viernes, 30 de marzo de 2012

“POTESTAD” de Eduardo Pavlovsky.



EL HOMBRE: EDUARDO PAVLOVSKY
TITA: SUSANA EVANS

El hombre detrás de dos sillas, mirando hacia el público.
Sábado, tres y media de la tarde.
Yo estoy sentado acá (señala la silla derecha), Ana María, mi
mujer, está sentada acá… (Señala la silla izquierda).
Más o menos a un metro treinta, un metro treinta y cinco, del
vértice de la pata izquierda del sillón, está sentada mi hija Adriana.
(Señala el lugar donde está sentada Adriana con el pie derecho.)
La posición física de cada uno de los miembros de la familia es
importante en la medida en que la posición física describe, evoca,
sugiere, la relación entre los miembros de la familia, el tipo de vínculo
existente entre ellos. (Repite y reitera el movimiento). Sábado, tres y
media de la tarde, yo estoy sentado acá, Ana María está sentada
aquí, y allí está sentada mi hija Adriana… (Pausa).
Posición mía de este sábado tres y media de la tarde. (Se sienta
en la silla derecha y coloca su pierna derecha en ángulo agudo y la
izquierda en ángulo recto.)
La pierna derecha en ángulo agudo, la pierna izquierda en
ángulo recto, hay una distancia del talón del pie izquierdo al piso de
unos tres, cuatro centímetros; pierna derecha en ángulo agudo, la
pierna izquierda en ángulo recto… Esta posición podría resultar
aparentemente natural, espontánea. Sin embargo, es perfectamente
estudiada, sofisticada, arbitrariamente buscada, científicamente
lograda…
Yo he sido deportista, jugador de rugby, segunda línea
(orgulloso), tenía un físico bastante excepcional… Tengo 53 años…
Pero me acuerdo cuando tenía 25 años, gran jugador de rugby…
cuando saltaba en el lineout, yo me levantaba (se eleva)
enormemente y tomaba la pelota en el aire… Y mi mujer me
acompañaba siempre a los partidos… entonces yo me elevaba en el
aire y tomaba la pelota y cuando venía cayendo, en el aire nos
mirábamos, y ella: ¡Ayhhh!... ¡¡¡Ahhhh!!! Y esta mirada, tan
particular de mi mujer, me sostenía virilmente, quiero decir, era
como algo que me impregnaba de masculinidad… eso cuando tenía 25
años. (Pausa.) Ahora tengo 53… Y esa mirada ha dejado de funcionar
con la intensidad y la sensualidad que ocurría en esa época, con esa
sistemática fuerza, ¿eh? Ella me miraba y yo me sostenía… Ella me
miraba y yo la miraba… Y ahora esto ocurre cada vez menos… De tal
manera, entonces, que las posiciones físicas mías tienen que ser
sofisticadamente estudiadas, científicamente calibradas, para intentar
provocar, recrear, aquellas posturas físicas que permitían que mi
mujer me mirara así… Intento recrear aquella mirada… por ejemplo,
si el sábado tres y media de la tarde suena el timbre o el teléfono en
mi casa, desde esta posición (se levanta atléticamente de la silla) yo
me puedo levantar así (gira)… Hay un movimiento hacia la izquierda…
Ahí está… (gira) y también hacia la derecha… no tanto… Es decir, es
un movimiento lindo porque a uno le permite ser natural e
espontáneo… uno (se levanta) puede levantarse así… Y sentarse así…
(se sienta) porque… Uno podría colocarse de otro modo (se sienta
naturalmente), uno podría colocarse sin preparación ninguna, sin
preocupaciones, con las piernas abiertas, sin ninguna posición
estudiada (se sienta con las piernas abiertas)… Así, así, posición que
se podría hasta decir espontáneamente porteña, muy porteña, y si
suena el timbre o el teléfono y entonces, por ejemplo (se levanta),
me levanto y… ayyyy (queda doblado de dolor) me agarró en la
columna… ¡ayyyy! Con el traste afuera… y bueno es muy difícil
coquetear con la mujer de uno con el traste afuera… ¡Ahí está! ¡Ahí
está! De tal manera entonces… Que yo evito todo tipo de posición
física espontánea que delate mi vejez y decrepitud… esta última
posición es una posición que yo trato de evitar. (Se sienta).
He tratado entonces de estudiar cada una de las posiciones
físicas que me permiten recrear la imagen de aquella mujer que
estuvo enamorada de mí. Pierna derecha en ángulo agudo, pierna
izquierda en ángulo recto; y qué cuesta, con tan poco (se levanta y
se sienta atléticamente) intentar enamorar a la mujer que uno
quiere, estudiando las posiciones físicas necesarias para el coqueteo.
Pero la verdad es que, aunque yo me levanta atléticamente, ella no
se mueve… no me mira… y hay una situación que se me hace
bastante vergonzosa… reproducirla. El sentimiento de humillación que
tengo a veces, porque claro, yo estoy (se levanta y se sienta) “que
me levanto, que no me levanto, me levanto, me siento”… y por ahí
me acalambro (queda doblado; realiza la mímica de contractura
muscular) ¡ay, la puta!... y me siento humillado… pero humillado por
lo que esto representa para mí… que ella no se dé cuenta que estoy
acalambrado… y la pata (se agarra la pierna)… y… y el esfuerzo… me
humillo solo, antes necesitaba la mirada del otro… y ahora me humillo
solo… (se sienta lentamente).
Parece increíble cómo en la vida cuando estudiamos cada uno
de los pequeños gestos, gestos arbitrarios, cotidianos, de la vida,
todo parece gracioso, quiero decir, nos reímos de la absurdidad de lo
cotidiano… si dividimos, si sectorizamos… todo puede resultar
gracioso. Es problema es unir, totalizar, ahí aparece la tragedia… la
tragedia de lo humano ante toda su dimensión… y en cambio nos
reímos cuando sectorizamos, cuando aislamos cuidadosamente cada
gesto. (Pausa. Se sienta en la silla correspondiente.) Cada detalle.
Cada movimiento cotidiano.
La posición física de mi mujer en este sábado es la siguiente:
ella coloca la pierna derecha en ángulo agudo, la pierna izquierda en
ángulo agudo, las rodillas juntas, estudia inglés… yo no tengo ningún
problema si no fuera por un audífono espantoso que se coloca (señala
la cabeza), estudia inglés toda la tarde… yo no tengo ningún
problema con el inglés, que estudie las horas que quiera, sólo que
todo el tiempo… hasta las ocho de la noche, no se saca este aparato,
por lo menos pensaría que a eso de las cinco y media, seis (mímica
de sacarse el audífono), se pudiera sacar el audífono y… “¡ahhhh!”,
“¿cómo estás mi amor?” Pero esto no ocurre nunca… porque nunca se
saca el aparato monstruoso… sigue así… Otra cosa histórica,
importante, son las rodillas… pierna izquierda en ángulo recto, pierna
derecha en ángulo recto y las rodillas juntas… Hace muchos años…
hace quince años, este juego de las rodillas en el matrimonio, era
sencillo (abre y cierra las rodillas), se abrían y se cerraban con suma
facilidad, con suma elegancia… Desde que yo cumplí cuarenta y siete,
cuarenta y ocho, hace como cinco años, esto ni con torniquete se
abre… ¡es dificilísimo!... ¡muy difícil! Por eso entonces, es que la
posición física de las rodillas juntas es también la historia del
vínculo… una historia que hace a nuestra relación amorosa… a
nuestra historia. A veces yo pienso y me pregunto: ¡por Dios!, qué es
lo que me da tanta rabia de Ana María, y veo que lo que me da tanta
rabia es la autonomía que tiene, la autonomía, la independencia. Es
la posibilidad de ser independiente de mí, está casi pegada a mí,
…todo el sábado… pero ella sigue estudiando inglés mientras yo estoy
toda la tarde (se levanta y se sienta) que me levanto, que no me
levanto, que me levanto… ¡Por Dios!... qué dependiente que soy…
(Se sienta en el lugar de Adriana y realiza la mímica de sus
movimientos) La posición física de Adriana viene a ser la siguiente. A
ver… Sí. Ella estudia historia, se coloca en esta posición, la pierna
izquierda. El talón de la pierna izquierda está sobre la ingle derecha,
hmm…, talón de pierna izquierda sobre ingle derecha, es una posición
aparentemente incómoda, para mucha gente, porque la gente se
acalambra en esta posición, es decir, esta posición es difícil,
solamente Adriana y yo podemos sentarnos naturalmente así… sin
contracturas, sin problemas de rodillas, es una posición natural para
nosotros. Ella la copió de mí. (Pausa) Estudia historia. A eso de las
cuatro y cuarto, más o menos, Adriana hace un movimiento hacia
atrás, gira hacia acá y me mira… y yo siento que me dice: “papá, vos
y yo nos sentamos solamente así…”. Y a eso de las siete, siete y diez,
más o menos, hace un movimiento más rápido, que es desde acá,
hace así, es así… y dice: “te adoro papá, te adoro papá, te adoro
papá, te adoro papá…” Te adoro. (Pausa larga).
Es increíble la repetición de cada gesto, de cada minuciosidad,
es gracioso, pero cuando tomamos conciencia de la globalidad todo
se vuelve trágico… trágico… (se sienta en su lugar).
Bueno sábado tres y media de la tarde… a eso más o menos de
las cuatro y cuarto sonó el timbre de mi casa, cosa que me alegró
profundamente porque me permitió saltar de la silla elegantemente…
“¡Sí!” (se levanta atléticamente.) Al sonar el timbre me levanté así
atléticamente, casi como en un lineout. “Sí”… mi mujer siguió
estudiando inglés… no me miró, después hice un primer movimiento
hacia acá (se dirige hacia el costado donde imaginariamente está la
puerta y a partir de allí mima alternativamente la presencia del
visitante “hombre bien” y la de él), espontáneo, abrí la puerta… aquí
abrí la puerta, aquí… y aquí aparece un señor bien vestido, un tipo
bien, difícil precisar qué es un tipo bien, cuando un tipo es un tipo
bien es un tipo bien… y la gente bien es muy difícil de imitar, quiero
decir, tienen un movimiento muy lindo de cadera y de hombro,
angular, un tipo bien, bien vestido, elegante, jugador de polo, Colegio
Champagnat, Lasalle… ¡qué pinta la gente bien!, ¿no? (adopta la
posición física del gentleman) Un movimiento muy lindo con las
manos hacen, una arriba de la otra, así, no, muy fino, … y una
miradita… con la vista, así, no… (Imita el tono de la clase alta
argentina) “¡Buenas tarde, señor! Yo quisiera hablar con su hija
Adriana, diez minutitos, diez minutitos, nada más… quisiera hablar
con su hija Adriana, diez minutitos… Después vamos a hablar con
usted y con su mujer, ¿eh?” Yo me quedé fascinado con las formas,
porque hacen una cosa muy linda, hacen dos cosas muy lindas… una
es una especie de armonía de movimientos corporales, y que es como
tirar la mano para acá y después la vuelven, hummm, así, hum, eh, y
después otra cosa que hacen muy linda es que no miran a la cara
cuando hablan, mirando ahí, no miran acá, miran ahí, ahí, eh, no, no
miran nunca a la cara, entonces como yo soy un tipo que tiene una
especie de admiración por la clase alta, de amor imposible ay cuando
me dijo eso, me puse… me mimeticé y le dije: (Imita la voz del tipo
bien.) “si usted quiere hablar con mi hija Adriana primero tiene que
hablar conmigo y mi mujer…” Y él se dio cuenta que yo lo estaba
imitando, quiero decir que había hecho una cosa que hacen ellos muy
bien, que es no pronunciar las vocales, no. Yo lo imité, ¡Yo lo imité!
“Si usted quiere hablar con mi hija Adriana…” Él me miró con esa
superioridad de la gente bien, sin necesidad de mucho, me miraba,
entonces apenas me miró yo sentí una especie de derrota, pescaba
que yo lo estaba imitando, imitando, tratando de descifrar las
tonalidades de la gente bien para hablar como él… entonces
rápidamente me dijo: “Por favor señor, vamos a aclarar bien las
cosas, que no estamos en la épocas de annntes, ¡por favor, señor,
tranquilícese que no estamos en la época de Antesss! ¡¡¡Antessss!!!”
Como yo soy disléxico y pierdo el sentido del tiempo y del
espacio, creo que, ahora me doy cuenta, que “Antessss, Annntesss”,
se refería a un período anterior, un período que era anterior, y
después, viene el futuro. Pero como soy disléxico, me quedé con el
Annntesss… me enfrenté a él y le dije: “¡Y yo soy el PAAADRE, yo soy
el PAAADRE!” Me puse cacofónico. Nos miramos. Y acá pasó una cosa
preciosa. … Él me miró y como si hubiera comprendido toda mi
relación histórica y con Adriana… todo de golpe, de golpe, me miró
y… no me dijo nada, pero yo sentí que me decía “… pobre… está bien,
…a todos a esta edad nos pasa lo mismo… qué vas a hacer… somos
dependientes de la mujer…” Pero sin palabras, con gestos, muy
chiquitos… (Pausa.) parece increíble a mi edad, tanto esfuerzo que
hacemos por ser machos y de repente un tipo que no conozco
comprendió toda la historia de la relación con mi mujer, todo,
minuciosamente todo, ¡en cinco minutos se dio cuenta de todo! Y yo
quedé esperando que ella dijera: “yo soy la madre”. ¡se dio cuenta
que ella no se levantó y que yo me sentí humillado! Me emocionó
tanta comprensión, esta especie de alianza de clase de calzonudos” Y
entonces me emocioné y quise como abrazarlo ¡pocos hombres me
habían entendido así! Confieso que hasta creo que hubo como un
intento de beso, pero no beso de marica, no, no, beso de hombre… y
acá me equivoqué otra vez porque me olvidé que la clase alta no se
toca… la clase alta no se toca, no se deja agarrar, son gente que
tienen una habilidad enorme de moverse sin tocarse. (hace un
movimiento mímico imitando el tipo bien esquivándole el abrazo y
cómo penetra estéticamente en su living en dirección a Adriana.) Él,
sobre la marcha y con una gran elegancia, hace este movimiento
estético moviéndose hacia aquí… juro que cuando él se mueve… yo
estoy acá desairado… lo primero que hice fue colocar la boca hacia
acá (Retracción del labio en posición del beso inicial.)… me dio pudor,
me dio mucho pudor este movimiento… él está aquí, la mano
izquierda de él… juro que en este momento no retengo… sé que está
la mano izquierda de él dirigida hacia Adriana pero no puedo recordar
dónde está Adriana en este momento… no percibo la figura de ella
sólo sé que él está acá (Se sienta en la silla de Ana María e imita el
fallido empujón de ésta sobre el hombre bien y luego mima la forma
en que la esquiva estéticamente.) y Ana María está aquí sentada a un
metro veinte, un metro treinta, pega un salto hacia él cuando lo ve
venir hacia Adriana, como para empujarlo, y él, como si conociera el
movimiento de Ana María, como si captara todo esto, hace así, así,
así y Ana María pasa de largo y boom! ¡ se da con la jeta contra la
pared! Y él se queda acá. Aquí, aquí, sí, por Dios, recuerdo ahora que
Adriana está levantada, le toma la mano derecha a la nena y (Mira el
pasaje de Adriana y el hombre bien, hacia la puerta de calle, tomados
de la mano.) aquí primeramente percibo que Adriana está con la
mano derecha aquí, la mano izquierda de él aquí, la mano derecha de
Adriana aquí, hay un movimiento de Adriana que me mira, me mira y
yo siento que me dice: “te quiero papá, te quiero papá…” Hay un
sucesivo pase, una armonía estética en el deslizarse de los dos,
ninguna violencia, ninguna agresión, ¡Nada!, ¡Nada! era intimidad, ni
violatorio de nada, todo se deslizaba, la mano derecha aquí, la mano
izquierda aquí, la mano… cuando pasa Adriana aquí, hacia adelante,
yo avanzo, fue el primer movimiento espontáneo de la tarde! pero no
puedo hacerlo porque hay un hombre que se me cruza, se me cruza
en el momento en que yo avanzo hacia Adriana para pararla, en el
momento en el que yo voy a avanzar. Adriana está con el primer
hombre que se la lleva poco a poco. Ella alejándose y se me adelanta
el hombre: “¡Por favor señor, no estamos en la época de antes! Por
favor señor, que no estamos en la época de antes, ¿eh? Vamos a
hablar diez minutitos con su hija, vamos a volver a hablar con usted
y su mujer ¿eh? Diez minutitos, eh…” Hay un último movimiento de
Adriana, que me vuelve a mirar:”¡Adiós papá! ¡¡¡adiós papá, adiós
papá!!!”
Yo no recuerdo… estoy aquí sentado… recuerdo una serie de
imágenes… (vuelve a colocarse en su silla y realiza movimientos
mímicos de las posiciones de él y Ana María después que se la
llevaron a Adriana.) estoy aquí… sé que hay una mirada de Ana María
que está acá… y Ana María me mira, como los matrimonios no nos
miramos habitualmente, más allá de… más allá de…
Tampoco recuerdo cómo llega Ana María aquí, lo que sí
recuerdo que la mano derecha de ella está aquí, la mano izquierda
mía aquí, así, sí, sí aquí está, la mano, le tomo la mano derecha con
la izquierda mía, le aprieto la mano, es una ceremonia, un ritual del
silencio, del dolor, sin hablar… todo estaba acá, todo estaba acá, ¡por
Dios!... las dos manos tocándose, no había nada que hablar… y yo
descubro: ésta es mi mujer… ésta es mi mujer… Y los dos miramos
cómo se la llevaban a Adriana…
(Entra Tita colocándose detrás de él. A partir de aquí y durante
ciertos momentos de la obra los dos personajes sentados en ambas
sillas realizan movimientos con las sillas que en la puesta inicial de
Brisky tenían en sentido de acercamiento o distanciamiento afectivo
de los personajes en momentos críticos. No queremos “marcar”
nuestros movimientos, es decir, los momentos de mayor
acercamiento o distanciamiento o persecución de ambos personajes
expresados a través del movimiento de las sillas. En nuestra puesta
los personajes se aproximan sin tocarse nunca. Cada elenco debe
encontrar a través de los ensayos sus propios movimientos.)
Me resulta tan difícil hablar Tita, tan difícil, tenía tantas ganas
de hablar con vos… tantas ganas de hablar con vos, ¡por Dios! No me
salen las palabras de la boca, me cuesta hablar. Con Ana María no
puedo hablar, no puedo hablar, es increíble en un momento como
este en que deberíamos estar más juntos con Ana, más juntos que
nunca, estamos evitando enfrentarnos, no nos miramos, no podemos
mirarnos a la cara… Tita. Estoy viviendo como un sueño, Tita, como
un sueño, a veces tengo la impresión de que se va a abrir la puerta y
va a aparecer Adriana como todos los días… Vos sabés Tita que con
Ana María fuimos una pareja que nos quisimos mucho, muchísimo.
Una pareja triste, resignada, esperando algo que nunca llegaba y
paralizados por una ilusión!
Todos nuestros diálogos desembocaban siempre en lo mismo,
en esa especial frustración de la espera, habíamos agotado todos los
tratamientos médicos posibles y sin embargo los dos seguíamos
aferrados a la esperanza, éramos una pareja resignada pera cada uno
de nosotros tenía en el fondo una secreta ilusión, pero esa secreta
ilusión no la compartíamos, habíamos agotado el dolor de compartir
algo! Por eso cuando se acercaba la fecha, cada mes, ¡por Dios!,
esperábamos el milagro, pero sin hablar, en silencio… (Pausa.) Y
después, Tita, la llegada de Adriana… Yo te puedo decir literalmente
que la llegada de Adriana modificó nuestra pareja. ¡Nosotros fuimos
una pareja antes de Adriana y después fuimos otra pareja…!
(Pausa.)¡nos han quitado la vida Tita! ¡Nos han quitado la vida! ¡Me
siento tan solo, tan vacío! ¡Ya nada tiene sentido para mí, Tita, es
espantoso! Disculpá… disculpá mi incoherencia, Tita, pero me siento
desgarrado por dentro, el esternón, las costillas, estoy roto, y la
desesperación es no poder imaginar cómo puedo seguir viviendo sin
la nena…, ¡cómo puedo seguir viviendo sin la nena!
Antes teníamos la ilusión con la esperanza. Ahora nos queda el
recuerdo pero sin esperanzas. Nunca quise a nadie más en mi vida
que Adriana. ¡NUNCA! Y me la robaron, Tita, ¡me la robaron con
mentiras! ¡sabias mentiras que solamente esta gente es capaz de
transformar, lo bueno en lo malo, lo justo en injusto!
¡Cuando la calumnia de esta gente echa a rodar, todos los
valores se trastocan!
Yo pensaba que la maldad era una cosa abstracta, ¡teórica!
Pero cuando la veo encarnada en personas de carne y hueso, que
gritan, se ríen, gesticulan, insultan y persiguen, Tita, persiguen, como
si hubieran nacido para eso, ¡¡¡para perseguir…!!! Me siento tan solo,
Tita… es muy difícil explicarte, Tita, el vacío inenarrable que se
siente… Vos sabés que en estos momentos… Tita… uno se aferra a los
recuerdos, a las imágenes… Cada imagen, te aferrás, así, así, así, así.
(Pausa.) Los domingos a la mañana nosotros estábamos en la cama;
Ana María y yo leíamos el diario en la cama, a Adriana la sacábamos
a pasear después del desayuno… Cuando uno leía el diario, eh, y la
nena venía a eso de las diez de la mañana y se metía en la cama
entre nosotros dos, pero no hacía como todos los chicos “¡papámamá,
cuándo me van a sacar a pasear!” Se quedaba en silencio, en
silencio… Después Ana María le ponía un vestidito… la llevábamos a
tomar el desayuno, aquí a lo de don Ignacio, ¿conocés a don Ignacio,
Tita? ¡Tita! ¡Tita! (Tita no lo mira.)
Íbamos caminando, Ana María a la derecha, en el centro
Adriana y yo a la izquierda… nos acercábamos a la vereda y apenas
don Ignacio nos veía venir, gritaba: “¡Medias lunas con dulce y
manteca para la niña Adriana! ¡Medias lunas con dulce y manteca
para la…”!
TITA: (Gritando) ¡Ya escuché!, ¡ya escuché!
Después la sacábamos a pasear… Tita. A veces íbamos al
“Italpark”, al Tigre, a Ezeiza,… al bowling… Vos no sabés la paciencia
infinita que le tenía Ana María a la nena… infinita… ¡cómo si hubiera
almacenado todo su amor durante tantos años de espera y hubiera
podido expresarlo de golpe sobre la nena! (Pausa.)
Don Ignacio vino a verme el otro día… él la quería mucho a la
nena. Quince días después que se la llevaron vino a verme... golpeó,
abrí la puerta, me miró. Nos abrazamos, el viejo me apretaba y
sollozaba, me apretaba fuerte, ¡abrazo de macho, Tita! Abrazo de los
de antes, sollozaba y me apretaba… yo nunca lloré tanto, Tita, ni
cuando murió mamá…
TITA: (Se levanta de la silla.) ¡¡Mamá!! (Se sienta lentamente.)
Mamá, mamá…
Ana María bajó diez kilos desde que se llevaron a la nena, Tita.
Se está volviendo loca. Ella, que era tan solidaria, una mujer tan
fuerte, fue demasiado brutal, demasiado de golpe, fue espantoso, voy
a tener que sacarla del cuarto de la nena… cierra la puerta con llave y
habla, habla, como si estuviera con la nena. Se va a la cocina y dice:
“no puede ser, no puede ser”… Nos dejaron solos, Tita, en este país
de mierda, en este país de cagones, en este país de cornudos, nos
dejaron solos, ¡Tita! ¡No vino nadie a vernos! En este país de
cabrones, no vino nadie, Tita, nos dejaron solos, ¡solos! (Pausa. Se
acerca, parece que la va a tocar, pero nunca llega a hacerlo.)
Veinte días antes de que se la llevaran, yo le hice una reunión a
Adriana. Vinieron los chicos y las chicas del colegio. Vos la conocés a
Ana María, hizo empanadas, para todos. Meta empanadas y vino. Yo
estaba en un rincón viéndolos a los chicos y Ana María me decía:
“ahora cuando vengan los padres a buscar a los chicos, salúdalos, no
seas tímido como siempre, hablá un ratito”.
Vos sabés Tita que en el fondo yo soy muy tímido… vos me
conocés bien… Tita, si no me conocés bien vos, ¿Quién me conoce,
eh? (Tita no lo mira.)
Había una pelirroja amiga de Adriana entre las amigas, y de
repente vino el padre a buscarla y se puso a hablar de fútbol con
otro, de River, ¡Tita!, de la época de “La Máquina”, de mi época,
empezamos a hablar de fútbol con el padre de la pelirroja. Ana María
me miraba y me decía: “ahora te gusta hablar, ¿eh?”, ¿Y qué querés?
Le decía yo, si lo único de lo que me gusta hablar es de fútbol…
quedamos con el padre de la pelirroja, la amiguita de Adriana, en ir al
fútbol juntos… él había quedado en llamarme para ir juntos a la
cancha… (Pausa larga.)
Quince días después que se llevaron a la nena, fui a lo de don
Paco, a la farmacia, conocés lo de don Paco, Tita, ¿eh? (Tita no lo
mira.) ¿Sabés dónde está? La farmacia… a la vuelta de la esquina, fui
a comprar aspirinas, y cuando estaba pagando en la farmacia, miré a
un costado… y estaba parado el padre de la pelirroja, el que había
estado en casa quince días antes y yo lo miré y “¿qué tal!? ¿Qué tal,
cómo… !?” Me esquivo, Tita, el hijo de puta me esquivó… tuvo miedo,
se puso a mirar la vidriera para no saludarme… el mismo que había
estado en casa, el hincha de River… ¡cagones! Por eso, Tita, cuando
Ana María me dijo que vos habías hablado por teléfono para avisar
que venías a verme, yo pensé… ¡pero esta es la misma amiga de
siempre…! ¡Cuando yo estoy jodido vos estás a mi lado siempre y
cuando vos estás jodida yo estoy…! Porque siempre estamos juntos,
porque no tenemos miedo (Hace un chistido a Tita.)… ¡Shh! ¡Shhh!
¡Shh!
El otro día, el otro día sonó el teléfono, dos veces, no
contestaron. Ana María pensó que era la nena, Tita, que no la
dejaban hablar… pero que en cambio podía escuchar… Se puso como
una loca, Tita… ¡Nena!, ¡Por Dios! Te están haciendo algo, te están
pegando, yo estoy aquí con papá, te quiero mucho, hija… ¡Se estaba
volviendo loca, Tita!
Yo le saqué el teléfono: “¡Hola, Adriana! ¡Aquí están papá y
mamá, hija! ¡No hables, escuchá! ¡No hables, hija! Adriana, mamá y
papá están acá rezando, rezando por vos…”(Cruza las manos en
actitud de rezo.)
(Se entrecorta el discurso.) El otro día cuando la vinieron a
buscar… Yo quisiera hablar con su hija Adriana… yo soy el padre… en
silencio… no estamos en la época de antes… no estamos en la época
de antes… la mano derecha… Adriana, adiós, papá, adiós papá, adiós
papáaaa…
Yo pensé que esto podría ocurrir alguna vez, Tita, pero nunca
imaginé que fuera así, demasiado de golpe, estas cosas… pueden
ocurrirle a otro, a otro. Nunca a uno. De haber sabido que las cosas
podían ocurrir así, pienso que tal vez deberíamos haber actuado de
otra manera, haber hablado más con ella, haberla prevenido, a veces
pienso si no nos equivocamos en algo. A veces pienso, Tita, si no nos
equivocamos con la nena… haberle dicho algo, explicarle algo,
sugerido algo…
Una sola vez en el día tengo la oportunidad de hablar con Ana
María, ¡una sola vez! Y yo le pregunto: ¿no nos equivocamos en algo
con la nena, Ana María, no deberíamos haberle explicado algo,
haberle dicho algo? Pero ella no contesta, Tita, ella no habla, no
come, no duerme, no ríe. Se está volviendo loca, ¡loca! Y yo tengo
miedo por ella, Tita, pero también tengo miedo por mí… A veces he
pensado si lo mejor que pudiera pasarnos a los dos… (Tita se levanta
como para acariciarlo. Él la elude y se sienta en la otra silla.)
Me da vergüenza, a esta edad, me da vergüenza decírtelo, Tita,
pero tengo miedo de que te vayas y me dejes solo… solo con Ana
María, me siento tan solo, tan impotente, Tita, ¡tengo que salir a
trabajar! Y ella habla, habla como si estuviera con la nena, ¡se está
volviendo loca, Tita! Tengo que salir a trabajar y no puedo dejarla
sola, me siento tan impotente, no puedo dejarla acá sola. ¡Tengo
tanto odio, Tita! ¡Tanto resentimiento! Nos dejaron solos. No puedo
dejarla acá sola, ¡Tita! No te vayas, Tita, no te vayas. Tengo miedo,
tengo miedo… no me dejes, Tita. Por Dios, Tita, no me dejes solo.
¡Tengo miedo de que se vuelva loca adelante mío! (Pausa. Se vuelve
a aproximar, pero nunca se tocan.)
Vos sabés Tita, vos sabés que yo nunca tomo nada para
dormir… ahora todas las noches tomo algo para dormir… porque no
aguanto, ¡no aguanto todas las noches el olor a lágrimas de Ana
María llorando por la nena! ¡No aguanto las lágrimas! ¡Me da asco!
¡Asco del olor a lágrimas! No aguanto el olor a lágrimas en la camas y
me escapo… me escapo de la cama… y vengo al living… me tomo dos
pastillas y apenas comienzo a dormitar, apenas comienzo a dormitar
se me aparece la cara de Adriana riéndose, entonces tengo la
impresión de que todo fue una pesadilla y le empiezo a contar que
soñé que la habían venido a buscar y que se la llevaban… y lloro
como un loco, no sé si de alegría o de pena y de repente la cara de la
nena se empieza a esfumar y yo me siento sobresaltado. Desde que
la vinieron a buscar sueño lo mismo todas las noches. Me doy cuenta
de que estoy soñando, pero me hago trampas, Tita, trato de pensar
de que es realidad, que no es un sueño, para retener la imagen de la
nena tres segundo, nada más que tres segundos… para verle la cara
unos instantes, nada más que unos instantes. (le chista a Tita.)
¡Shhh! ¡Schhh! Es Ana María, Tita. ¡Es Ana! ¡Shhh! ¡Shhh! ¡Es Ana!
(Se dirige hacia la pared posterior, donde se coloca bruscamente en
posición de “cacheos” policiales con los brazos y las manos abiertas
apoyadas y tocando la pared. Al darse vuelta aparece transformado
en un burdo personaje fascista, con las manos en la cintura. El
proceso de metamorfosis es casi grotesco. Lentamente vuelve al
“personaje” anterior y se sienta para reanudar el diálogo con Tita. Al
reanudar el diálogo con Tita algo del personaje fascista se debe
apreciar sutilmente en la actuación.)
Vos sabés, Tita, que la nena sufrió mucho. Primero lo de los
padres y ahora esto… ¿Vos sabés como conocí yo a los padres de
Adriana, Tita? Él tenía un buraco acá en el frontal, era impresionante,
…diez centímetros… acá… ¡impresionante! Tenía además un agujero
en el molar, fosa orbicular derecha, comisura labial. Se le veía el piso
de la boca… Nunca vi tanto agujero en una jeta, además tenía el
parietal abierto, con salida de masa encefálica, ¡era impresionante! A
ella, le habían tirado con una 45 durmiendo, acá, en la cama, no
tenía jeta… no tenía jeta, Tita, tenía una cavidad, se le veía apenitas
un poquito del ojo acá… ¡era impresionante! Ninguno de los dos tenía
cara… Me llamaron para ver si estaba vivos, lindo oficio el de médico,
Tita, ¿eh?! (Se ríe. Tita no lo mira.) Los muchachos me llamaron para
ver si estaban vivos. Fue un domingo a la tarde, en la calle Amenábar
2030, me puse el guardapolvo blanco, agarré el aparato de la presión
arterial que me regaló papá… Te acordás, Tita, del aparato que me
regaló papá (Se ríe.), y me subí al coche. Lindo oficio el de médico,
¿eh? Llegué a las cinco de la tarde ahí, toqué el timbre, apareció uno
de los muchachos lleno de sangre, con el arma en la mano, y me
dijo:”¡Buenas tardes, doctor!; yo miré y vi a otros dos tipos parados
en la ventana, estaban armados. “¡Buenas tarde, doctor”! “¿Sí?”
“Queremos que usted certifique si la señora ha fallecido porque hasta
hace poco estaba gritando”…
Yo miré hacia la cama… ella tenía el bracito colgando, no tenía
jeta, Tita, una agujero así… “¿usted quiere que yo revise a la
señora?” ¡Lindo oficio el de médico, Tita! Él se fue caminando y se
puso al lado de los otros dos… el cuarto estaba todo lleno de sangre.
Había sangre en la puerta, en el piso, en el techo, en las ventanas.
Estaban los tres contra la ventana mirándome. Agarré el bracito de
ella, le coloqué el aparato de la presión que me regaló papá. “¡Cero!”
“La señora ha fallecido”, dije. “Muchas gracias, doctor. Queríamos
que usted certificara”, y se fueron… Tita.
Me dejaron solo. ¡El papá y la mamá de Adriana eran fanáticos,
Tita! ¡A estos hijos de mil putas, si no los cagaban a balazos en la
cama te cagaban ellos, te hacían volar la casa…! Estaba ahí… yo me
acerqué a la cama… eran jóvenes…
(En este momento debe caer sangre1 sobre la cara del
personaje.) Me dejaron solo. Escuché como un llanto, Tita, en el
cuarto de al lado… abrí la puerta y vi a la nena ¡hijos de puta! ¡tienen
a la nena acá! ¡hijos de puta! ¡estaba la nena acá…! ¿Qué edad
tendría Adriana?, Un año y medio o dos… Por Dios, ¡un milagro de
Dios!, ¡tantos años esperando, gracias a Dios…! ¡Quién te va a cuidar
a vos más que yo y Ana María; que estuvimos esperándote tantos
años! Agarré a la nena y la puse en el coche y la nena me miraba con
esos ojos celestes, la nena me miraba y se la llevé a Ana, y Ana abrió
la puerta ¡Ana! ¡Ana!, no digas nada, esta nena es nuestra, Ana, esta
nena es… no preguntes nada, no preguntes nada… ¡me la gané yo,
yo, YO! Esta nena es nuestra, me la gané YO! Esta nena es nuestra,
me la gané ¡YO! ¡YO! ¡¡¡Es nuestra!!! ¡¡Sh Shhh!! No preguntes nada.
nunca preguntes nada. Nunca más preguntes nada. Nunca más.
Le ensañamos a decir mamá y papá de entrada.
Ella necesitaba tanto amor, Tita, y nosotros teníamos tantas
ganas de dárselo, ¡por Dios!
¡Eran épocas de mierda, Tita! Había que salir a cagarse a
balazos todos los días… Por eso, Tita, cada vez que suena el teléfono
y yo pienso que puede ser Adriana, que no la dejan hablar pero que
en cambio puede escuchar… (la cara debiera estar totalmente
ensangrentada.)
“Hola, Adriana, no hables hija, no hables y escucha, escucha…
yo quiero que se sepas que papá y mamá están aquí rezando por vos
todos los días, todos los días rezando… Hay que tener mucha
paciencia, Adriana, mucha paciencia. Porque si las cosas siguen así, y
Dios quiere, dentro de muy poco, vamos a estar juntos otra vez los
tres, Adriana. Si las cosas siguen así, dentro de muy poco, vamos a
estar juntos otra vez los tres…”
APAGÓN
1 Nosotros utilizamos un tubo con un líquido del color de la sangre. El tubo estaba colocado en el techo y
se implementaba en el momento preciso con una jeringa desde el costado.