viernes, 22 de febrero de 2008

"Estados Unidos ya perdió la guerra de Irak" por Immanuel Wallerstein*

Se acabó. Para que Estados Unidos ganara la guerra de Irak se requerirían tres cosas:
derrotar la resistencia iraquí,
establecer un gobierno estable en Irak que sea amigable a
Estados Unidos y,
mantener el respaldo del pueblo estadounidense mientras se
llevan a cabo las dos primeras cosas.


Ninguna de estas tres cuestiones parece ya posible. Primero, los militares estadounidenses ya no creen que puedan derrotar a la resistencia.

Segundo, la probabilidad de que los políticos iraquíes puedan ponerse de acuerdo en torno a una Constitución es casi nula, y como tal la probabilidad de que haya un gobierno central mínimamente estable es casi imposible. Tercero, el público estadounidense se vuelve contra la guerra porque no ve “luz alguna al final del túnel”.

Como resultado, el régimen de Bush se halla en una posición imposible. Le gustaría retirarse en forma digna, dando alguna apariencia de victoria. Pero si intenta hacer esto, confrontará en casa enojo y decepción feroces por el partido de la guerra. Si no lo hace, confrontará el feroz enojo de quienes piensan que hay que retirarse. Al final, no podrá satisfacer a ninguno, perderá presencia precipitadamente y la gente lo recordará con ignominia.

Veamos lo que está pasando. Este mes, el general George Casey, comandante general estadounidense en Irak, sugirió que podría ser posible reducir 30 mil efectivos estadounidenses en Irak debido a que las fuerzas armadas del gobierno iraquí mostraban mejoras en su capacidad de manejar la situación. Casi de inmediato, esta posición fue atacada por el partido de la guerra, y el Pentágono enmendó su aseveración sugiriendo que tal vez esto no ocurriría, debido a que tal vez las fuerzas de Irak no estaban listas para manejar la situación, lo que seguro es cierto. Al mismo tiempo, aparecieron reportajes en los principales periódicos que sugerían que el nivel de sofisticación militar de las fuerzas insurgentes ha crecido constante y sorprendentemente. El incremento en la tasa de muertes de soldados estadounidenses, ciertamente lo confirma.

En el debate en torno a la Constitución iraquí existen dos problemas grandes. Uno es el grado al cual la Constitución habrá de institucionalizar la ley islámica. Es concebible que, si hubiera tiempo y confianza suficientes, podría haber un compromiso con este punto que satisficiera más o menos a ambas partes. Pero el segundo punto es más intratable. Los kurdos, que en realidad siguen queriendo un Estado independiente, no se calmarán con menos de una estructura federal que garantice su autonomía, el mantenimiento de su milicia, el control de Kirkuk, su capital, y sus recursos petroleros como botín.

Actualmente, los chiítas se dividen entre quienes sienten igual que los kurdos y quieren una estructura federal y aquellos que prefieren un fuerte gobierno central siempre y cuando ellos puedan controlar sus recursos y siempre y cuando tenga fondo islamita. Los sunitas, por su parte, están desesperados por mantener un Estado unificado, uno en donde mínimamente obtengan una tajada justa, y por cierto no quieren un Estado gobernado mediante las interpretaciones chiítas del Islam.

Estados Unidos ha intentado alentar un compromiso de esta naturaleza, pero es difícil que esto se logre. Así que hay dos posibilidades abiertas: que las diferencias entre los iraquíes hagan que la situación no sea duradera o un quiebre inmediato de las negociaciones. Ninguna de estas opciones satisface las necesidades de Estados Unidos. Por supuesto, hay una solución que podría abrir el cerrojo. Que los políticos iraquíes se unieran a la resistencia en un impulso nacionalista antiestadounidense, que podría unificar por lo menos al segmento no kurdo de la población. No debería descartarse esta posibilidad, que desde el punto de vista de Estados Unidos sería una pesadilla.

Para el régimen de Bush, el peor escenario de todos es el frente interno. La tasa de aprobación al presidente por su conducta en la guerra iraquí descendió a 36 por ciento. Ya tiene tiempo que las cifras bajan consistentemente y continuarán bajando. Pues ahora el pobre George W. Bush tiene que lidiar con la vigilia de Cindy Sheehan. Ella es una mujer de 48 años, madre de un soldado que murió en Irak el año pasado. Encendida por el comentario de Bush de que los soldados estadounidenses fallecieron por “una noble causa”, decidió ir a Crawford, Texas, y pidió ver al presidente para que le explicara por cuál “noble causa” pereció su hijo.

Por supuesto, Bush no ha tenido el valor de verla. Le ha mandado emisarios. Ella dijo que eso no era suficiente, que quería verlo en persona. Ahora dice que mantendrá su vigilia fuera de la casa de Bush hasta que él salga a verla o la arresten. Al principio la ignoró la prensa. Pero ahora, otras madres de soldados en Irak se unieron a ella.

Comienza a juntar el respaldo moral de más y más personas que antes habían apoyado la guerra. Y la prensa nacional la está volviendo gran celebridad, y la comparan con Rosa Parks, la mujer negra que hace medio siglo en Montgomery, Alabama, rehusó irse a la parte trasera del autobús, con lo que se encendió la chispa que transformó en causa dominante la lucha de los derechos de los negros.

Bush no hablará con ella porque sabe que no hay nada que pueda decirle. Verla es desacreditarse. Pero no verla lo desacredita también. La presión para retirarse de Irak se está volviendo dominante. No es porque el público estadounidense comparta la idea de que Estados Unidos es una potencia imperialista en Irak. Es porque no parece haber luz alguna al final del túnel. O más bien sí hay luz, la que un cáustico cartonista canadiense del Calgary Sun dibujó recientemente.

En su cartón se muestra a un soldado en un túnel oscuro que se aproxima a alguien cuyo cuerpo está envuelto en explosivos. La luz proviene del cerillo que esta persona le aplica a la mecha que ocasionará la explosión. En los meses siguientes a los ataques en Londres y con el alto nivel de muertes en Irak, es esta luz la que el público estadounidense comienza a ver. Bush está atrapado en un dilema insoluble. La guerra está perdida.






Immanuel Wallerstein
Profesor de historia y politólogo, Immanuel Wallerstein dirige el centro Fernand Braudel de la universidad de Binghamton (estado de Nueva York). Imparte clases asimismo en la Escuela de Altos Estudios de Ciencias Sociales (EHESS) de París. Fue presidente de la Asociación Internacional de Sociología (AIS) de 1994 a 1998 y es investigador asociado de la universidad de Yale. Se inició como experto en cuestiones post coloniales africanas y se distinguió a continuación como historiador y teórico de la macroeconomía capitalista global. Gracias a su asociación con los movimientos «antisistémicos» se convirtió en la eminencia gris de los movimientos antiglobalización junto a Pierre Bourdieu y Noam Chomsky.

"EL TESTAMENTO POLÍTICO DE ADOLF HITLER" por Darío Yancán

ADVERTENCIA

EL SIGUIENTE TEXTO NO TIENE LA INTENCIÓN DE CONTRIBUIR CON LA COMODIDAD Y EL CONFORT DE LOS LECTORES. A QUIENES SE SIENTAN INCOMODOS, LES PIDO DISCULPAS.


Intro

Desde hace años mantengo una inconclusa discusión con colegas y militantes, sobre la conveniencia o no de la lectura de ciertos textos. En su mayoría, he recibido objeciones tales como: "no pierdas tiempo en palabras del enemigo" o " te puede influenciar mal".
Como todo debate inconcluso, he ido alimentando la discución paulatinamente con reflexiones que aún son duda para mí. Cuándo unO llega al límite de la formación? cuándo un cierra los oidos a lo desconocido en pos de un posicionamiento? cuando un texto es indultado por el tiempo? y en definitiva, el exponerse a la posibilidad de alteración personal, no es más que una reafirmación del propio ser.

Desde el día en que me decidí llevar adelante este espacio, me motivó la esperanza de ser leido por individuidades permeables que tuvieren la posibilidad de reconstruirse a si mismos. De individuos que estuviesen dispuestos a correr el riesgo de asomarse al abismo para poder decidir si saltar y tomar vuelo o reposar en la seguridad de los pies en la tierra.

Este texto que a continuación publico, no hace más que cerrar el circuito iniciado por MI LUCHA y por RAZA Y DESTINO.

Si es o no conveniente su publicación, lo dejo librado a sus paraceres. Espero que lo puedan hacer; tomarlo, leerlo y reposicionarse, o buscar resguardo en la TV.



Mi Último Deseo y Testamento Político

Como consideré que no debía aceptar la responsabilidad, durante los años de conflicto, de contraer matrimonio, ahora he decidido, antes de concluir mi carrera en la tierra, tomar en matrimonio a la mujer, quien después de muchos años de fiel amistad, entró a la sitiada ciudad por su propia voluntad, con el propósito de compartir su destino conmigo. Por su propio deseo, ella ira a la muerte como mi esposa. Eso nos compensará, por lo que ambos perdimos por mi trabajo al servicio del pueblo.
Lo que poseo, pertenece en su debido grado al Partido. Si este ya no existe, al Estado; si el Estado también es destruido, no hace falta una última decisión mía.
Mis pinturas, en las colecciones que he comprado durante el curso de los años, nunca fueron coleccionadas con propósitos privados, sino como una extensión de la galería de mi casa en Linz a.d. Donau.
Es mi más sincero deseo que este legado sea debidamente ejecutado.
Designo como mi Albacea, a mi más fiel camarada del Partido, Martin Bormann. A él le doy mi máxima autoridad legal, para que tome todo lo que tenga un valor sentimental o que les sea necesario para mantener una vida modesta y simple a mis hermanos y hermanas, sobretodo también para la madre de mi esposa y mis colaboradores que son bien conocidos por él, principalmente, mis secretarias sin igual, Frau Winter, etc. quienes por muchos años me ayudaron en mi trabajo.
Yo, personalmente, y mi esposa, para escapar a la deshonra de la deposición o capitulación, hemos escogido la muerte. Es nuestro deseo que seamos incinerados inmediatamente, en el lugar donde he llevado a cabo la mayor parte de mi trabajo diario, en el curso de doce años al servicio de mi pueblo.
Dado en Berlín, el 29 de Abril de 1945 a las 4:00 AM.



Mi Testamento Político
Primera Parte
Más de treinta años han pasado desde que en 1914 hice mi modesta contribución como voluntario en la Primera Guerra Mundial a la que fue forzado el Reich.
En esas tres décadas he actuado, únicamente por amor y lealtad a mi pueblo en todos mis pensamientos, actos y vida. Ellos me dieron la fuerza para tomar las decisiones más difíciles que mortal alguno nunca confrontó. En ello he empleado mi vida, mi esfuerzo en el trabajo y mi salud, durante estas tres décadas.
No es cierto que yo, o alguien más en Alemania, quisiera la guerra en 1939. Fue deseada e instigada exclusivamente por esos hombres de estado quienes han sido judíos o han trabajado para intereses judíos. He hecho muchas ofertas para el control y limitación de armamentos, las cuales no podrán ser olvidadas por la posteridad, para que la responsabilidad del inicio de la guerra sea echada sobre mí.
Tampoco he deseado nunca, que después de la fatal primera guerra mundial, una segunda contra Inglaterra, o aún sobre Estados Unidos, fuera desatada. Los siglos pasarán, pero de las ruinas de nuestras ciudades y monumentos, resurgirá el odio contra aquellos finalmente responsables -a quienes todos debemos agradecer todo lo sucedido- el Judaísmo Internacional y sus secuaces.
Tres días antes del inicio de la guerra entre Alemania y Polonia, le propuse al embajador británico en Berlín una solución al problema germano-polaco, similar al del caso del Distrito del Sarre, bajo control internacional. La existencia de esa oferta tampoco podrá ser negada. Fue rechazada únicamente por los círculos dirigentes de la política británica que querían la guerra, en parte, por debido a las posibilidades de negocios y en parte por la influencia de la propaganda organizada por el judaísmo internacional.
También he dejado bien en claro que, si las naciones de Europa fueron consideradas como meros bonos, que podían ser comprados y vendidos, en dinero e intereses financieros, por esos conspiradores internacionales, entonces esos competidores, los judíos, quienes son los verdaderos criminales en este conflicto asesino, deberán ser responsabilizados.
También quiero que nadie tenga ninguna duda, que esta vez han logrado que no sólo millones de niños arios en Europa mueran de hambre; hombres jóvenes han sufrido la muerte y no solo cientos de miles de mujeres y niños han sido bombardeados e incinerados hasta morir en las ciudades, sin que los verdaderos criminales hayan expiado su culpa, ni siquiera por medios humanos.
Después de seis años de guerra -que a despecho de los obstáculos será recordada algún día como la más gloriosa y valiente demostración del propósito de vida de una nación- no puedo abandonar la ciudad que es la capital de este Reich. Como las fuerzas son muy exiguas como para intentar cualquier oposición en contra de los ataques enemigos, y porque nuestra resistencia se ha venido debilitando por los hombres que nos han engañado con su falta de iniciativa, al permanecer en esta ciudad quiero compartir mi destino con los otros millones de hombres que han decidido hacer lo mismo. Tampoco quiero caer en manos de un enemigo, que querrá presentar un nuevo espectáculo organizado por los judíos, para el regocijo de las masas histéricas.
Por tanto he decidido permanecer en Berlín y libremente escoger la muerte en el momento que yo crea que la posición del Fuehrer y la propia Chancillería, no pueda ser más defendida.
Muero con el corazón feliz, consciente de los incalculables legados y logros de nuestros soldados en el frente, nuestras mujeres en casa, los logros de nuestros campesinos y obreros en su trabajo, únicos en la historia, de las juventudes que llevan mi nombre.
A ellos, desde el fondo de mi corazón, les expreso mi gratitud, como es evidente es mi deseo que ustedes, debido a eso, bajo ningún concepto abandonen la lucha en esta contienda sino que más bien la continúen, contra los enemigos de nuestra madre patria, sin importar dónde, fieles al credo de Clausewitz. Del sacrificio de nuestros soldados y por mi comunión con ellos en la muerte, nunca desaparecerá de la historia de Alemania, la semilla del radiante renacimiento del movimiento Nacional-Socialista y por tanto, de una verdadera comunidad de naciones.
Muchos de los hombres y mujeres valientes han decidido unir sus vidas con la mía. Hasta el ultimo momento he rogado y finalmente les he ordenado, no hacerlo y tomar parte en la última batalla de la nación. He rogado a los dirigentes del Ejército, la Marina y la Fuerza Aérea, reforzar por todos los medios el espíritu de resistencia de nuestros soldados en el sentido Nacionalsocialista, con especial referencia al hecho, de que también yo mismo, como creador y fundador de ese movimiento, he preferido la muerte a la cobarde abdicación o peor la capitulación.
Deberá, en un futuro, formar parte del código de honor del oficial alemán, como es actualmente de nuestra marina, que rendir un distrito o una ciudad es imposible, y que por sobre todo, nuestros líderes deben marchar al frente como ejemplos refulgentes, cumpliendo con fe en su obligación hasta la muerte.


Mi Testamento Político
Segunda Parte
Antes de mi muerte, expulso al ex Mariscal del Reich Herman Goering del partido y lo despojo de todos los derechos que pudiera gozar en virtud del decreto del 29 de junio de 1941; y también en virtud de mi manifiesto en el Reichtag el 29 de Junio de 1939. Designo en su lugar al Gran Almirante Doenitz, como Presidente del Reich y Supremo Comandante de las Fuerzas Armadas.
Antes de mi muerte, expulso del partido y de todas las oficinas del Estado al ex Reichsfuehrer-SS y Ministro del Interior, Heinrich Himmler. En su lugar designo al Gauleiter Karl Hanke como Reichsfuehrer-SS y Jefe de la Policía Alemana y designo al Gauleiter Paul Giesler como Ministro del Interior del Reich.
Goering y Himler, totalmente aparte de su deslealtad hacia mi persona, han hecho un daño enorme al país y a toda la nación, al efectuar negociaciones secretas con el enemigo, las que condujeron sin mi consentimiento y contra mis deseos, y al intentar usufructuar ilegalmente poderes del Estado.
Con el propósito de darle al pueblo alemán un gobierno compuesto por hombres honorables, un gobierno que pueda satisfacer sus deseos de continuar la guerra por todos los medios, designo a los siguientes miembros del nuevo gabinete de líderes de la nación:
Presidente del Reich: Dönitz
Canciller del Reich: Dr.Goebbels
Ministro del Partido: Bormann
Ministro del Exterior: Seyß-Inquart
Ministro del Interior: GauleiterGiesler
Ministro de Guerra: Dönitz
Comandante Supremo del Ejército de Tierra: Schörner
Comandante Supremo de la Marina de Guerra: Dönitz
Comandante Supremo de la Aviación: Greim
Reichsführer-SS y Jefe de la Policía Alemana: Gauleiter Hanke
Economía: Funk
Agricultura: Backe
Justicia: Thierack
Cultura: Dr.Scheel
Propaganda: Dr.Naumann
Finanzas: Schwerin-Crossigk
Trabajo: Dr.Hupfauer
Armamento: Saur
Director de la Organización Nacional del Frente del Trabajo y Miembro Asociado al Gabinete del Reich: Reichsminister Dr.Ley.
Como una cantidad de esos hombres, como Martin Borman, Dr. Goebbels, etc., conjuntamente con sus esposas, se unieron a mí por propia voluntad y no desean dejar la capital del Reich bajo cualquier circunstancia, pero desean perecer conmigo aquí, debo pedirles que obedezcan mi solicitud, y en este caso cedan sus propios intereses a los intereses de la nación, por sobre todos sus sentimientos.
Por su trabajo leal como camaradas, ellos estarán muy cerca de mí después de la muerte, así como el deseo de que mi espíritu perdure y que siempre siga con ellos. Dejen que sean estrictos, pero nunca injustos, pero sobretodo, no les permitan que el temor guíe sus actos, y que pongan el honor de la nación por sobre todas las cosas del mundo. Finalmente, permítanles que sean conscientes del hecho de que nuestra obligación, que es continuar la construcción del Estado Nacionalsocialista, signifique el trabajo de los siglos por venir, que colocará a cada persona individualmente, bajo la obligación de servir siempre al interés común y subordinar sus propios intereses a ese fin. Demando que todos los alemanes, todos los Nacionalsocialistas, hombres, mujeres y a todos los hombres de las Fuerzas Armadas, sean fieles y obedientes, hasta la muerte, al nuevo gobierno y a su Presidente.
Por sobre todo, encargo a los líderes de la nación y a todos sus subordinados la observación escrupulosa de las leyes de la raza y la oposición inmisericorde a los envenenadores de los pueblos, el judaísmo internacional.
Dado en Berlín, este 29avo día, de Abril de 1945 a las 4:00 AM.