No son días sencillos en la vida de Liliana Felipe, la cantante, actriz vaudevillesca, compositora y maestre de ceremonias en vena cabaretera recién llegada a Buenos Aires para regalar aires de tangos, danzones y boleros. Dice que la voz se le hace un nudo desde el lunes, cuando pisó por primera vez la Escuela de Mecánica de la Armada para conocer los agujeros negros del horror argentino que dejó la última dictadura militar. Ella, que insultó y escupió sobre borceguíes y purpurados; ella y sus letras, que hicieron de la memoria el material de inspiración artística, no puede hablar, tan inundada por las lágrimas que está.
“Es todo muy fuerte... Estoy en la ciudad con motivo del Sexto Encuentro Hemisférico de Performances y Políticas que organiza el Instituto Hemisférico de la Universidad de Nueva York y el Centro Cultural Recoleta, y fuimos a la ESMA, a propósito de una mesa de trabajo que desarrollamos sobre memoria, trauma y espacios. De pronto se siente que la vida te cambia; es antes y después de ver ese lugar. No se entiende que un ser humano pueda haber hecho eso y, por supuesto, no estoy pasando un buen momento. Siento que les seguimos pagando los sueldos, las jubilaciones y las pensiones a la gente que hizo esa barbarie, entonces dejo de comprender el mundo en que vivimos. Creo que no hay Justicia, que es el principio de todo, y entonces nadie se puede reconciliar cuando no existe la Justicia.”
Y “La Felipa” –como le dicen “los que me quieren y me llevan apretada entre colchones porque parece que ahora hay que hacer la revolución, pero en paz”– se irá en lágrimas, en carcajadas y en enojos durante toda la entrevista, “no por desequilibrio sino por indignación, porque no puede ser que en este país gane la derecha, cuando el Cono Sur está dando un ejemplo fuerte al mundo y es tan alentador lo que está ocurriendo como bloque. Por eso me extraña muchísimo que gane Macri”.
Alguien le recuerda lo oportuno de conversar acerca del repertorio que ensayará sobre las tablas del Empire el domingo y lunes próximos, de abrir esas postales de mujer sentada al piano que compone a través de melodías como “Tienes que decidir”, “Ninguna”, “Muchacho” o la convocante “Cumbia del pescado”. Sugerencia que acompaña su pareja, la actriz Jesusa Rodríguez, en los cabeceos cómplices de la paciencia. Pero Liliana prefiere abrazarse a la necesidad de arrancarles explicaciones a sus urgencias, y sacude el aire con manos de apuro. “Para el Hemisférico del jueves (guiño de la r.: consultar en el Centro Cultural Recoleta) haré toda la batería que tenga que ver con la memoria y los derechos humanos, y en el teatro será una recorrida por mis composiciones, que una vez sentada al piano arrancaré y veremos por dónde seguimos.”
Llegás a Buenos Aires en momentos que el cardenal Jorge Bergoglio propone bendecir con el perdón los pecados y las injusticias del pasado. –Estos tonsurados, travestidos de mierda, están alborotados porque creen que van a ganar y creen que van a volver a este negocio inmundo de la fe que manejan, este show deprimente de 2000 años de antigüedad. Y agrego, además, que por supuesto siento que los milicos son un parásito de la Iglesia Católica.
Descubriste dónde se encuentra el verdadero poder. –¡Es que ése es el poder, el negocio del pecado! La Iglesia te controla la boca y el culo. Y yo no soy una pecadora: a mí no me van a agarrar, y hasta que me maten diré lo porquería que me parece esa barbaridad que hacen con el ser humano.
Es una batalla demasiado compleja discutirle a la fe. –Sin embargo, estaba leyendo a Bertrand Russell, que aun siendo de la década del ’40 es muy curioso lo que dice acerca de que en todos los avances de la Justicia, en la abolición de la esclavitud, en cuanto a los derechos de la mujer, de la no discriminación, de lo que te imagines, siempre la Iglesia Católica ha estado en contra. Es difícil, sí, discutirle a lo inmaculado. Pero yo trabajo en contra de eso.
¿Contra el cristianismo y el pecado? –Te contesto con la letra de una canción: “Si diosito hubiera querido que no me masturbara me hubiera puesto el sexo más abajo o las manos más arriba/ o las tetas en la espalda o mi cuerpo en otro lado. Cada cosa que ves son dos cosas o tres. Cada cosa que ves tiene su derecho y tiene su revés”.
Las otras marcas
Nunca antes se le habían hecho carne con tanto vértigo las desapariciones de su hermana Esther y su cuñado, Luis Mónaco, como esta semana, cuando inclinó la vista hacia las escaleras que bajaban a los tabiques donde permanecían los prisioneros de la ESMA. “Se ven las marcas de los grilletes que llevaban en las piernas”, desespera, imaginando los pies de Esther y Luis sobre el piso de granito de La Perla, el centro clandestino cordobés donde fueron detenidos el 10 de enero de 1978 y torturados hasta sus fusilamientos. Su hija Paula, entonces de un mes de vida, fue rescatada por sus abuelos, quienes iniciaron una búsqueda de ocho años que culminó en los testimonios de compañeros de celda, cuando revelaron que la pareja había sido asesinada diez días después de su detención. “Me pregunto cómo es posible. Me hace pedazos.”
Te revela la desmemoria. –No creo que haya desmemoria, pero es necesario partir de que la Argentina ha sido capaz de engendrar todo eso, aunque sea duro. Hoy pienso que la izquierda demuestra que se puede hacer algo en cuanto a Justicia, a educación, a salud. Por eso no es posible que la gente meta todo dentro de un mismo saco y diga que los de la izquierda también roban. Puede ser que roben, pero al menos uno se sienta frente a alguien con quien se puede razonar. Se tiene que desenmascarar la democracia como negocio: si no sabemos que la peor droga del mundo es el dinero, que por sus negocios es que ha ganado Macri, no sé adónde iremos a parar.
¿Te decepciona la Argentina? –No. Vengo decepcionada de México, porque allá sí ganó la izquierda.
¿Entonces cambiaste tu contestador telefónico? (Antes decía: “Sobre Andrés Manuel (López Obrador) tengo algunas dudas, pero sobre Felipe (Calderón) no tengo ninguna.”) –Sí. Ahora dice: “Nos van a tener que aguantar”. Y estamos trabajando en la resistencia civil contra la política de gobierno de Calderón, que puso el ejército en la calle. Se ha violado a 1984 mujeres, entre ellas ancianas, sin olvidar la cantidad de muertos, porque ahora todos somos narcos y terroristas. Esa es la derecha y sus empresas sanguinarias, que se pasan la ética por el culo. ¿Ves? Mi drama es que he tenido tiempo de ponerme a leer. Era mejor cuando no lo tenía (risas).
¿La música y tu otra pasión, los viveros, apaciguan tanto “encabronamiento”, como te gusta llamar a tu actual estado de ánimo? –Por un lado, volví a componer. Creo que es un homenaje al artista León Ferrari, que ojalá presente el año próximo. Fue muy apuntalador leer los textos de León para tratar de entender 2000 años de tortura, y él tuvo la posibilidad de decir algo sobre todo esto con una inteligencia magistral. En cuanto a mi vínculo profundo con las plantas, estoy criando unos cincuenta arbolitos de palo borracho nacidos de las semillas de dos que tengo en la puerta de mi casa y que me regaló una amiga argentina hace como veinte años.
Al parecer te cuesta menos que hacer canciones o por lo menos te resulta más sanador. –¡Ja! Pero las canciones que me cuesta cantar son aquellas relacionadas con sentimientos que no tengo, como Rencor. Fijate que aparece como un abismo, porque es un tango que está muy bien construido, y a la vez maneja un sentimiento que no conozco. No sé qué es el rencor, por eso mío de saldar todas las cuentas.
¿Alguna anécdota para comprobarlo? –Una vez iba caminando por una calle de la Ciudad de México y en eso se me cruzó uno de esos perritos chiquitos y me mordió. Entonces lo alcé y lo mordí a él. En el medio se nos acercaba el dueño y me gritaba: “¡Por favor, no se lo coma!”. Otra: yendo al supermercado en el auto, estuvimos a punto de matarnos con otro conductor acompañado por una chica, que también iban al super, pero que no advirtieron la maniobra. Una vez adentro, me dediqué a buscarlos porque quedé muy tocada por lo que sucedió. Cuando los tuve enfrente, le expliqué al muchacho lo que había ocurrido afuera y que por eso quería darle una trompada. El se quedó mudo, pero la chica nos miró a los dos y dijo “¡Por supuesto, es muy lógico!”. Al cabo le pegué la trompada, tomé mi carro y seguimos caminando entre las góndolas, haciendo nuestras compras.
¿Y Jesusa qué dice de todo esto? –¿De México o de la Argentina?
Ay. Del que quieras. –De éste aquí y ahora, y con todo lo que está pasando, Jesu dice: “¡Qué país de miebla!”
jueves, 11 de marzo de 2010
"! QUE PAIS DE MIEBLA!" . Entrevista a Liliana Felipe por Roxana Sandá
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lunes, 8 de marzo de 2010
"UNA MANO" por Darío Yancán.
Un coup de dés jamais n'abolira le hasard.
Sthefane Mallarme
Sin notarlo, casi desprevenido, había intentado hallar un recuerdo como un acto más de reivindicación. Varias veces había estado tentado de esbozar un explicación porque nunca había podido olvidar la partida, nunca había sabido los motivos de la misma. Pero sin tener la causa es inútil la solicitud de disculpas.
Sin haber reparado en las posibilidades de la tecnología, había tipeado un nombre como keywords que le permitiera hallar donde enviar el telegrama. Como es sabido, las disculpas sin decirlas a la cara, carecen de sentido.
De manera impensada, el “enter” dado fue nada más que dados al aire, fue una elección del azar. Y esa tirada, de un segundo, le cambió inesperadamente el destino. Enterró lo homónimo, le presentó a LA HOMÓNIMA.
Había contado con un fundacional guiño del azar.
Y el azar le presentó un extenso listado de homonimidades del cual nunca le pudo dar explicaciones. Buscó, rastreó, se esperanzó hasta ese momento en hallar lo buscado. El cursor realizó lo ascendente y descendente por reiteradas veces. Recorría el listado pero a esa altura, sin objetivo preciso y con el olvido de aquello que lo llevo hasta ahí. Nada le era significativo…
A punto de cerrar la pestaña, lo tomaron desde algún lado impensado, de la mano. Lo tomaron con una mano ajena, venal, fina. Una mano con firmeza sutil. Una mano con profunda irrespetuosidad.
Miró a ambos lados, arriba, abajo, atrasdelante… tardó en descubrir que aquella mano que le tomaba la suya, lo asía desde adentro suyo. Y ya no se retiró del espiro de seducción. Se dejó y jugó todas sus cartas a Ella, por Ella, a por Ella.
Nunca había reparado en el poder de sus manos hasta el día que esa mano le extrajo una contractura que acarreaba de tiempos idos. No conocía la profundidad de su tacto. Del tacto de su cuerpo y del de Ella. Descubrió el mundo que se extiende tras las yemas de sus dedos, tras su tersura, tras el tacto de su aliento.
Y la tomó, de la mano, del cuerpo, para palpar su totalidad. Palpo sus prolongaciones y sus concavidades. Palpó su cabello y sus pliegues, su humedad y sus oquedades. Y transformó esa anominada lista de nombres en una mujer definida. Tan definida como inesperada.
Y de la mano extrajo posibilidades, premuras y miedos. Extrajo promesas y sonrisas olvidadas. Se extrajo el mismo. Creo que había estado aprisionado entre dedos de otras manos que lo retenían en la monotonía. Esa otra mano podía abrir otras puertas, opuestamente diferentes. Esas puertas que sin sus manos no había sabido abrir.
Se hicieron manos complementarias, se hicieron mutuas. Porque la mano de Ella abrió las puertas de Él, y la mano de Él, las de Ella.
Así fue que ambos perdieron el temor a ver y cruzar puertas ahora abiertas.
- Qué habita tras tu entrada? - le preguntó.
- Habitan los restos de una vida pasada, de mi historia, de mi olvido.- le respondió.
- Ya están embalados…? – preguntó, corriendo el riesgo de la respuesta.
- Ya lo estaba todo, sólo me faltaba el motivo.- dijo terminantemente.
Y sin la menor duda, descolgó el teléfono y marcó el número de la empresa que trasladaría todo lo vivido a otro sitio y de lo cual, conservaría el recibo como prueba que alguna vez habían existido.
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