, asociar las profundas crisis económicas padecidas durante 150 años por Inglaterra a una explosión cualquiera de antisemitismo, mientras que desde hace 15 años empiezan a producirse tales expresiones, pero ahora dirigidas contra los Negros.
Y aquí un paréntesis. La opinión común y los autores más prestigiados -pienso, por ejemplo, en Hannah Arendt- parecen considerar intolerable en el racismo el hecho de que se odie a alguien por aquello de lo que no es responsable, sea su "nacimiento" o su "raza". Esto ciertamente es, abominable pero las observaciones anteriores muestran que este punto de vista es erróneo, o insuficiente, y no capta la esencia ni la especificidad del racismo: tan es así, creo yo que ante el conjunto de los fenómenos cuya punta más aguda es el racismo, una combinación de vértigo y de horror de horrores hace vacilar a los espíritus mejor dotados. Considerar a alguien como culpable por pertenecer a una colectividad no "escogida" por él no es lo propio del racismo. Todo nacionalismo vigoroso, y en todo caso todo chauvinismo, considera siempre a los otros, (algunos otros y de cualquier manera los "enemigos hereditarios"), como culpables de ser lo que son, de pertenecer a una colectividad no escogida por ellos. Ilya Ehrembourg lo había formulado con la brutal claridad de la época staliniana: ---Los únicos alemanes buenos son los alemanes muertos" (nacer alemán es ya merecer la muerte). Lo mismo vale para las persecuciones religiosas o las guerras de origen religioso. Entre todos los conquistadores que masacraron a los infieles por la gloria del Dios del día, no veo uno solo que haya preguntado a los masacrados si hablan escogido "voluntariamente" su fe.
La lógica nos obliga, al llegar a este punto, a decir algo desagradable, La única especificidad verdadera del racismo (en relación con las diferentes variedades del odio de los otros) la única decisoria, como dicen los lógicos, es ésta: el verdadero racismo no permite a los otros abjurar (o se les persigue o se sospecha de ellos cuando ya han abjurado: los Marranos). Lo desagradable es que debemos convenir en
que encontraríamos menos abominable el racismo, si se conformara con tener conversiones forzadas (como el cristianismo, el Islam, etc.). Sin embargo, el racismo no desea la conversión de los otros, lo que desea es su muerte. En el origen de la expansión del Islam hay cientos de miles de árabes; en el origen del imperio turco hay algunos miles de otomanos. El resto es el resultado de conversiones de las poblaciones conquistadas (forzadas o inducidas, poco importa). Sin embargo, para el racismo, el otro es inconvertible. Se observa enseguida la cuasinecesidad del apuntalamiento del imaginario racista sobre características físicas (y por tanto irreversibles) constantes o pretendidamente tales. Un nacionalista francés o alemán "entendido", instrumentalmente racional (es decir, despojado precisamente del ribete imaginario del racismo) tendría que sentirse encantado si los alemanes o los franceses pidieran por cientos de miles su naturalización en el país de enfrente. Además, en ocasiones, se naturaliza a título póstumo a los muertos gloriosos del enemigo. Poco después de mi llegada a Francia -en 1946, creo-, un gran artículo en el diario Le Monde celebraba: "Bach, genio latino". (Menos refinados, los rusos desmantelaban las fábricas de su zona y, en lugar de inventar la ascendencia rusa de Kant, lo hicieron nacer y morir en Kaliningrado). Sin embargo, Hitler ningún deseo tenía de apropiarse de Marx, Einstein o Freud como genios germánicos, y los judíos mejor dotados fueron enviados a Auschwitz al igual que los otros.
Rechazo del otro en tanto que otro: ingrediente no necesario pero sí probable en grado extremo de la institución de la sociedad. "Natural" --en el sentido en que la heteronomía de la sociedad es "natural"-. Superar ese rechazo exige una creación a contracorriente y, en consecuencia, ello es improbable.
Podemos encontrar su contrapartida -y para nada digo la "causa"-- en el plano del psiquismo del ser humano como individuo. Seré breve. Un aspecto del odio del otro en tanto que otro es de inmediato comprensible; puede decirse que es simplemente el anverso del amor de sí mismo, de la estima de sí mismo. Poco importa la falacia que contenga; el silogismo del sujeto frente al otro siempre es el siguiente: si yo afirmo el valor de A, debo también afirmar el no-valor de no-A. La falacia consiste evidentemente en que el valor de A se presenta como excluyente de cualquier otro: A (lo que soy yo) vale. Y lo que vale es A. Lo que es, mejor de los casos, inclusión o pertenencia (A pertenece a la clase de objetos que tienen un valor) se convierte falazmente en una equivalencia o representatividad: A es el tipo mismo de lo que vale. La falacia aparece ciertamente en una luz diferente, no lo olvidemos, en las situaciones extremas, en el dolor, frente a la muerte. Pero no es éste nuestro tema.
Este seudo-razonamiento (universalmente extendido) daría lugar tan sólo a las diferentes formas de desvalorización o de rechazo a las cuales hicimos ya referencia. Sin embargo, otro aspecto del odio de sí mismo es más interesante y, creo yo, citado con menor frecuencia: el odio del otro como la otra cara de un odio inconscientede sí mismo. Retomemos la cuestión por el otro extremo: ¿la existencia del otro como tal puede ponerme en peligro a mí mismo? (Hablamos evidentemente del mundo inconsciente en el cual el hecho elemental "yo mismo" no existe, de una infinidad de maneras, fuera del otro y de los otros, y brilla por su ausencia como en las teorías "individualistas" contemporáneas). Sí lo puede hacer, con una condición: que en lo más profundo de la fortaleza egocentrada una voz repita, dulce pero incansablemente: nuestras murallas son de plástico, nuestra acrópolis de papel maché. ¿Y qué es lo que podría hacer audibles y creíbles estas palabras que se oponen a todos los mecanismos que han permitido al ser humano ser algo (campesino, cristiano, francés o poeta árabe, musulmán, qué sé yo? No ciertamente una "duda intelectual" casi inexistente y que en todo caso carece de fuerza propia en las capas profundas de que se habla aquí, sino un factor ubicado en la proximidad inmediata de los orígenes, lo que subsiste de la mónada psíquica y de su rechazo, repulsa y abominación del individuo en el cual ha tenido que transformarse y sigue fantomáticamente frecuentando. Lo que hace que la cara visible, "diurna" , construida, parlante del sujeto sea siempre objeto de una inversión doble y con-tradictoria: positiva en tanto que el sujeto es un sustituto de uno por la mónada psíquica y negativa en tanto que el sujeto es la huella visible y real de su estallido. De esta suerte, el odio de uno mismo, lejos de caracterizar típicamente a los judíos, como se ha dicho, es un componente de todo ser humano y, como todo el resto, objeto de una elaboración psíquica ininterrumpida. Pienso que este odio de sí mismo, habitual y evidentemente intolerable bajo su forma abierta, es el que alimenta las formas más acentuadas del odio del otro y se descarga en sus manifestaciones más crueles y más arcaicas.
Desde este punto de vista, puede decirse que las expresiones extremas del odio del otro -y el racismo, sociológicamente, es la expresión más extrema del odio del otro por la razón ya expresada de la inconvertibilidad- constituyen monstruosos desplazamientos psíquicos mediante los cuales el sujeto puede guardar el efecto cambiando de objeto. Es por ello que el sujeto no desea reencontrarse en el objeto (no desea que el judío se convierta o que conozca la filosofía alemana mejor que él) mientras que la primera forma de rechazo, la desvalorización del otro, se satisface general-mente con el "reconocimiento" por el otro de su derrota o de su conversión.
La superación de la primera forma psíquica del odio del otro parece no exigir, después de todo, mucho más de lo que ya está implicado en la vida en sociedad: la existencia de los carpinteros no pone en entredicho el valor de los plomeros y la existencia de los japoneses no debiera cuestionar el valor de los chinos.
La superación de la segunda forma implicaría sin du-da elaboraciones psíquicas y sociales mucho más profundas. Requiere, como por otra parte también la democracia en el sentido de la autonomía, una aceptación de nuestra mortalidad real y total, de nuestra segunda muerte que viene después de nuestra muerte, a la totalidad imaginaria, a la omnipotencia, a la inclusión del universo en nosotros.
Pero detenernos en este punto sería asumir la esquizofrenia eufórica de los boy-scouts intelectuales de las últimas décadas, que predican al mismo tiempo los derechos del hombre y la diferencia radical de las culturas que prohiben todo juicio de valor sobre otras culturas. ¿Cómo se puede entonces juzgar (y eventualmente oponerse) a la cultura nazi o stalinista, o los regímenes de Pinochet, de Menghistu o de Khomeiny? ¿No son esas culturas "estructuras" históricas diferentes, incomparables, e igualmente interesantes?
El discurso de los derechos del hombre se ha sustentado, por la vía de los hechos, en las hipótesis tácitas del liberalismo y del marxismo tradicionales: la compresora cilíndrica del "progreso" conduciría a todos los pueblos a la misma cultura (de hecho, la nuestra, enorme comodidad política de las seudofilosofías de la historia). Las cuestiones que yo planteaba anteriormente se resolverían entonces de manera automática -a lo más después de uno o dos accidentes desafortunados (las guerras mundiales, por ejemplo).
Sin embargo, lo que pasó fue lo contrario. Los "otros" asimilaron, bien o mal, la mayoría de las veces algunos instrumentos de la cultura occidental, una parte de lo que se relaciona con el conjuntista identitario que ha creado, pero de ninguna manera los significados imaginarios de la libertad, de la igualdad, de la ley, del cuestionamiento indefinido. La victoria planetaria del Occidente es la victoria de las metralletas, de los jeeps y de la televisión, no la de las garantías individuales, de la soberanía popular, de la responsabilidad del ciudadano.
De esta suerte, lo que antes era el simple problema "teórico", que ciertamente ha derramado océanos de sangre en la historia, y al que yo me refería antes: ¿Cómo podría aceptar una cultura que existan otras culturas con las que no puede compararse y para las cuales es alimento lo que para ella es basura?, se vuelve uno de los problemas políticos prácticos mayores de nuestra época, llevado al paroxismo por la aparente antinomia que desgarra nuestra propia cultura. Pretendemos al mismo tiempo que somos una cultura entre otras y que esta cultura es única en tanto que reconoce la otredad de las otras (lo que nunca antes se
había hecho y lo que las otras culturas no hacen con ella), y en tanto que ha planteado significados imaginarios sociales y reglas que se derivan de ellos, que tienen valor universal; para tomar el ejemplo más fácil, el de los derechos del hombre. ¿Y qué es lo que ustedes hacen frente a las culturas que explícitamente rechazan los "derechos del hombre" (el Irán de Khomeiny) para no hablar de aquellas culturas, la aplastante mayoría, que los pisotean todos los días en los hechos al mismo tiempo que suscriben declaraciones hipócritas y cínicas?
Termino con un ejemplo sencillo. Se ha hablado mucho hace algunos años (en la actualidad menos, no sé por qué) de la excisión e infibulación de las doncellas adolescentes, acciones que se practican como regla general en multitud de países musulmanes africanos (las poblaciones de referencia me parecen mucho más grandes de lo que se ha dicho). Todo ello ocurre en Africa, allá lejos, in der Turke? como dicen los burgueses filisteos en el Fausto. Usted se indigna, protesta, pero nada puede hacer. Posteriormente un buen día aquí, en París usted descubre que el empleado de su casa (obrero, colaborador, compañero de trabajo) a quien usted mucho estima se prepara para la ceremonia de la excisión-infibulación de su hija adolescente. Si usted no dice nada, está lesionando con ello los derechos del hombre (el derecho a la integridad física de esa adolescente); si usted trata de cambiar las ideas del padre de la adolescente, usted lo está aculturando, transgrediendo el principio de la incomparabilidad de las culturas.
El combate contra el racismo es siempre esencial. No debe de servir de pretexto para capitular ante la defensa de los valores que han sido creados "entre nosotros", que nosotros pensamos que son válidos para todos, que nada tie-nen que ver con la raza o el color de la piel y a los cuales deseamos razonablemente convertir a toda la humanidad.



Verano 1987.-



"ECONOMIA CANALLA". Entrevista a Loretta Napoleoni por Darío Yancán


«Hay un mercado global de esclavos que va de China a África y EE.UU.»
La investigadora italiana destaca que la esclavitud se ha expandido a la vez que la democracia y que ahora cuesta una décima parte que en el Imperio romano.

Loretta Napoleoni es una de las mayores expertas internacionales en blanqueo de dinero y financiación del terrorismo. Es economista y ha trabajado en bancos y organizaciones internacionales, desde el Fondo Monetario Internacional y el Banco Europeo para la Reconstrucción y el Desarrollo al Chase Manhattan y el Banco Narodny de Moscú., que dice supone un 20% de la economía mundial.

-¿A qué se refiere cuando habla de economía canalla?

-Es un término que engloba no solo la economía criminal o ilegal, sino también las áreas grises que no están reguladas y que se formaron después del proceso de globalización. Esto sucede cuando la economía se mueve más rápido que la política y los Gobiernos pierden el control. Estamos en un mundo ingobernable donde impera la ley de la selva y hay una crisis global muy profunda.

-Ponga algún ejemplo.

-La crisis de las hipotecas subprime en EE.?UU. es un ejemplo muy claro de economía canalla, porque no hay leyes que impidan que se concedan a quienes no tienen suficientes ingresos. Es un área gris que está causando una crisis global, que ahora nadie sabe cómo resolver. Otro es que China puede vender productos falsificados en EE.?UU. cambiando las etiquetas. También Internet, donde se puede comprar de todo y es un vehículo de la prostitución y la pornografía infantil. O la compra por parte de los oligarcas rusos de los recursos naturales a precios baratísimos. Llevaron a Rusia a la pobreza total, pero no hicieron nada ilegal.

-Una de sus tesis es que a medida que la democracia se expandió tras la caída del muro de Berlín en 1989 crecía la esclavitud en el mundo.

-Sí, es impresionante, a la vez que la democracia se expandía lo hacía también la esclavitud. A finales de los años noventa había 27 millones de esclavos y ahora hay más. La globalización ha permitido la explotación de mano de obra esclava con una intensidad nunca vista.

-Señala incluso que el esclavo cuesta ahora mucho menos que en el Imperio romano.

-Hoy el precio medio es menos de una décima parte que en el Imperio romano, una
época en la que eran un lujo escaso. Ahora tenemos un mercado global de esclavos, que va de China a África e incluso EE.?UU. Los esclavos se han convertido en parte del capitalismo global.

-También refuta que ahora vivamos mejor que nunca.

-Creemos que vivimos mejor que nunca, pero es una fantasía, una ilusión, ya que estamos en una especie de mundo de Matrix. Pero los jóvenes no pueden irse de casa porque no tienen dinero para alquilar un piso. Vivimos peor que hace 20 años, crecemos menos y somos más.

-¿Hemos ido a peor tras la caída del muro de Berlín?

-Sí. En la guerra fría había muchísimo control. Ahora nadie controla nada. No creo que estemos mejor que en la época de la guerra fría. Tendremos que esperar muchísimo tiempo, por lo menos 20 años, antes de que las cosas mejoren.

-Pero el comunismo fue un desastre y ahora en los países del Este hay democracia.

-Y esclavitud, las dos cosas. Antes no había libertad, pero todos tenían trabajo, todos tenían para comer e iban a la escuela. Toda la gente tenía un mínimo, hoy no. Ahora, el 15% de los rusos son pobres. Pero también hay 28 millones de estadounidenses que no tienen dinero para comer. Y la previsión para este año es que la cifra suba a 35 millones.

-¿Qué es esa economía canalla?

-Cuando estuve investigando las finanzas del terrorismo, encontré situaciones muy interesantes de esta economía criminal que se desarrolla en una zona gris donde no hay leyes ni reglas. La economía cambia muy rápidamente, mucho más que la política, y eso es lo que está pasando, ahora vivimos en una transición causada por la globalización. Y asistimos a una economía sin justicia, una economía de explotación, que ha alcanzado dimensiones mundiales.

-¿Y qué la caracteriza?

-Es una economía incontrolada, que trabaja en contra del concepto de democracia y en contra de la clase media, porque está favoreciendo el abismo entre los más ricos y los más pobres. No hay reglas y no se sabe bien qué reglas imponer, porque todo es nuevo y todo está relacionado. Los negocios ilegales se tocan. Han prosperado en los márgenes de la legalidad grandes grupos que mueven cantidades gigantescas dedicados a actividades diversas. Como la mafia rusa, que compró toda la flota mercante rusa, que pesca de manera ilegal en el Báltico, y al mismo tiempo, controla el tráfico de mujeres en Europa del Este. Todo está relacionado.

-¿Y los gobiernos qué papel juegan en esto?

-Tendrían que cambiar su política, porque las políticas actuales están pensadas para favorecer el capital, sin tener en cuenta a la población, no se hace una verdadera redistribución de la riqueza y aumenta cada vez más la brecha entre ricos y pobres. Se creía que la riqueza iba a caer en cascada, si las grandes empresas ganaban mucho, iba a beneficiar a todos. Pero eso se ha demostrado que es falso. Los países emergentes cada vez son más pobres y en el primer mundo, la clase media también pierde poder adquisitivo y es cada vez más pobre. Hay una concentración de la riqueza en un grupo muy pequeño de personas ricas.

-¿Y los consumidores, los ciudadanos de a pie, son víctimas o cómplices?

-Somos todos cómplices, pero sin responsabilidad directa. El consumidor tiene que asumir en primer lugar que es un cómplice de estos negocios canallas, hay que comprender lo que está ocurriendo. No sabemos qué compramos, ni de dónde vienen esos productos... Habría que regresar a la forma de vida de nuestros padres y abuelos, consumiendo productos nacionales, como las frutas de estación, ¿por qué tenemos que tomar fruta exótica o tomates todo el año? Si compramos una prenda por cinco euros, eso no es una ganga, en realidad, lo que hacemos es ser cómplices de las empresas canallas, y también hacemos daño a la economía de nuestro país.


-¿En qué consiste exactamente la economía canalla?

Canalla es un término deliberadamente ambiguo. Es la economía ilegal o criminal, pero también la que se mueve en las zonas grises fuera del control de las autoridades, como la prostitución, el esclavismo laboral, la pesca ilegal o las falsificaciones. La idea original del libro era tratar de averiguar por qué no está funcionando el capitalismo global.
Y la conclusión a la que he llegado es que, aunque la globalización en sí podrá llegar a ser positiva al final del proceso, en la transición hacia ese nuevo modelo florece la economía canalla, porque los poderes públicos son incapaces de regular un cambio tan rápido y profundo. En realidad, esto ya ha ocurrido antes, por ejemplo durante la Revolución Industrial. Al final, todas estas transformaciones impulsan el progreso, pero mientras tanto pasan cosas tremendas y la economía sufre.

-¿La globalización, entonces, es un fenómeno positivo?

Yo creo que era y es inevitable. El capitalismo no tenía otra alternativa. Es como los videojuegos: cuando llegas a un nivel, necesitas otro nivel para seguir jugando. El capitalismo necesitaba la globalización.

-¿La crisis financiera mundial es otro signo de la economía canalla?

Sí, es un ejemplo claro e interesante de la economía canalla, porque es una crisis relacionada con la concesión de hipotecas a gente que no podía pagarlas y que luego se empaquetan como productos financieros. Esto se pudo hacer en EEUU porque no había legislación al respecto, era un área gris. Y ahora tampoco se sabe cómo se va a resolver, porque los bancos se niegan a que se regulen sus actividades, pretenden que se apliquen códigos de autorregulación.

- El otro gran problema de la economía mundial es la subida del precio de los alimentos. ¿Hay suficientes recursos para dar de comer a todo el mundo?

Sí, claro que sí, no es un problema de recursos, sino de precios altos. El neoliberalismo ha creado un modelo que prima la producción para la exportación, y no para el mercado local, de tal forma que se da la paradoja de que países como India o Egipto no producen lo suficiente para el consumo interno y tienen que comprar arroz o trigo a precios internacionales, que son cada vez más altos. Sin embargo, los salarios de los trabajadores que trabajan en el campo no crecen.

-En España también tenemos una fuerte crisis en el sector inmobiliario. ¿Qué podemos aprender del ajuste de los precios en Estados Unidos y en Reino Unido?

Todo tiene la misma raíz: unos tipos de interés demasiado bajos. La culpa es del anterior presidente de la Reserva Federal, Alan Greenspan. Eso lo saben todos los economistas de Wall Street. Estados Unidos ha utilizado los tipos de interés bajos para facilitar la transición hacia la globalización. Cada vez que había una crisis, como la México o la de los países del Sudeste asiático, se bajaban los tipos. Y en el sector inmobiliario, el dinero barato provocó el crédito fácil en hipotecas y la gente empezó a demandar pisos no para vivir sino para invertir, y se creó una ilusión de mercado. Ahora, las cosas han cambiado y no hay demanda.

-¿Eso vale también para España?

Por supuesto. También aquí los tipos de interés han estado demasiado bajos. ¿Cómo se puede comprar en España o en Italia una vivienda que vale muchísimo dinero con un salario medio de 1.200 euros al mes?

lunes, 5 de octubre de 2009

"ADIOS MERCEDES SOSA" por Darío Yancán


----------------------------------------1935-2009------------------------------------

Si se calla el cantor calla la vida
porque la vida, la vida misma es todo un canto
si se calla el cantor, muere de espanto
la esperanza, la luz y la alegría.
Si se calla el cantor se quedan solos
los humildes gorriones de los diarios,
los obreros del puerto se persignan
quién habrá de luchar por su salario.

'Que ha de ser de la vida si el que canta
no levanta su voz en las tribunas
por el que sufre,´por el que no hay
ninguna razón que lo condene a andar sin manta'
Si se calla el cantor muere la rosa
de que sirve la rosa sin el canto
debe el canto ser luz sobre los campos
iluminando siempre a los de abajo.
Que no calle el cantor porque el silencio
cobarde apaña la maldad que oprime,
no saben los cantores de agachadas
no callarán jamás de frente al crimén.

'Que se levanten todas las banderas
cuando el cantor se plante con su grito
que mil guitarras desangren en la noche
una inmortal canción al infinito'.
Si se calla el cantor . . . calla la vida.

http://www.youtube.com/watch?v=2g_RdwI_J-I&feature=related