sábado, 20 de julio de 2013
"Futurismo y Fascismo" por Ernesto Milá.
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ARTE,
FASCISMO,
FILOSOFÍA POLÍTICA,
MANIFIESTO,
POLÍTICA,
TEORÍA
Existe una total unanimidad en
reconocer al futurismo un carácter “revolucionario” aunque no esté claro
exactamente que se quiere afirmar con ello. Para unos, el futurismo sería
“revolucionario” en la medida en que rompería con los esquemas de expresión
artísticas vigentes hasta ese momento y, en este sentido sería una de las
vanguardias aparecidas en las primeras décadas del siglo XX. El futurismo fue,
en efecto, una corriente artística pero, como posteriormente ocurrió con el
surrealismo, sus miembros participaron políticamente y a diferencia de esta
corriente mayoritariamente ganada por el marxismo, los futuristas
–especialmente sus máximos exponentes– se identificaron con el fascismo.
El camino hacia el futurismo
Para otros, “lo revolucionario”
en el futurismo serían todas aquellas connotaciones destructivas y provocativas
que se incluyeron en sus manifiestos. Así pues, el futurismo sería
“revolucionario” porque exaltaría la violencia, la máquina, el desenfreno
tecnológico y la guerra. Hay en el futurismo un evidente “signo de los tiempos”
que remite a tres influencias perfectamente identificadas: de un lado la
filosofía de Nietzsche en interpretación libre, de otro una reacción
neorromántica que en lugar de tender hacia el medievalismo como fue usual en
esta corriente decimonónica se orientó hacia una especie de culto al progreso,
el maquinismo y la velocidad; y, finalmente, un estilo de vida exaltado, libre
y aventurero que conducía directamente a excesos.
El movimiento arranca oficialmente
con la publicación del Manifiesto Futurista de 1909 y se transforma en partido
político en las últimas semanas de la I Guerra Mundial. El propio fundador del
movimiento, Filippo Tommaso Marinetti será uno de los “sansepolcristas” que
participaron en la reunión de la plaza del San Sepolcro el 23 de marzo de 1919
en donde se fundaron los Fasci di Combattimento (1). Cuando eso ocurría, el
movimiento futurista hacía seis meses que había cristalizado en la formación
del efímero Partido Político Futurista (2). Sin embargo, cuando los Fasci
resultan derrotados en las elecciones de 1919, Marinetti pareció desinteresarse
de la vida partidaria y retornó a sus experiencias artísticas denotando cierto
desencanto por la política. A pesar de la brevedad en el tiempo de la
existencia del Partido Futurista, lo incuestionable es que lo esencial de sus
representantes confluyó con el fascismo (3) constituyendo otra de sus
componentes originarias.
El caldo de cultivo futurista
En el clima cultural italiano de
principios de siglo apareció lo que se ha llamado una “reacción
antipositivista” de la mano de Benedetto Croce (4) que fue asumida por los
redactores del periódico de Giovanni Papini y Prezzolini, La Voce (5), de
orientación nacionalista. A través de esta revista fueron conocidos en Italia
algunos pensadores franceses de carácter revolucionario que lograron interesar
a intelectuales italianos. Uno de ellos fue Alfredo Oriani.
Oriani, novelista de poco éxito
fallecido en 1907, escribió algunos ensayos políticos en los que tocó temas
propios de los nacionalistas hasta el punto de ser considerado como uno de sus
precursores. Mussolini lo premió prorrogando su obra completa durante el
Ventennio. Oriani consideraba que el Risorgimento había sido una “revolución
inacabada” y lo consideraba como una excrecencia de la burguesía italiana de la
que la mayoría de la población había estado completamente ausente. Apelaba a
que “el pueblo” continuara la tarea iniciada por Mazzini y Garibaldi. Mussolini
quien recogió el guante. Oriani concebía esta continuación del Risorgimento
como una tarea heroica, violenta, liberadora y radical que prefigura algunos de
los elementos que veinte años después serán habituales en la literatura
futurista.
Otros poetas como Gabriele
D’Annunzio y Giovanni Pascoli transitaron por la misma senda. Pascoli, aun
sosteniendo un “socialismo nacional”, se adhirió al nacionalismo italiano
mientras que D’Annunzio asumió pronto en su poesía las ideas las ideas de
quienes añoraban una “Italia Imperial”. Fue él quien rescató el viejo lema de
las ciudades hanseáticas que luego inspiraría un famoso artículo de Mussolini
(6): “Navigare necesse est, Vivere non est necesse”.
D’Annunzio se había ubicado a
finales del XIX en el nacionalismo y en el imperialismo que alternaba con
poesías inflamadas (especialmente durante la guerra de Libia en 1910-12),
lances de amor más o menos escandalosos y gestas militares heroicas (7). La
experiencia bélica radicalizó sus convicciones nacionalistas y la cesión de
Fiume a Yugoslavia pactada en la Conferencia de París de 1919, fue mucho más de
lo que estaba dispuesto a soportar pasando a la acción y ocupando la ciudad.
D’Annunzio no fue futurista, pero su comportamiento si influyó decididamente en
el movimiento fundado por Marinetti (8) y especialmente sus “gestos” fueron
recogidos por los futuristas que los revalidaron e incorporaron a su poesía y a
sus manifiestos.
Algunos autores han destacado que
D’Annunzio prodigaba gestos escénicos, dramáticos y espectaculares de los que
luego Mussolini usó y abusó: “El culto a D’Annunzio fue el anunciador innegable
del culto de que Mussolini intentaría rodearse” (9).
Sobre estas bases, a las que debe
unirse por supuesto la eclosión de las vanguardias de principios del siglo XX
(10) nacería el futurismo que, en honor a la verdad sería la “primera
vanguardia italiana del novecento”.
Filippo Tommaso Marinetti
La biografía literaria de
Marinetti no fue en absoluto brillante, sino más bien discreta, hasta la
aparición de los llamados manifiestos futuristas a partir de 1908. Tales
documentos, siempre exaltados, paradójicos, sorprendentes y extremadamente
radicales y violentos le valdrán el ser llamado “la cafeína de Europa” (11). El
primer manifiesto futurista fue publicado en el diario francés Le Figaro el 20
de febrero de 1909 firmado por Giovanni Papini, Aldo Palazzeschi, Corrado
Govoni, “Luciano Folgore” (Omero Vecchi) y el propio Marinetti. El manifiesto
incluía algunas intuiciones geniales:
“(…) Un inmenso orgullo henchía
nuestros pechos, pues nos sentíamos los únicos, en esa hora, que estaban
despiertos y erguidos como faros soberbios y como centinelas avanzados, frente
al ejército de las estrellas enemigas que nos observaban desde sus celestes
campamentos. Solos con los fogoneros que se agitan ante los hornos infernales
de los grandes barcos, solos con los negros fantasmas que hurgan en las panzas
candentes de las locomotoras lanzadas en loca carrera, solos con los borrachos
trastabilleantes con un inseguro batir de alas a lo largo de los muros.
De repente, nos sobresaltamos al
oír el ruido formidable de los enormes tranvías de dos pisos, que pasaban
brincando, resplandecientes de luces multicolores, como los pueblos en fiesta
que el Po desbordado sacude y desarraiga de repente para arrastrarlos hasta el
mar sobre las cascadas y a través de los remolinos de un diluvio. (…)
«¡Vamos! -dije yo-. ¡Vamos,
amigos! Finalmente, la mitología y el ideal místico han sido superados. Estamos
a punto de asistir al nacimiento del Centauro y pronto veremos volar a los
primeros Ángeles!.. ¡Habrá que sacudir las puertas de la vida para probar sus
goznes y sus cerrojos!... ¡Partamos! ¡He aquí, sobre la tierra, la primerísima
aurora! ¡No hay nada que iguale el esplendor de la roja espada del sol que
brilla por primera vez en nuestras tinieblas milenarias!».
Nos acercamos a las tres fieras
resoplantes para palpar amorosamente sus tórridos pechos. Yo me recosté en mi
automóvil como un cadáver en el ataúd, pero en seguida resucité bajo el
volante, hoja de guillotina que amenazaba mi estómago.
La furibunda escoba de la locura
nos arrancó de nosotros mismos y nos lanzó a través de las calles, escarpadas y
profundas como lechos de torrentes. Aquí y allá, una lámpara enferma tras los
cristales de una ventana nos enseñaba a despreciar la falaz matemática de
nuestros ojos perecederos.
(…) Y nosotros, como jóvenes
leones, seguíamos a la Muerte de pelaje negro y manchado de pálidas cruces que
corría por el vasto cielo violáceo, vivo y palpitante.
Y, sin embargo, no teníamos una
Amante ideal que irguiera hasta las nubes su sublime figura, ni una Reina cruel
a la que ofrendar nuestros despojos, retorcidos a guisa de anillos bizantinos.
Nada para querer morir, sino el deseo de liberarnos finalmente de nuestro valor
demasiado pesado. (…)
Entonces, con el rostro cubierto
del buen fango de los talleres empaste de escorias metálicas, de sudores
inútiles, de hollines celestes-, nosotros, contusos y con los brazos vendados,
dictamos nuestras primeras voluntades a todos los hombres hijos de la tierra:
1. Nosotros queremos cantar el
amor al peligro, el hábito de la energía y de la temeridad.
2. El valor, la audacia, la
rebelión serán elementos esenciales de nuestra poesía.
3. Hasta hoy, la literatura
exaltó la inmovilidad pensativa, el éxtasis y el sueño. Nosotros queremos
exaltar el movimiento agresivo, el insomnio febril, el paso ligero, el salto
mortal, la bofetada y el puñetazo.
4. Nosotros afirmamos que la
magnificencia del mundo se ha enriquecido con una belleza nueva: la belleza de
la velocidad. Un automóvil de carreras con su capó adornado de gruesos tubos
semejantes a serpientes de aliento explosivo..., un automóvil rugiente que
parece correr sobre la metralla, es más bello que la Victoria de Samotracia.
5. Nosotros queremos cantar al
hombre que sujeta el volante, cuya asta ideal atraviesa la Tierra, ella también
lanzada a la carrera, en el circuito de su órbita.
6. Es necesario que el poeta se
prodigue con ardor, con lujo y con magnificencia para aumentar el entusiástico
ferv9r de los elementos primordiales.
7. Ya no hay belleza si no es en
la lucha. Ninguna obra que no tenga un carácter agresivo puede ser una obra de
arte. La poesía debe concebirse como un violento asalto contra las fuerzas
desconocidas, para obligarlas a arrodillarse ante el hombre.
8. Nos hallamos sobre el último
promontorio de los siglos!... ¿Por qué deberíamos mirar a nuestras espaldas, si
queremos echar abajo las misteriosas puertas de lo Imposible? E1 Tiempo y el
Espacio murieron ayer. Nosotros ya vivimos en lo absoluto, pues hemos creado ya
la eterna velocidad omnipresente.
9. Nosotros queremos glorificar
la guerra -única higiene del mundo-, el militarismo, el patriotismo, el gesto
destructor de los libertarios, las hermosas ideas por las que se muere y el
desprecio por la mujer.
10. Nosotros queremos destruir
los museos, las bibliotecas, las academias de todo tipo, y combatir contra el
moralismo, el feminismo y toda cobardía oportunista o utilitaria.
11. Nosotros cantaremos a las
grandes muchedumbres agitadas por el trabajo, por el placer o la revuelta;
cantaremos a -las marchas multicolores y polifónicas de las revoluciones en las
capitales modernas; cantaremos el vibrante fervor nocturno de los arsenales y
de los astilleros incendiados por violentas lunas eléctricas; las estaciones
glotonas, devoradoras de serpientes humeantes; las fábricas colgadas de las
nubes por los retorcidos hilos de sus humos; los puentes semejantes a gimnastas
gigantes que saltan los ríos, relampagueantes al sol con un brillo de
cuchillos; los vapores aventureros que olfatean el horizonte, las locomotoras
de ancho pecho que piafan en los raíles como enormes caballos de acero
embridados con tubos, y el vuelo deslizante de los aeroplanos, cuya hélice
ondea al viento como una bandera y parece aplaudir como una muchedumbre
entusiasta.
Pero nosotros no queremos saber
nada del pasado. ¡Nosotros, los jóvenes fuertes y futuristas! ¡Vengan, pues,
los alegres incendiarios de dedos carbonizados! ¡Aquí están! ¡Aquí están!
¡Vamos! ¡Prended fuego a los estantes de las bibliotecas! ¡Desviad el curso de
los canales para inundar los museos!... ¡Oh, qué alegría ver flotar a la
deriva, desgarradas y desteñidas en esas aguas, las viejas telas gloriosas!...
¡Empuñad los picos, las hachas, los martillos, y destruid destruid sin piedad
las ciudades veneradas!
(…) Los más viejos de nosotros
tienen treinta años; sin embargo, nosotros ya hemos despilfarrado tesoros, mil
tesoros de fuerza, de amor, de audacia, de astucia y de ruda voluntad; los
hemos desperdiciado con impaciencia, con furia, sin contar, sin vacilar jamás,
sin jamás descansar, hasta el último aliento... ¡Mi rad nos! ¡Todavía no
estamos exhaustos! ¡Nuestros corazones no sienten ninguna fatiga porque se
alimentan de fuego, de odio y de velocidad!... ¿Os asombráis?... ¡Es lógico,
porque vosotros ni siquiera os acordáis de haber vivido! ¡Erguidos en la cima
del mundo, nosotros lanzamos, una vez más, nuestro reto a las estrellas!
(…) ¡Erguidos en la cima del
mundo, nosotros lanzamos, una vez más, nuestro reto a las estrellas!” (12)
Esto es el futurismo: pasión
desatada, desafío, esteticismo dramático, ansia de destrucción, zambullido en
la piscina de la modernidad, arrebato de furia y deseo implícito de quemarse en
cualquier aventura. La “personalidad fascista” debe mucho a estas líneas
exaltadas. Drieu la Rochelle y también André Malraux estuvieron cerca de este
estilo de vida y ambos afirmaron que el fascismo era una forma de “pesimismo
activo” (13).
Cuando en 1912 Marinetti y sus
amigos ya habían lanzado el Manifiesto de la Pintura Futurista, el Manifiesto
de la Mujer Futurista, el Manifiesto de la Escultura Futurista y otros
documentos similares, empezó a calibrar la posibilidad de dedicarse a la
política. Sus primeros contactos fueron en dirección de los sindicalistas
revolucionarios (14) en un momento en el
que este sector (como veremos en el próximo capítulo) y los nacionalistas de la
ANI vivían en plena efervescencia. Marinetti en este período hace guiños a unos
y a otros y alude frecuentemente a “nuestros enemigos comunes” (15). En ese
momento ya está convencido de que “el sindicalismo revolucionario y el
nacionalismo son las dos únicas fuerzas realmente subversivas de la Europa
Latina” (16)
Es poco después, cuando tiene
lugar la guerra de Libia a la que es enviado como corresponsal, Marinetti vive
su mejor momento: publica su novela más famosa –Mafarka (17) de “inspiración
africana”– y vive de cerca por primera vez la experiencia de la guerra que en
él, como en Ernst Jünger unos años después, tendrá una virtud transfiguradora.
A partir de ese momento, para Marinetti, la guerra pasa a ser “la única higiene
del mundo” (18).
Futuristas y política
Poco antes del inicio de la
Primer Guerra Mundial, los futuristas publicaron su primer Manifiesto Político
que insistirá en los temas propios que habían dado vida al movimiento
artístico: antisocial y anticlerical, imperialista (proponía una “política
exterior agresiva, astuta, cínica”, exigía la “Restauración de la Roma
Imperial”. Intervencionista como Mussolini, D’Annunzio o los nacionalistas, el
propio Marinetti en septiembre de 1914 organizó en Milán las primeras
manifestaciones contra Austria (19).
Sus dos escritos políticos más
relevantes serán Democracia Futurista publicado en 1919 y Más allá del
comunismo aparecido el año siguiente. Su lectura permite advertir con facilidad
lo que le uniría y le separaría del fascismo: el “posibilismo” (20). Lo que
para Mussolini era “estrategia” móvil, cambiante, según soplaran los vientos y
le aproximara en las más diversas circunstancias al gobierno de la nación, no
dejaba de repugnar a Marinetti, poco pragmático y de escasa visión política,
refugiado en el “purismo” y, por tanto, en buena medida en la esterilidad
política. El Marinetti republicano y anticatólico difícilmente podría
entenderse durante mucho tiempo con el Mussolini convertido en aliado de la
monarquía y firmante del Concordato con la Santa Sede. Ambos, apasionados de la
italianeidad, terminaron siendo antisocialistas y anticomunistas y rechazaban
cualquier forma de cosmopolitismo. Ambos soñaban con una revolución, pero la de
Mussolini era de “masas” y la de Marinetti de “élites intelectuales”. Esto
explica que tanto antes como después de la Marcha sobre Roma, menudearan las
rupturas y las reconciliaciones. Solamente cuando Mussolini rompió
–forzosamente, hay que decirlo– con la monarquía en 1943 y fundó la República
de Saló, Marinetti apreció el reverdecimiento del Mussolini revolucionario y se
adhirió sin fisuras.
Durante la Primera Guerra
Mundial, los futuristas se presentaron voluntarios a las unidades de élite, los
llamados “Exploradores de la Muerte” que fue la médula de los famosos Arditi
(21). Algunos mueren en combate como el arquitecto futurista Sant’Elia y el
pinto Boccioni, otros muchos fueron condecorados por acciones de guerra
demostrando que los principios futuristas no eran una simple pose o un mero
gesto, sino que afectaba al núcleo de su personalidad. Marinetti, por supuesto,
se alistó también y otro tanto hizo Mario Carli el futuro director de L’Impero
y, especialmente, de Roma Futurista.
El 20 de septiembre de 1918
aparece el primer número de Roma Futurista subtitulada Periódico del Partido
Futurista que llamaba a “todos los italianos” que terminaría constituyendo el
núcleo del Partido Político Futurista. En esta publicación aparecen algunos de
los temas que el fascismo incorporaría (la estructura corporativa del Estado) y
otros que encontraron el rechazo del “posibilista” Mussolini (el
anticlericalismo, la socialización de la tierra y otros temas propios de la
izquierda como el sufragio femenino).
En la postguerra, los Arditi, una
vez desmovilizados, se reagruparon en la Associazione Nazionale d’Arditi
d’Italia fundada por Mario Carli. Este había sido inicialmente relegado a
trabajos administrativos a causa de su miopía, pero insistiendo logró enrolarse
en la 18ª Compañía de Asalto de los Arditi alcanzando pronto el grado de
capitán por méritos de guerra y varias condecoraciones al valor. Próximo a la
paz, junto con Marinetti fundó la revista Roma Futurista, que sería la tribuna
de los Arditi futuristas. Su símbolo era la llama negra propia de estas tropas
de asalto. Carli había escrito: “El Ardito y el futurista de guerra, la
vanguardia despeinada y dispuesta a todo, la fuerza y la agilidad de los años
veinte, el joven que lanza bombas silbando recuerdos de la variedad” (22). El
10 de diciembre de 1918 se constituyó la ANAI cuando en varias ciudades
italianas se constituían “fasci futuristi”. Muchos Arditi seguían en activo en
el ejército que veía con cierta hostilidad su creciente compromiso político y
en especial la difusión en los cuarteles de la revista L’Ardito. A la
prohibición y a las sanciones que se lanzaron para que los futuristas cesaran
de hacer política en los cuarteles, Carli contestó con un famoso artículo
titulado: “Arditis, no gendarmes”, indicando que no serían ellos quienes
salvaran al régimen. Luego siguió la aventura de D’Annunzio en Fiume
protagonizada mayoritariamente por Arditi.
Futurismo y fascismo
Ya, por entonces, los futuristas
se habían aproximado al proyecto mussoliniano de convocar una Constituyente del
intervencionismo que aproximó a Marinetti y a Mussolini y los unió en un acto
convocado en la Scala de Milán donde boicotearon a los intervencionistas de
izquierda.
Un año después, Marinetti
participó en la reunión de los “sansepolcristas” reunidos en la plaza del mismo
nombre. El primer programa de los Fasci di Combatimento incluye algunas de las
propuestas futuristas: en lo relativo al Estado (“El Estado es soberano, y esta
soberanía no puede ni debe ser limitada o disminuida por la Iglesia”), a las
Corporaciones (“Las corporaciones deben ser promovidas según dos direcciones
fundamentales: como expresión de la solidaridad nacional y como medio de
desarrollo de la producción”), a los Principios de política exterior (“Italia
debe reafirmar su derecho a realizar su plena unidad histórica y geográfica,
incluso allí donde aún no la ha realizado”), etc. Esto ocurría el 23 de marzo
de 1919. Pocos días después, Mussolini y Marinetti lanzan a los Arditi contra
el diario socialista Avante! cuya redacción resulta completamente saqueada. A
pesar de que Mussolini asumiera la responsabilidad del asalto, la mayoría de
participantes eran Arditi y buena parte de estos eran futuristas (23).
A partir de ese momento, las
relaciones entre el fascismo y los futuristas se van estrechando especialmente
en Milán en donde Marinetti era miembro del Fasci de esa ciudad. Sin embargo,
cuanto tuvo lugar el segundo congreso de los Fasci se produce la primera
tensión notable: Marinetti percibe una atenuación de la tensión ideal del
fascismo y una aproximación al Vaticano cuya “soberanía espiritual” se
reconoce. A pesar de que Marinetti dimitiera del movimiento, en ese momento, el
futurismo ya estaba roto como unidad política: Carli había pasado a publicar un
semanario ultramonárquico (Il Principe) que no dudaba en proponer para horror
de Marinetti que “la monarquía absoluta es el régimen más perfecto”. Después de
sucesivas transformaciones, la revista pasó a llamarse primero L’Impero y luego
L’Impero Fascista.
En cuanto a la ANAI fue disuelta
por Mussolini al considerarla “poco fiable para el fascismo”. La mayoría de
Arditi se adhirieron al fascismo y solamente un grupo de Arditi romanos –los
llamados Arditi del Popolo, esencialmente romanos– rechazaron esta
aproximación. Para sustituir a la ANAI se fundó la Federazione Nazionale Arditi
D’Italia el 22 de octubre de 1922. Los Arditi del Popolo desde el principio se
configuraron como una fuerza activista antifascista que contó entre sus
militantes con anarquistas, socialistas y comunistas (que pronto fueron
mayoritarios).
Las esperanzas de Marinetti de
que después de la Primera Guerra Mundial estallara una “revolución” se vieron
pronto decepcionadas y él mismo fue el primero en hablar de la “vitoria mutilada”.
La aventura de Fiume le dio solamente una breve esperanza. Pronto rompió con
D’Annunzio y fue de los primeros en invitarle a abandonar la ciudad. La
existencia del Partido Político Futurista fue breve (apenas dos años, desde la
creación de los primeros Fasci Futuristi en 1917 hasta la reunión de la plaza
del San Sepolcro en 1919) y tenue. Con la fusión entre fascistas y futuristas
los Arditi se convierten en un sector de los camisas negras mussolinianos de
los que constituyen su tropa de asalto tal como demuestra el saqueo de la
redacción del Avanti!. Con la publicación Al di là del Comunismo (1920),
Marinetti da por concluida su aventura política y retorna a la literatura. Pero
su hora ha pasado: ya no es considerado ni en Roma ni en París, “la cafeína de
Europa”. Han surgido otras vanguardias, el dadaísmo durante la guerra y el
surrealismo cuando esta última periclitó.
Su decadencia artística le vuelve
a aproximar al fascismo. Es entonces cuando recibe honores del régimen y cuando
corresponde sumando su nombre al Manifiesto de los Intelectuales Fascistas
publicado en 1925. Luego viajó como representante del régimen fascista a varios
países, entre ellos España (24). En 1929, Marinetti entrará, por deseo expreso
de Mussolini en la Academia de Italia recién fundada. En esos años vuelve a
reverdecer en su espíritu la fascinación por la guerra: cantará la guerra de
Etiopía y a los 66 años se enrolará en la Armata Italiana in Russia, el cuerpo
expedicionario italiano que apoyó a la Werthmach en la Operación Barbarroja.
Volvió con la salud quebrantada y murió el 2 de diciembre de 1944, después de
adherirse incondicionalmente a la República Social Italiana en la que
identificó la pureza del fascismo de los orígenes.
Conclusión
El futurismo fue, inequívocamente,
otra de las tendencias que dieron vida al fascismo, pero a su vez, era un
conjunto de tendencias cuyo comportamiento político no era siempre homogéneo.
Las relaciones entre futurismo y fascismo fueron oscilantes, pero lo esencial
es reconocer que el proyecto político de Marinetti terminó convergiendo
mayoritariamente con el de Mussolini, tal como demuestra inequívocamente su
presencia entre los “sansepolcristas”. No todo el futurismo fue fascista, pero
sí que lo esencial del futurismo y de los Arditis, se decantó hacia el
futurismo.
Desde el punto de vista doctrinal
la personalidad fascista, tanto en Italia como en otros países en los que se
manifestó, debe mucho al futurismo y, en lo esencial, supone una modulación de
las posiciones radicales de Marinetti en la década de 1909-1919. De ahí surge
la transformación del pesimismo en acción, de ahí también la consideración de
la guerra como “única higiene”, el canto a la juventud (los futuristas
sostenían que todo lo que no se hiciera antes de la edad de 40 años ya no tenía
importancia), la vida aventurera, casi de lansquenete, los golpes de audacia,
la violencia como arma política, el gusto por el enfrentamiento directo, que
estuvieron presentes en el futurismo, reaparecieron incluso en modelos de fascismo
en otros países que ni siquiera habían oído hablar del futurismo.
¿Dónde situar geométricamente a
la componente futurista dentro del fascismo? ¿A la derecha, en el centro, a la
izquierda? No era, desde luego, un movimiento conservador… si bien Carli y muchos
más entre los Arditi futuristas se orientaron a la derecha, incluso mucho más a
la derecha que Mussolini y asumieron la defensa de la monarquía. Su polémica
anticlerical y sus contactos iniciales son los sindicalistas revolucionarios
podía asimilarlos a la izquierda, sin olvidar que llamaron al enfrentamiento
con anarquistas socialistas y comunistas. Y si bien es cierto que compartieron
algunos de los puntos de vista de Mussolini (intervencionismo, necesidad del
imperio, corporativismo) también es cierto que Marinetti denostó algunas de las
orientaciones del futuro Duce (especialmente el “posibilismo” y su aproximación
posterior al Vaticano).
De hecho, el futurismo tuvo
también tres componentes, a modo de fotocopia reducida de lo que luego sería el
fascismo y estas tres componentes luego se superpusieron a las que aparecieron
en el Partido Nacional Fascista.
Notas:
(1) R. Paris,
explica que Marinetti “fue la única personalidad de cierta importancia que
participó en la reunión de la plaza San Sepolcro del 23 de marzo de 1919. La
elaboración del programa de los Fasci debía mucho, entre otros, a los
futuristas. Marinetti fue elegido, pues, miembro del Comité Central y, a
continuación, de la comisión de propaganda y prensa” (op. cit., pág. 57).
(2) El partido
también fue ocasionalmente conocido como “Partido Futurista Italiano”, así se
le cita, por ejemplo, en Marinetti Futurista
(obra colectiva, Guida Editori, Nápoles 1977, pág. 98) probablemente la
exposición más completa del pensamiento estético-político de Marinetti. En
cuanto a la intervención política de los futuristas es tratada de manera
exhaustiva en La nostra sfida alle stelle: futuristi in política, Emilio
Gentile, Laterza 2009. En esta obra también se alude al “Partido Futurista
Italiano” (pág. 53).
(3) “Cuando el
Estado fascista de Mussolini se alzó con el poder tras la “Marcha sobre Roma”
de 1922, aunque pareció encarnar todas estas expresiones anteriores de
renovación cultural y política, también heredó todas las incertidumbres y
contradicciones propias de la esfera artística y cultural que, como siempre,
quedaron sin resorber. El futurismo y el fascismo estuvieron indisolublemente
unidos pero mantuvieron una relación sutilmente tensa, confusa e incluso
cómica. Mussolini promovió ciertos aspectos del futurismo, mientras que actuó
con extrema precaución e incluso hostilidad, frente a otros”, Richard Humpheys,
Futurismo, Movimientos en el Arte Moderno, Serie Tate Gallery, Encuentro
Ediciones, 2000, pág. 15.
(4) El positivismo
afirma que el único conocimiento auténtico es el científico y solamente puede
afirmarse a través del método científico. En sus interpretaciones más
extremistas terminó desembocando en una especie de religiosidad laica. En
cuanto a Benedetto Croce, reprochaba a Compté, máximo representante francés de
esta corriente, el que “dejaba insatisfecha la necesidad religiosa del hombre”
que era justamente lo mismo que le reprochaba Bergson.
(5) R. Paris, op. cit., pág. 48.
(6) El artículo en
cuestión llevaba este mismo título y fue publicado en Il Popolo d’Italia en 1º
de enero de 1920: “… contra los demás, contra nosotros mismos… Nosotros hemos
destrozado todas las verdades reveladas, hemos escupido sobre todos los dogmas,
hemos rechazado todos los paraísos, hemos ridiculizado a todos los charlatanes
–blancos, negros y rojos- que ponen en venta las drogas milagrosas para
proporcionar la “felicidad” al género humano. No creemos en los programas, en
los esquemas, en los santos, en los apóstoles; sobre todo, no creemos en la
felicidad, en la salvación, en la tierra prometida… Volvamos al individuo.
Nosotros apoyamos todo lo que exalta y engrandece al individuo, todo lo que le
da mayor bienestar, libertad y una mayor independencia; combatimos todo lo que
deprime y mortifica al individuo. En las actualidad hay dos religiones que se
disputan el dominio sobre el individuo y sobre el mundo: la negra y la roja;
las encíclicas provienen, hoy, de dos Vaticanos, el de Roma y el de Moscú.
Nosotros somos los herejes de estas dos religiones” (Citado por A. Tasca, op.
cit., págs. 48-49), puede observarse la retórica danunziana que destila el
artículo –se diría que es el propio poeta el que habla en algunas frases– y que
define perfectamente la personalidad apasionada, vitalista y rebelde del
Mussolini de 1920
(7) Al estallar la
Primera guerra Mundial, D’Annunzio, que se encontraba en esos momentos en
Francia, regresó a Italia, realiza una campaña a favor del intervencionismo
italiano a favor de Francia e Inglaterra y fue piloto de guerra voluntario. El
9 de agosto de 1918 protagonizó una de sus habituales “acciones heroicas”
sobrevolando Viena con el Escuadrón 87 “La Serenísima” del que era comandante,
lanzando panfletos, un trayecto extremadamente difícil para la aviación de la
época. Esta acción y la ocupación de Fiume le valieron el ser considerado como
el mayor héroe italiano de la época.
(8) El entones
secretario general del Partido Comunista Italiano, Antonio Gramsci escribió el
8 de septiembre de 1922 una Carta sobre el futurismo fechada en Moscú, en donde
dice: “D'Annunzio nunca ha tomado posición pública respecto al futurismo. Hay
que señalar que el futurismo, en su nacimiento, surgió expresamente contra
D'Annunzio. Uno de los primeros libros de Marinetti tenía por título Les Dieux
s'en vont, d'Annunzio reste. Aunque durante la guerra los programas políticos
de Marinetti y de D'Annunzio hayan coincidido en todos los puntos, los
futuristas han permanecido antid'annunzianos. Prácticamente no han demostrado
interés alguno por el movimiento de Fiume, aunque luego hayan participado en
las manifestaciones.” (el texto completo puede leerse en
http://www.ddooss.org/articulos/textos/Gramsci.htm). A pesar de que Gramsci
exagera algo, lo cierto es que D’Annunzio y Marinetti nunca se llevaron bien:
“D’Annunzio dirá a sus amigos que Marinetti es "una nulidad
atronadora" o "un necio fosforescente" o también –parece–
"un necio con algunos rayos de imbecilidad"; y Marinetti le
contestará definiéndolo confidencialmente como un tradicionalista, un
"Montecarlo de todas las literaturas", "aburrido y
anacrónico". Pero en público, a regañadientes, se alabarán recíprocamente
y en sus pocos encuentros se intercambiarán hasta flores, regalos y abrazos;
sin menoscabo de la admiración que siente Marinetti por la "vida
futurista" de d’Annunzio; o, durante los años siguientes, la aprobación
sufrida y limitada de d’Annunzio por las novedades introducidas por el
Futurismo en las letras, las artes figurativas, la música e incluso en las
expresiones más corrientes del gusto, como el periodismo, la publicidad y la
moda.” (http://www.internetculturale.it/genera.jsp?id=893&l=es).
(9) R. Paris,
op.cit., pág. 52.
(10) Sobre las
relaciones entre futurismo y fascismo y sobre otros movimientos artísticos de
vanguardia del novecento puede leerse la Historia de las literaturas de
vanguardia, Guillermo de Torre, Ediciones Guadarrama, Madrid, especialmente el
capítulo La esquina peligrosa: futurismo y fascismo, págs. 149-152.
(11) Nos ha sido
imposible establecer el origen de este apelativo que suele acompañar a nombre
de Marinetti. Mientras que para unos se trata de un mote puesto por algún
crítico avisado, para otros el propio Marinetti se lo dio a sí mismo y se
autoproclamó como tal (Cfr.
http://desdemendoza.com.ar/index.php/revistasdmza/revista-artedmza/957-a-100-anos-de-qla-cafeina-del-mundoq.html).
(12) Para el texto
completo del manifiesto cfr.:
http://elcraneo.8m.com/manifiestosfuturistas.htm
(13) La frase se ha
atribuido habitualmente a Drieu la Rochelle, el cual, a su vez se consideraba
como tal y decía que un “pesimista activo” será siempre un fascista. Sea esta
atribución cierta o no, André Malraux pudo decir, a su vez, que “el pesimismo
activo era la antesala fatal del fascismo” (Citado en La diversidad asediada,
Escritos sobre culturas y mundialización, Pedro Susz K., Plural Editores, La Paz 2005, pág. 385).
(14) “En ese momento
en el que empieza a esbozarse en el seno del sindicalismo revolucionario la
tendencia “nacionalista revolucionaria” [1910], Marinetti decide dar una
conferencia sobre “la belleza y la necesidad de la violencia”, además de mover
todos los hilos a su alcance para obtener un mandato parlamentario en la
circunscripción del Piamonte. Ahora bien, en esta circunscripción ha surgido
una corriente política en torno del periódico Il Tricolore, que preconiza una
alianza del nacionalismo y del sindicalismo revolucionario. Marinetti pronuncia
su conferencia en Nápoles, en Milán y en Parma, donde Alceste de Ambris publica
la revista L’Internazionale, órgano del sindicalismo revolucionario. Al
imprimir el texto casi íntegro de la conferencia de Marinetti, De Ambris rinde
homenaje a este “magnífico y soberbio himno a la violencia”, a esta hermosa
incitación a la vida “en pleno cementerio de la vida italiana”. En esencia esta
conferencia hace apología de la guerra, entona un himno a la Patria,
estigmatiza el utilitarismo estrecho y mezquino de la democracia reformista y
magnifica, en suma, el “gesto destructor de los anarquistas”, la huelga general
y la revolución”, Z. Sternhell, El nacimiento… op. cit., pág. 361. Tal es el
origen del período en el que Marinetti estuvo próximo al sindicalismo
revolucionario.
(15) Z. Sternhell, op. cit., pág 360. Marinetti dedicó uno de sus famosos
manifiestos a este tema y unas semanas después en mayo de 1910, junto con la
revista La demolizione (revista anarquista de matriz
sindicalista-revolucionaria dirigida por Ottavio Dinale) realiza una encuesta
sobre “la fundación de un partido revolucionario”.
(16) Z. Sternhell, op. cit., pág. 361.
(17) Existe una
reciente edición española de esta obra: Mafarka, F. T. Marinetti, Editorial
Renacimiento, Colección Pompadour, Madrid 2007.
(18) Tal es el
título de una obra publicada por Marinetti en 1915 y editada por las Edizioni
Futuriste de Poesia en Milán: Guerra sola igiene del mondo.
(19) R. Paris, op. cit., pág. 55.
(20) Cfr. Vintila
Horia, Introducción a la Literatura del Siglo XX, Universidad Gabriela Mistral,
Editorial Andrés Bello, Santiago de Chile, 1989, págs. 27 y sigs, dedicadas a
Marinetti.
(21) Cfr. Z.
Sternhell, op. cit., pág. 362. La historia más accesible actualmente sobre este
cuerpo de élite es Italian Arditi, Elite Assault Troops 1917-20 de Angelo L.
Pirocchi, Osprey Publishing, Oxford 2004. Un resumen puede encontrarse en
Wikipedia edición inglesa http://en.wikipedia.org/wiki/Arditi o bien en la
edición italiana http://it.wikipedia.org/wiki/Arditi
(22) Escrito en Roma
Futurista, año 1, nº 1, 20 de septiembre de 1918. Reproducido en Wikipedia
edición italiana http://it.wikipedia.org/wiki/Mario_Carli
(23) R. Paris, op. cit., pág. 57.
(24) Cfr.
Vanguardias Artísticas en España, Jaime Brihuega, Ediciones Itsmo, Madrid 1981,
pág. 296-8 y en Italia-España en la época contemporánea, Assumpta Camps, Peeter
Lang AG, Berna 2009, págs. 89-92, se mencionan ampliamente los desplazamientos
de Marinetti por España.
Publicado por DARÍO YANCÁN en 4:37 0 comentarios
domingo, 14 de julio de 2013
"ENTRE LA JUSTICIA Y EL DERECHO. Una lectura crítico-deconstructiva de QUE ES LA JUSTICIA de hans kelsen" por Jorge Roggero.
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FILOSOFÍA JURIDICA.
Hans Kelsen
El 27 de mayo
de 1952, Hans Kelsen dicta una lección magistral en la Universidad de
California con motivo de su retiro. El tema elegido es la pregunta por la
justicia: “¿Qué es la justicia?”. El profesor germanófono se ve obligado a
dirigirse a su audiencia en inglés. Su Was ist Gerechtigkeit? es traducido en
What is justice?; y, sin embargo, ¿no es ésta acaso la condición de posibilidad
de la justicia? Ser justos con la justicia ¿no implica un compromiso radical de
traducción? ¿No exige hablar la lengua del otro?
Treinta y
siete años después, en octubre de 1989, Jacques Derrida lee la conferencia de
apertura del coloquio Deconstruction and
the possibility of justice, organizado por la Cardozo Law School.
Nuevamente se habla de la justicia en la lengua del otro.
“Dos textos,
dos manos, dos miradas, dos escuchas. Juntos a la vez y separados” (DERRIDA,
1968a, 75). Un texto es siempre dos textos en uno. El primer texto es aquel que
contiene el “querer- decir” del autor; es el que responde a los cánones de la
lectura clásica. El segundo es el texto que se cuela en las fisuras del
primero; es el decir sin querer que escapa al control del autor, escapa a su
autoridad. Una vez escrita, la palabra comete parricidio, su sentido comienza a
rodar, se disemina sin poder ser reconducida a un significado originario. La
escritura es diseminación de sentido. Por eso Derrida invita a emancipar el
lenguaje, laisser la parole, “dejar la palabra [...] dejarla hablar
completamente sola, cosa que sólo puede hacerse en lo escrito” (cf. DERRIDA,
1964, 106).
Este trabajo
se propone “dejar la palabra” de “¿Qué es la justicia?” de Hans Kelsen aun en
contra del supuesto “querer-decir” del autor, o, mejor dicho, del
“querer-decir” de sus intérpretes que creen dominar el texto, “dominar su
juego, vigilar a la vez todos sus hilos, engañándose así al querer mirar el
texto sin tocarlo, sin poner la mano en el ‘objeto’, sin arriesgarse a añadir a
él. [...] Añadir no es aquí otra cosa que dar a leer” (DERRIDA, 1968b, 71). Un
texto nunca es un texto. Un texto es una multiplicidad de voces, de citas, de
intertextualidades. “Dar a leer” es advertir la imposibilidad de controlar
todos los hilos de su entramado. “Arriesgarse a añadir” implica aceptar el compromiso
de abrir el texto a su irreductible heterogeneidad constitutiva.
Una lectura
deconstructiva es, en palabras de Cristina de Peretti, “una lectura que
‘sospecha’, una lectura que vigila las fisuras del texto, una lectura de
síntomas que rechaza por igual lo manifiesto y la pretendida profundidad del
texto, una lectura que lee entre líneas y en los márgenes para poder,
seguidamente, empezar a escribir sin líneas”(DE PERETTI, 1989, 152). Una
lectura deconstructiva entiende la lectura como una operación activa y
transformadora del texto. “La lectura siempre debe apuntar a una cierta
relación, no percibida por el escritor, entre lo que él domina y lo que no
domina de los esquemas de la lengua de que hace uso. Esta relación no es una cierta
repartición cuantitativa de sombra y de luz, de debilidad o de fuerza, sino una
estructura significante que la lectura crítica debe producir” (DERRIDA, 1967,
227). La lectura deconstructiva produce la “estructura significante del texto”
que permite poner en acción todos sus efectos.
Este trabajo
se propone una lectura deconstructiva de “¿Qué es la justicia?” de Hans Kelsen
desde la perspectiva de una teoría crítica del derecho. Esta perspectiva
implica aceptar que la comprensión del fenómeno jurídico en su especificidad
conlleva la necesidad de no emprender el análisis desde su aislamiento como un
sistema normativo autónomo, sino de tener presente su co-implicación con el resto
de la interacción humana. Esto obliga a la apertura del estudio del derecho a
otras disciplinas y, principalmente, conmina a una revisión de los presupuestos
filosófico-epistemológicos en los que se asienta la iusfilosofía. En este
sentido, el pensamiento de Derrida constituye un valioso aporte para el enfoque
de una teoría crítica del derecho.
Entre
la pregunta y la respuesta
“¿Qué es la
justicia?”. Ésta es la pregunta conductora de la reflexión kelseniana. En las
líneas introductorias, Kelsen considera que quizás se trate de “una de esas
preguntas para las cuales vale el resignado saber que no se puede encontrar
jamás una respuesta definitiva [endgültige Antwort] sino tan sólo procurar
preguntar mejor” (KELSEN, 1953, 1). Kelsen propone que no es posible encontrar
una endgültige Antwort. Ernesto Garzón Valdés traduce correctamente esta
expresión por “respuesta definitiva”. En la versión en inglés se lee definitive
answer. Pero los términos “definitiva” o definitive no dan cuenta de la
presencia del adjetivo gültig en la conformación de esta palabra alemana.
Gültig significa “vigente”, “válido”, “de curso legal”, “legítimo”; endgültig
mienta literalmente una legalidad o validez final. Este matiz permite acercar
el adjetivo endgültig al campo semántico del derecho.2 Kelsen está diciendo que jamás será posible
encontrar una respuesta con vigencia legal y, sin embargo, hay que seguir
buscando, procurando preguntar mejor. La justicia jamás podrá ser reducida al
campo del derecho, pero la tarea es continuar intentándolo. Éste es el hilo por
el que comienza a deconstruirse el texto de Kelsen. La pregunta kelseniana se deconstruye
desde un comienzo.
La primera
dificultad está dada en la forma misma del preguntar. Las preguntas por el
“qué” buscan un contenido por respuesta, pero “no se puede tematizar u
objetivar la justicia, decir ‘esto es justo’ y mucho menos ‘yo soy justo’ sin
que se traicione inmediatamente la justicia” (DERRIDA, 1990, 934). Derrida
recuerda la reflexión de Pascal. La justicia no puede identificarse con un
contenido porque “nada, según la sola razón, es justo en sí, todo se tambalea
con el tiempo” (PASCAL, 1670, 38). Kelsen podría suscribir estas palabras sin
más. El texto kelseniano parece vislumbrar el problema de la forma de la
pregunta cuando sugiere la posibilidad de “mejorar la pregunta”. E incluso va
más allá señalando que esta tarea de mejoramiento no debe esperar respuestas
absolutas. Kelsen parece estar proponiendo adoptar una estrategia más radical:
como ha sugerido Heidegger, quizás se pueda convertir en virtud este “dar
vueltas sobre preguntas previas” propio de la filosofía (HEIDEGGER, 1920-21,
5). Se trata de sostener la difícil tarea de mantenerse en el cuestionamiento.
En este
sentido, el enfoque de la deconstrucción parece el más adecuado. Ésta se
caracteriza justamente por permanecer en la pregunta. “La deconstrucción [...]
busca el cuestionamiento incesante de la autoridad de toda opinión,
convencional o política, aun la de los filósofos” (MCCORMICK, 2001, 400). La
pregunta de la deconstrucción es la pregunta radical que “incluso puede llegar,
si se presenta el caso, a poner en cuestión o a exceder la posibilidad o la
necesidad última del cuestionamiento (o del preguntar) mismo, de la forma
interrogante del pensamiento, interrogando sin confianza ni prejuicio la
historia misma de la pregunta y de su autoridad filosófica” (DERRIDA, 1990,
930).
La pregunta de
la deconstrucción no se detiene y no evade su tarea conformándose con
respuestas que violentan el carácter aporético, contingente e histórico de
nuestra existencia. La pregunta parece erigirse en la estructura misma de
nuestra existencia. Sostenerse en la incertidumbre del preguntar es la única
manera de ser justos con el fondo abismal, indecidible, en que reside la aporía
constitutiva de nuestro existir.
Y sin embargo,
la cuestión de la justicia exige una respuesta urgente, una decisión
impostergable. “Una decisión justa es requerida siempre inmediatamente, ‘right
away’” (DERRIDA, 1990, 966). Pero ¿cómo responder?
¿Cómo ser
responsable ante tan inmensa tarea? ¿Cómo decidirnos por una respuesta que no
se sustraiga a ese fondo de indecidibilidad?
Entre
el afuera y el adentro
Kelsen flaquea
en esta tarea y se decide por una respuesta que escapa al fondo de indecidibilidad.
Luego de un recorrido a través de las diversas soluciones que el pensamiento
occidental ha ofrecido, Kelsen se pronuncia por una respuesta que reduce la
indecidibilidad a través de una serie de oposiciones. La respuesta de Kelsen se
asienta en un conjunto de pares opuestos que se remiten mutuamente:
emotividad/ciencia, irracional/racional, relativo/absoluto, subjetivo/objetivo,
política/neutralidad.
Kelsen
inscribe su pregunta por la justicia en un campo ya delimitado por su
concepción de la ciencia y de la racionalidad. Albert Calsamiglia, en su
“Estudio preliminar” a ¿Qué es justicia?, destaca que la concepción irracional y
emotiva de la Justicia, sostenida por Kelsen, es coherente con su concepto de
ciencia y de racionalidad. “Kelsen identifica la razón científica con la
racionalidad y considera que todo aquello que no sea abordable mediante el método
de la Ciencia es irracional” (CALSAMIGLIA, 1982, 12). Sólo lo racional puede
tener validez absoluta. Como la racionalidad es reducida a la racionalidad
científica, y la justicia no es abordable mediante el método científico, la justicia
tiene un carácter irracional. Sin embargo, si bien la razón indica que “la
justicia absoluta es un ideal irracional”, esta afirmación no excluye la
posibilidad ni la necesidad de concebir una justicia de carácter relativo.
Consecuentemente,
Kelsen formula su concepción de la justicia, una concepción relativa (relativa
principalmente a su concepción de ciencia). “Como la ciencia es mi profesión y,
por lo tanto, lo más importante en mi vida, para mí la justicia es aquella bajo
cuyo amparo puede avanzar la ciencia y, con la ciencia, la verdad y la
sinceridad. Es la justicia it
is the futility of the attempt to establish, in the way of rational
considerations, an absolutely correct standard of human behavior.” (KELSEN,
1957, 21) de la libertad, la justicia de la paz, la justicia de la democracia,
la justicia de la tolerancia” (KELSEN, 1953, 43). Más allá de que se pueda
compartir o no el espíritu de esta afirmación, y más allá de la imperiosa
necesidad de afirmar y, a un tiempo, deconstruir los conceptos de libertad,
democracia y tolerancia en tanto dependientes de una concepción moderna de
sujeto y de una idea de liberalismo decimonónico, Kelsen defiende una visión de
la ciencia que se ha vuelto insostenible después de las críticas y
reformulaciones hechas en la segunda mitad del siglo XX. En este sentido, es
pertinente la observación de Calsamiglia: “Si se abandona el rígido monismo
metodológico y deja de considerarse indigno de atención todo aquello que no
concuerde con la convención establecida, entonces, y sólo entonces, podremos
realmente relativizar nuestros saberes, que son productos de convenciones y
desarrollos de estas convenciones, y no podremos afirmar que nuestro
conocimiento es la verdad, y que nuestra convención es la verdadera, la que
corresponde a la razón humana, sino que simplemente mantendremos que es una
forma de interpretar la realidad, un esquema de interpretación de la realidad
que pretendemos conocer. Subrayo: un esquema de interpretación, ni el único
posible ni el verdadero en última instancia” (CALSAMIGLIA, 1982, 32). Se puede concluir
que Kelsen obstaculiza el desarrollo de una auténtica justicia de la libertad y
la tolerancia a través de las tajantes demarcaciones que imponen su concepto de
ciencia y racionalidad, y la serie de reducciones que se siguen de estas
delimitaciones. Ni el derecho ni la justicia pueden corresponderse
completamente con alguno de los polos de estos dualismos. En palabras de
Frances Olsen: “El derecho no es racional, objetivo, abstracto y universal. Es
tan irracional, subjetivo, concreto y particular como racional, objetivo,
abstracto y universal.” (OLSEN, 1990, 495).
Derrida ha
sugerido que este tipo de demarcaciones a través de oposiciones binarias son
siempre reconducibles al par afuera/adentro. “Para que estos valores contrarios
[...] se puedan oponer, es necesario que cada uno de los términos resulte
simplemente exterior al otro, es decir, que una de las oposiciones
(adentro/afuera) esté ya acreditada como la matriz de toda oposición posible”
(DERRIDA, 1968b, 117). El proyecto de purificación del derecho en tanto ciencia
del derecho emprendido por Kelsen exige una delimitación clara de un adentro y
un afuera.
La consideración
sobre la justicia queda excluida del campo jurídico. Son elocuentes las
palabras de Robert Walter: “es una exigencia epistemológica aprehender el
derecho positivo ‘puro’, es decir, separado del sistema de justicia representado
por él. Sea para informar claramente sobre un determinado y efectivo sistema
normativo (obviamente sin justificarlo con ello), o para poder indicar
nítidamente si y en qué medida ese sistema se desvía de un determinado modelo
de justicia y es, en consecuencia, ‘injusto’” (WALTER, 1997, 17). Kelsen no
está negando la necesidad de emitir juicios de valor respecto a los sistemas
normativos; simplemente está señalando que éstos son exteriores a la validez
misma del sistema. Es importante no perder de vista que son motivos éticos y
políticos los que lo llevan a establecer esta demarcación entre un adentro y un
afuera. Kelsen intenta sustraer la posibilidad de una utilización política del
derecho. En palabras de Oscar Correas: “La Teoría ‘pura’ no es una ciencia sino
una filosofía política que, por razones políticas, quiere fundar un ciencia
apolítica: quiere quitar a los juristas la posibilidad de incluir, en la descripción
de las normas, su justificación, cosa que es la que hacen principalmente los
iusnaturalistas, pero también - según Kelsen- los marxistas y otros
totalitarios” (CORREAS, 1989, 8-9).
Ahora bien, el
precio de la estrategia kelseniana es el ocultamiento de que “cada momento de
fundación y conservación del derecho está cargado políticamente y tiene
implicaciones para las relaciones de poder en la sociedad a pesar de la
declaración del derecho de una fundada neutralidad” (DAVIES, 2001, 219). Su
teoría pura, pensada como apolítica por razones políticas, entra en tensión con
el propio carácter político del derecho. El estudio científico del derecho
exige trazar un límite respecto a la política, a la ética, al contexto social e
histórico, pero ¿es posible tal tarea? ¿Puede tener éxito la táctica de Kelsen?
El
establecimiento del límite entre el adentro y el afuera exige una “ley de
leyes” que controle la frontera.
Esta ley de
leyes sólo puede tener características aporéticas. Derrida observa al examinar
la cuestión de los géneros literarios en “La loi du genre”, que esta ley de
leyes tiene la característica de una presencia ausente o de una ausencia presente.
La delimitación de un género implica la determinación de una característica
definitoria, una marca. Sin embargo, esa marca que define lo que está dentro de
un género no está ella misma dentro del género. “La marca de la pertenencia o
inclusión no pertenece propiamente a ningún género o clase. La marca de
pertenencia no pertenece.
Pertenece sin
pertenecer” (DERRIDA, 1979, 264). Aquello que determina qué pertenece a un
género, la ley de leyes de los géneros, no pertenece a ningún género y, sin
embargo, está presente en ellos como una huella. La ley de leyes “no es sólo un
borde externo, sino también una impronta interna, lo que significa que nunca
hay una clara distinción entre el afuera y el adentro de una categoría, porque el
adentro lleva consigo la huella de lo otro” (DAVIES, 2001, 220). Esto implica
que cualquier ley de leyes que pretenda establecer categorías puras está
condenada al fracaso.
Previo a la
ley de leyes hay una ley de la impureza, una ley de la contaminación, que ya no
se aplica a un campo determinado (género literario, derecho, etc.), sino que
rige en el ilimitado campo de la textualidad general. La ley de la contaminación
es la verdadera ley de leyes que desarticula toda pretensión de categorías
puras, pues desenmascara cómo éstas se encuentran siempre marcadas por la
otredad que excluyen.
Este principio
de contaminación es el fondo de indecidibilidad al que Kelsen se sustrae
estableciendo un espacio puro para la ciencia del derecho, y subordinando su
decisión, su respuesta sobre la justicia, al aseguramiento de ese terreno
neutral para la ciencia. Kelsen no asume el riesgo que el preguntar implica. Su
pregunta por la justicia ya se encuentra respondida antes de ser formulada. La
pregunta kelseniana no es justa con la justicia. Sólo entregándose al peligro
de la exposición, de la apertura al acontecimiento, a lo incalculable, a lo
indecidible, puede comprenderse qué es la justicia.
Entre
la justicia y el derecho
La justicia
corresponde al plano de lo incalculable, de lo imposible. Éste es el motivo por
el cual es irreductible al derecho. El derecho es un ámbito de ordenamiento
racional, es decir, de cálculo de lo posible; lo imposible no puede volverse
posible sin dejar de ser imposible. Y sin embargo, ¿no es acaso imprescindible
que estos ámbitos interactúen, que la justicia se haga presente, de alguna
manera, en el derecho? Y ¿no es precisamente ésta la tarea del juez: enfrentar
la aporía y hacer posible lo imposible?
La justicia es
aquel elemento radicalmente heterogéneo al derecho, que lo excede como lo
imposible excede a lo posible, como lo incalculable a lo calculable, como lo
indeconstruible a lo deconstruible. Pero, al mismo tiempo, esta “justicia
incalculable ordena calcular”. La justicia ordena hacer posible lo imposible.
“El encargado de administrar justicia debe realizar la conjunción entre lo
singular y lo general, hacer lo imposible. Quien es juez y sabe de esta imposibilidad
puede negar ese saber, conformarse con aplicar mecánicamente la ley, el precedente,
la doctrina y tranquilizarse diciendo que actúa ‘conforme a derecho’. O puede
hacerse cargo de la angustia que todo acto de juzgar supone y procurar lo
imposible” (RUIZ, 1995, 10).
Kelsen intuye
la imposibilidad de la justicia cuando afirma que la justicia es la felicidad.
“El deseo de justicia es tan elemental y está tan profundamente enraizado en el
corazón del hombre, porque no es más que la expresión de su inextinguible deseo
de propia subjetiva felicidad” (KELSEN, 1953, 5). Siendo la felicidad
irreductiblemente singular, también debe serlo la justicia. El deseo de
justicia es el deseo del reconocimiento del carácter único, acontecimental, de
la existencia humana irreductiblemente singular. Y sin embargo, Kelsen niega la
posibilidad de hacer posible lo imposible, pues no advierte la forma en que lo
imposible interviene en lo posible como aquello que lo devuelve a su dimensión
temporal, histórica, contingente. La justicia contamina al derecho como una
advertencia permanente respecto a lo que éste excluye. La justicia es
radicalmente heterogénea al derecho y sin embargo inescindible a él, como el
supuesto mismo de su deconstrucción.
La justicia
nos recuerda que “el derecho es esencialmente deconstruible, ya sea porque está
fundado, construido sobre capas textuales interpretables y transformables (y
esto es la historia del derecho, la posible y necesaria transformación, a veces
la mejora del derecho), ya sea porque su último fundamento por definición no
está fundado. Que el derecho sea deconstruible no es una desgracia. Podemos
incluso ver ahí la oportunidad política de todo progreso histórico” (DERRIDA,
1990, 942). La afirmación del carácter deconstruible del derecho es clave para poder
comprender el rol del derecho en el cambio social. “El papel del derecho […]
depende de una relación de fuerzas en el marco del conflicto social. En manos
de grupos dominantes constituye un mecanismo de preservación y reconducción de
sus intereses y finalidades, en manos de grupos dominados, un mecanismo de
defensa y contestación política” (CÁRCOVA, 1991, 152). Por este motivo, “lo que
se necesita es pensar al derecho de tal manera que sea posible entrar en él,
criticarlo pero sin rechazarlo completamente, y manipularlo sin dejarse llevar
por su sistema de pensamiento y funcionamiento” (KENNEDY, 1990, 563).
El problema
del carácter predominantemente conservador que el derecho generalmente adquiere
en todo orden social ha sido advertido también por Kelsen. Su teoría pura del
derecho se propone impedir toda utilización política del derecho que busque
demostrar racionalmente la verdad eterna del valor último que sostiene. Y si
bien el propósito de Kelsen no es negar el conflicto social, sino limitarse a
“sacar el tema [de la justicia] del terreno de la metafísica para ponerlo en el
terreno de la política” (CORREAS, 1989, 8), su solución –basada en la oposición
política/neutralidad científica– adolece de los mismos problemas señalados en
el apartado anterior. No es posible delimitar un campo neutral porque el
derecho se encuentra existencialmente “contaminado” por la relación de fuerzas
en el marco del conflicto social.
En este
sentido, se puede afirmar que si “solamente donde se plantean conflictos de
intereses aparece la justicia como problema” (KELSEN, 1953, 6), entonces la
justicia es aquello que devuelve al derecho a su dimensión social. La justicia
pone en evidencia que el derecho es “una práctica social específica que expresa
históricamente, los conflictos y las tensiones de los grupos sociales que
actúan en una formación social determinada.” (CÁRCOVA, 1991, 148). La justicia
habita el derecho como un llamado de atención respecto a su carácter
contingente e histórico, como aquello que convoca y posibilita su
transformación.
Si el objetivo
de Kelsen es evitar la posibilidad de algún tipo de “naturalización” del
derecho que permita la afirmación de valores absolutos, Derrida parece señalar
que la mejor estrategia para responder a este tipo de argumentación es
desarticular la oposición misma entre physis y nómos, es decir, poner en
cuestión la base filosóficoepistemológica de los reduccionismos propuestos
tanto por el iusnaturalismo como por el positivismo. Para ello, no sólo es
necesario admitir la irreductibilidad de la justicia al derecho, sino también
la mutua implicación de ambos en esta compleja y aporética relación en la cual
no hay derecho sin justicia, pero tampoco hay justicia sin derecho. Pues, si
bien la justicia no es reductible al derecho, nuestra tarea no puede ser otra
que continuar intentando que así sea. En tanto la pregunta por la justicia se
siga sosteniendo, lo imposible encontrará el modo de actuar en lo posible.
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Traducción del alemán de Ernesto Garzón Valdés, Buenos Aires, Librería “El
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NOTAS
1 Jorge Roggero es abogado y se encuentra trabajando en
su tesis de grado para finalizar la carrera de Filosofía de la U.B.A.. Es
docente de la materia “Teoría General y Filosofía del Derecho” de la carrera de
Abogacía de la U.B.A. y adscripto a la cátedra de Metafísica de la carrera de
Filosofía de la U.B.A. Ha participado como expositor en diversos congresos,
jornadas y eventos académicos similares. Ha publicado artículos en sus áreas de
especialidad.
2 Si bien el término más utilizado en la jerga jurídica
alemana para calificar la validez es geltend, se puede considerar el término
gültig dentro del campo semántico normativo. Es más, ambos términos comparten
la misma raíz etimológica. Cf. KLUGE, Friedrich, Etymologisches Wörterbuch der
deutschen Sprache, Berlin, Walter de Gruyter, 1995, S. 342 und S. 310. En la
reflexión final, el propio Kelsen utiliza el adjetivo gültig: “Wenn die
Geschichte der menschlichen Erkenntnis uns irgend etwas lehren kann, ist es die
Vergeblichkeit des Versuches, auf rationalem absolut gültige Norm gerechten
Verhaltens zu finden.” (KELSEN, 1953, 40) (“Si la historia del conocimiento
humano puede enseñarnos alguna cosa, es la inutilidad de los intentos de
encontrar por medios racionales una norma absolutamente válida de conducta
justa.”) En la versión en inglés se pierden estas connotaciones: “If the
history of human thought proves anything, Facultad de Derecho – Universidad de
Buenos Aires
Publicado por DARÍO YANCÁN en 16:06 0 comentarios
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