viernes, 31 de agosto de 2007

«Los políticos utilizan la inmigración..." por ADELA ROS I HÍJAR

Comentario previo
Desde que parcelaron el mundo en dos, la superficie habitable en condiciones humanamente aceptables, se restringió a menos de un tercio para la creciente población mundial. Capital de libre circulación y cercas para humanos caracterizan nuestros días.
Permanentemente creamos huecos en los límites, los oradamos, los superamos a fuerza de ingenio. El migrante interno o externo desarrolla el arte de perforar.
Bienvenido el ingenio taladrante, la creatividad agil que habita un paso por delante de la legislación. Bienvenida la pequeña escala y el acto imperceptible. Nuestra resistencia toma dimensiones microscópicas, doméstica, circula de oido en oido.
Queda pendiente la incorporación sin condiciones, la apropiación del lugar de residencia sin límites, la total aceptación superando la tolerancia para ser hospitalario en términos derridianos.
Para RECONSTRUYENDO EL PENSAMIENTO por Darío Yancán.



Los extranjeros no llegan a un país perfecto y por eso actúan como una lupa de aumento sobre los problemas que ya existían en la sociedad. La precariedad laboral, la mala calidad y el déficit de vivienda o las desigualdades económicas ya existían en España antes de los movimientos migratorios. Frente a esa situación: ¿los políticos favorecen una sociedad de vías paralelas —exclusiva— y evitan el compromiso para construir una sociedad de doble dirección? ¿Por qué no pueden votar los inmigrantes con residencia permanente?




Más compromiso y menos buenas intenciones. Eso reclama la socióloga Adela Ros i Híjar a los políticos. Concretamente: que aborden la inmigración como un asunto que afecta a toda la sociedad. A su juicio, el tema está lejos de ocupar un lugar importante en la agenda de la plana dirigente. Y cuando dice esto, su rostro refleja la seriedad de quien ha mirado de cerca esa indiferencia: Ros ejerció como Secretaria para la Inmigración del Departamento de Bienestar y Familia de la Generalitat de Catalunya. La nombraron a fines 2003 y se desempeñó hasta mayo de 2006, cuando la crisis surgida tras la reforma del Estatuto Catalán desgarró la coalición tripartita —Esquerra Republicana de Catalunya, Partit dels Socialistes de Catalunya e Iniciativa per Catalunya Verds-Esquerra Alternativa— que gobernaba su comunidad autónoma. La dimisión de los consejeros de ERC —partido que le había propuesto asumir el cargo— supuso también el relevo de Ros.

En esos dos años y medio de ejercicio político, Ros experimentó en carne propia las diferencias entre las recetas académicas y los tiempos políticos. Es decir: las contradicciones entre las ideas profesionales y el ejercicio de un cargo sujeto a las directrices gubernamentales. Y es que, como bien sabe cualquier técnico capacitado, una cosa son las recetas sociológicas y otra muy distinta las exigencias de la política.

Hoy Ros trabaja por fuera de la política formal, desde la sociedad civil, aunque reconoce que aquélla desempeña una función esencial para poder cambiar realidades. Además, enseña en la Universitat Oberta de Catalunya y dirige el Programa de Investigación sobre Inmigración y Sociedad de la Información en el Interdisciplinary Internet Institute. Se trata éste de su actual ámbito de estudio, donde comparte inquietudes y pareceres con el reconocido sociólogo Manuel Castells. Él fue, de hecho, quien recomendó a Teína acudir a Ros para conversar sobre los movimientos de personas en el mundo actual.




SUFRAGIO UNIVERSAL


Usted dijo que los inmigrantes tienen que ser tratados como ciudadanos de primera, con obligaciones y derechos. ¿Esto implica que deberían poder votar?


Desde luego: el derecho al voto es algo de lógica aplastante. No puede haber personas viviendo en un territorio de una manera permanente y que no voten. Aunque claro, aquí está el núcleo de la cuestión: se debe garantizar que esa persona tiene un proyecto permanente; no tiene mucho sentido que vote quien esté de paso. Con todo, votar es la mejor manera de que esas personas se identifiquen con un país, con una cultura. Si les niegas esa oportunidad de que se impliquen de verdad —y nosotros hemos decidido que ésta sea una de las maneras más importantes de implicación en el sistema político— es muy difícil que se integren. Deberíamos mantener un debate realmente abierto al respecto, aunque estamos francamente lejos de ello.

¿Por qué? ¿Esta elusión es sólo para España o sucede en el resto de Europa?


En Europa hay pocos países que den derecho al voto y, cuando lo dan, lo limitan a las elecciones municipales, nunca a las nacionales o a las regionales. Los europeos andamos bastantes atrasados respecto a este derecho, que es una cuestión que toca puntos tan esenciales para un Estado como su hegemonía, quién es ese país y quiénes forman parte de él. Por otra parte los políticos y los partidos, hasta que no ven intereses claros en los nuevos votantes, no aceleran el proyecto de voto. Aquí comenzaron a tenerlo en cuenta cuando surgieron las primeras organizaciones alrededor de los inmigrantes cercanos a los partidos políticos; entonces los políticos empezaron a visitar asociaciones y barrios de inmigrantes. Entonces: el voto llegará, seguro, pero los políticos aún no han visto la importancia que tiene para construir un país integrador, es decir, un país que hace suyos a las personas que han venido a formar parte de él. Todo esto solo es el aperitivo del derecho al voto.


LUGARES DE CONVIVENCIA


El voto se podría pensar como una herramienta de diálogo. ¿Qué espacios deben fomentar el Estado y los políticos para incentivar el diálogo?


El diálogo y el conocimiento deben llegar de forma natural. No creo en fórmulas para inventar espacios de encuentro del tipo: «y ahora vamos a hablar de la comida argentina para ver cómo son los argentinos». Esto me parece muy forzado, artificial. Tenemos que aprovechar los espacios donde nos encontramos, como los laborales: oficinas, restaurantes, comercios... Esos son lugares buenos para conocernos y hablar. Debemos tener más curiosidad por los otros, saber más de por qué han venido. Y, evidentemente, quienes vienen también deberían tener la máxima curiosidad por el lugar al que han llegado, su cultura, su historia, sus lenguas. Es un proceso de doble dirección.

Este proceso requiere, como dijo, de curiosidad, un ingrediente que parece no existir en el trato cotidiano, como si nadie quisiera saber de nadie. ¿Es posible incentivarla?


Hay instrumentos que ayudan, como la educación de los pequeños y los jóvenes. Ése es un lugar importantísimo para incentivar la curiosidad sobre lo que nos está pasando y lo que estamos viviendo. Las escuelas, institutos y universidades desempeñan un papel muy importante. ¿Otros instrumentos? Sí, podemos crear campañas de sensibilización..., pero esa curiosidad debe venir de manera bastante natural, desde las personas.

¿Y por qué a veces no se da?


Bueno, ahí están los problemas. Estamos empezando a crear una sociedad de vías paralelas, que significa: «mundos que no se tocan». Por ejemplo, barrios diferenciados, escuelas diferenciadas, espacios laborales diferenciados. Y eso no ayuda a la curiosidad, sino que crea realidades aparte. Estamos a tiempo de evitarlo.

Los barrios con una alta concentración de inmigrantes contradicen las aspiraciones de una sociedad plural. ¿Son consecuencia de la inmigración o más bien de la desigualdad económica que también afecta a los españoles?


Esa frase de que la inmigración hace ver los problemas de la propia sociedad es realmente cierta. La inmigración nos pone un espejo delante, nos señala y aumenta los problemas que ya teníamos. Por ejemplo, el de la vivienda, es decir, el sistema de burbuja inmobiliaria en un país que tiene un déficit residencial muy grande en comparación con Europa. España carece de vivienda pública y, con la llegada de nuevos habitantes, ese problema se magnifica. Además, tenemos viviendas de muy mala calidad, barrios de la década del 50, casas pequeñas. Y eso ya estaba, no lo ha provocado la inmigración, aunque sí lo pone de manifiesto. Éste es un país donde una parte muy importante de la población tiene ingresos familiares que rozan la pobreza. Así que los extranjeros llegan a un país que no es perfecto. Es cierto que ha mejorado mucho en los últimos 25 años. Pero, y aquí se ve la complejidad de las sociedades, falta aún en los aspectos sociales: hay desigualdades muy importantes.


LA INDIFERENCIA POLÍTICA


Hablábamos de la educación y de la importancia que ésta tiene para fomentar valores. Sin embargo, asistimos a la concentración del alumnado inmigrante en colegios públicos sin recursos. Este problema afecta a la base misma de la creación de valores plurales. ¿Qué se hace?


Falta mucho por hacer y hay falta de criterios de respuesta ante una situación nueva. En cualquier caso, debemos reaccionar más fuerte, con medidas más atrevidas y más claras. Asimismo, tenemos que llevar nuestro sistema educativo hacia un sistema de doble vía. Porque las escuelas con un 90 por ciento de alumnado extranjero, o se las llena de recursos —lo cual no está pasando— o se transforman en escuelas gueto. Eso sucede aquí y ha sucedido en Canadá y en Estados Unidos; no estamos descubriendo algo nuevo. Por otro lado, hay que trabajar en que ese 90 por ciento de alumnos que viene de fuera sin conocer ni la lengua española ni la regional se adapten al nuevo entorno educativo. Sin embargo, tampoco debemos caer en el proteccionismo, en tratar a los inmigrantes como pobres; porque no es así. De hecho, los datos demuestran que gran parte de este alumnado extranjero tiene más habilidades en matemáticas, por ejemplo, que el autóctono. Así que no estoy a favor de un proteccionismo absurdo. Y dicho esto: sí, es cierto que las medidas en el sistema público de educación son demasiado modestas.

El desapego de la clase política respecto a los problemas sociales no es exclusivo de España. Ahora bien, ¿cómo alentar el diálogo en un país donde los principales partidos se hieren permanentemente?


En estos momentos, la política nos ayuda muy poco a plantear soluciones para la inmigración. Pero no hablo de un partido en concreto, me refiero a Europa en general. Así que es un buen momento para que la sociedad civil, las organizaciones no gubernamentales, las asociaciones de diverso tipo, el mundo fuera de la política, incluso la empresa privada, se organicen y trabajen en este aspecto. La política está estancada, tiene muchos miedos e interrogantes. Soy muy pesimista en cuanto a su papel respecto a la inmigración.


Por otra parte, si se piensa la inmigración como una vía de escape de los pobres del mundo hacia los países ricos, las soluciones remiten a cambios profundos del sistema. ¿Los políticos tiene las manos atadas o es sólo una cuestión de actitud?

Esta discusión excede el ámbito de la inmigración y alcanza al poder mismo que tienen los estados. Éstos, en general, están perdiendo poder a diario y lo están ganando otras instituciones con grandes intereses económicos. El otro día leía una entrevista donde Zygmunt Baumann decía algo que comparto: la política de inmigración es el recurso que están utilizando muchos estados para hacer ver a sus ciudadanos que tienen poder, cuando en realidad lo están perdiendo. Así, por medio del discurso de la inmigración que dice «No pasarán, vamos a levantar fronteras, vamos a exigir visados...» se pone en marcha una pantomima para sugerir a los ciudadanos que se queden tranquilos, que existe aún el poder de gestión.

Cuando en realidad muestran a diario que es un movimiento ingobernable...


Yo siento que los estados, y en particular el nuestro, aún no han entendido de qué va esto de la inmigración. No se han planteado muy seriamente qué es lo que está pasando y qué es lo que hay detrás... Y ese análisis previo, entender qué sucede, resulta necesario para poder gestionar. Por ejemplo, observar que la población migrante —me gusta más este término que el de «inmigrante»— está completamente interconectada con su país de origen. Las nuevas tecnologías permiten que una mujer ecuatoriana venga a Valencia, se despierte cada mañana y le desee buenos día a sus hijos antes de que éstos se vayan a la escuela en Ecuador. Se trata de una realidad continua, tangible, demostrable. Ese grado de la interconexión implica que hay personas que están en un país y que alguien desde otro les dice: «Ven, que aquí hay trabajo». Estas situaciones demuestran cómo las personas que desean emigrar aprovechan la inmediatez real de las comunicaciones que existe en las sociedades actuales de la información. Sociedades donde, al mismo tiempo, observamos una enorme desinformación respecto a lo que implica emigrar, a los lugares de acogida, a las condiciones necesarias para hacerlo, a los panoramas a los que se enfrentan, para que quienes creen que ésa es una «oportunidad» tomen una buena decisión, una determinación consciente. En este sentido, los estados todavía no se han planteado hacer políticas de información en países con los que tienen una relación natural, bien sea por la lengua o bien porque comparten una tradición colonial. Los estados aún piensan en los visados, en el control de fronteras o en el control marítimo, y no se dan cuenta de que eso es engañar a los ciudadanos.


EL PAÑUELO DEL MUNDO


Parece que tampoco hay mucho interés en Europa por desarrollar una política de inmigración con todas la letras, es decir, que hay políticas de atrincheramiento, de refuerzo de fronteras, pero no hay interés por medidas que ataquen problemas de fondo.
Claro, tenemos que entender por qué llega la inmigración. En mi opinión es por tres causas:

Porque hay una demanda de mano de obra. Aquí hay trabajo para personas que tienen ganas de trabajar. Esto es una regla básica de los movimientos migratorios de tipo económico en la historia de la humanidad.


Porque en España existió la posibilidad de entrar de forma irregular y, desde aquí, regularizar después la situación. Así es como ha entrado la gran mayoría de los inmigrantes: por abajo, y después desde dentro han accedido a los papeles. Es un sistema demencial: si sabes que todas esas personas están trabajando, permíteles acceder por otra vía... A no ser que tengas un interés para que esto siga sucediendo, cosa que algunos plantean: esta parte de la economía —sumergida e irregular— actúa como uno de nuestros motores económicos; por eso no lo podemos tocar. Entonces hay una gran contradicción entre cuáles son los objetivos y cuáles los procedimientos.


Y por último las redes de interconexión. Gracias a las nuevas tecnologías, los flujos migratorios tienen otra dimensión: al emigrar uno puede seguir conectado con su familia y las personas de origen, y ellas a su vez contigo. Y ahora con las tecnologías con imagen, el mundo todavía se ha hecho más pequeño.

Una noción de la distancia completamente distinta a la de los antiguos migrantes, ¿no?


Sí, una sensación de que la distancia se acortó. Por otra parte, las nuevas tecnologías están provocando sufrimiento en la inmigración. Aquí hay todo un campo de estudio para la psicología. Nosotros trabajamos con psiquiatras porque vemos gente que tiene nuevos problemas: a una madre ecuatoriana que vive en España, hablar cada día con sus hijos le provoca un dolor increíble. Ella lo hace porque tiene la posibilidad y porque considera que es lo mejor para sus hijos, pero le supone un dolor difícilmente comparable con aquella nostalgia de la migración. El mundo ha cambiado y la sociedad de la información está influyendo también en la inmigración.


LA POBREZA AUTÓCTONA



El gobierno se jacta del crecimiento económico español. Muchos critican la baja productividad y su apoyo en sectores muy vulnerables, como los servicios y la construcción, donde trabaja gran parte de los extranjeros. ¿Cabría matizar la necesidad de mano de obra y tratar también la importancia de la calidad?


Hay prestigiosos estudios que indican que en los próximos años necesitaremos muchas más personas: ésta es una sociedad vieja, con una pirámide de edad muy ancha arriba y muy estrecha abajo. Nos falta población activa de entre 30 y 40 años para mantener el sistema productivo. Los especialistas incluso hablan de millones de personas. Un economista catalán dijo que el día en que decidimos no tener hijos, decidimos tener inmigración. En España resulta complicado para las mujeres tener hijos, sobre todo para aquellas que tenemos una vida profesional. Por algo somos el país con la tasa de natalidad más baja. Otro debate es el de si el sistema económico español es sano, equilibrado en cuanto a la calidad del empleo, la inversión o la investigación. No es mi especialidad, pero sí creo que el tipo de inmigración o el lugar donde estamos ubicando a nuestros inmigrantes demuestra dónde tenemos espacios vacíos y dónde estamos desaprovechando un gran capital humano, con capacidades y habilidades nuevas —como las lingüísticas— o con actitudes distintas ante el trabajo —como en los servicios—. En algunos campos viene gente con una formación por encima de los españoles, y debemos ser capaces de generar fuentes para que no necesariamente deban entrar por abajo.

La regularizaciones parecen la única receta de los gobiernos para paliar la irregularidad. El Gobierno español fue duramente criticado la última vez, pero Alemania y Holanda harán lo mismo ahora. Es como si no quedara otro recurso cuando las necesidades llegan al límite, ¿no?


Debería desaparecer esa medida. El problema es que si no se hace nada más, de vez en cuando los estados están obligados a regularizar. ¿Dónde está la nueva política de flujos migratorios de Europa? Quizá me haya despistado, pero es que no la encuentro. ¿Y dónde está la capacidad de trabajar en origen las nuevas políticas de información? Si quieres evitar que la única puerta de entrada sea la irregularidad, debes abrir otra para la regularidad, una real, para que quien tenga que irse de un país sepa realmente cómo, cuándo y adónde. Sería muy lógico que Europa fuera capaz de decir —y además sería muy recomendable para su economía— dónde hay un déficit de mano de obra, o de población en general, y en qué lugar recomendamos a las personas de determinados países que vivan. Un planteamiento donde yo gano y tú ganas, porque todos tenemos que ganar. Y es que la inmigración evidencia un problema: que a veces sólo ganan unos. Me refiero a que en la sociedades, como la nuestra, que tienen problemas de pobreza y desigualdad, las personas que están abajo no ven ninguno de los beneficios de la inmigración. Al contrario, ven sólo la parte más difícil: que sus escuelas están saturadas, al igual que sus hospitales o centros de asistencia sanitaria, que sus barrios son otros cada día, que tienen más competencia laboral. ¿Y qué gana él o ella?

Y los riesgos que esto conlleva, claro.


Sí, la conflictividad a la que se enfrentan a partir de la inmigración. Mientras que la clase media alta y la rica viven otra realidad; los empresarios o industriales tienen grandes beneficios económicos y sociales. Es muy fácil construir discursos de la riqueza de la diversidad cultural cuando el estómago está lleno. Pero debemos hacer una política teniendo en cuenta que hay unos que pueden salir perdiendo, y no se trata de alarmar, pero sabemos que hay barrios en nuestras ciudades que no ven los beneficios de la inmigración.


PALIAR LAS CAUSAS EN LOS ORÍGENES


La responsabilidad del mundo desarrollado. ¿Qué opina de la teoría del codesarrollo?


Es una buena teoría, pero no se ha llevado a la práctica del todo. El presidente, José Luis Rodríguez Zapatero, dijo que íbamos a desplegar una política para ayudar a los países de donde parte la migración. Se tiene que tener muy claro cuál es la forma de ayudar, porque con las políticas de desarrollo hemos cometidos grandes fracasos. En África hemos cometido verdaderas barbaridades. Por otra parte, ya estamos haciendo codesarrollo con las remesas de divisas: el envío de dinero de las personas inmigrantes a sus países está generando allí riquezas. Ahora, en cuanto las políticas que los estados puedan desplegar en los países de origen, ojalá se den, pero tengo pocas esperanzas. Y si las políticas que tenemos en mente para evitar la migración son las que se estamos desarrollando en Senegal o Mauritania, la verdad es que prefiero que no hagamos nada.

¿Con esta poca esperanza mira al futuro? ¿Hacia dónde cree que vamos?


No, esto es un poco como lo de la lluvia; cuado llueve, llueve. Y si no te gusta, sales a la calle con un paraguas. La inmigración es igual: es lo que es, y no hay nada ni nadie que lo vaya a modificar. Forma parte de la historia de la humanidad: las personas viven en el mundo y, a veces, la única oportunidad para seguir adelante aparece mediante un cambio de residencia. En ese sentido deberíamos acelerar los procesos de integración y tener una estrategia más sólida para apuntalar el conocimiento mutuo, para no crear así con la inmigración un problema ni una base para la nueva pobreza. Porque en España, por desgracia, muchos inmigrantes se están transformando en los nuevos pobres. Y esto es algo que va a dejar una huella muy importante en la sociedad. Hemos utilizado una lógica muy parecida al asistencialismo para abordar la inmigración, y esto nos pasará factura.

¿Podremos vivir juntos?

Desde luego que sí. Lo que pasa es que hay políticas activas que, por medio de la educación, nos podrían ayudar a destinar recursos para las poblaciones desfavorecidas y ayudarlas a que no se sientan amenazadas. También que los políticos se tomen en serio y pongan la inmigración y la integración en sus agendas como una única realidad. Todavía no lo han hecho: utilizan la inmigración como un elemento electoral o cuando sale en los periódicos como conflicto; sin embargo, en la cotidianeidad no les importa, no está en el centro de sus preocupaciones. Y hasta que esto no sea así, será difícil avanzar. Porque a pesar de que podemos trabajar desde fuera de la política, en investigación, en asociaciones, todavía la política es muy importante.






PERFIL

Adela Ros i Híjar (41) se licenció en Ciencias de la Información y Ciencias Políticas y Sociología en el año 89, en la Universidad Autónoma de Barcelona. Poco después obtuvo una beca Fulbright para doctorarse en la Universidad de California, San Diego, donde vivió tres años. A fines de 2003 asumió como secretaria de inmigración, un cargo donde la teoría suele ahogar a la práctica a la hora de abordar los problemas de fondo. Y donde, para colmo, la sensibilidad social de las fibras con que se trabaja están siempre expuestas a la polémica.

¿Un ejemplo? El encierro de inmigrantes sin papeles en una iglesia en junio de 2004 para pedir la regularización de su situación administrativa. Entonces Ros i Híjar señaló, según el diario El Mundo del 8 de junio: «La regularización sin condiciones» de todos los inmigrantes que viven en nuestro país es «poco realista» y «carece de sentido común».

Otro: la polémica en que se vio envuelta tras reprocharle al ex presidente de la Generalitat Jordi Pujol acercarse al discurso de un partido de extrema derecha. Pujol había señalado que la inmigración que recibe Cataluña «es de integración más difícil» que la del resto de España, «porque en parte es musulmana y porque la inmigración suramericana no es aquí de tan fácil integración». Ros consideró que el político de Convergència i Unió (CiU) —toda una figura de la política nacional— había demostrado con sus declaraciones «muy poca responsabilidad política», al acusar «a determinados sectores de menospreciar o ignorar la cultura y los valores» locales. También que conformaban aseveraciones «impropias de un estadista» y que éstas revelaban «muy poca comprensión» del tema. La asociación SOS Racismo respaldó a la ex secretaria y advirtió que Pujol fomentaba «el racismo social».

jueves, 30 de agosto de 2007

GRACIAS!!!!


Hoy, a un mes de nuestro lanzamiento, sólo tenemos palabras de agradecimiento para todos aquellos que han ingresado a este blog, a leer, a opinar o tan sólo a conocernos. Pero fundamentalmente, agradecerles que estén buscando por los medios que sea necesario, la posibilidad de una construcción colectiva de sesgo ideológico.

Este emprendimiento aspira a convertirse en un colectivo, simplemente... Aspiramos!!!!, si!!! con definitiva vocación de poder, aspiramos a la conformación de una colectividad que a pesar de las grandes tendencias comunicacionales y de los discursos sobre la inapelabilidad del destino del mundo, actuemos atentando contra las conciencias anmistiantes y tranquilizadoras.

Cuando los detentores del poder, se hallan confiados en su abarcativo totalitarismo de opinión, es una obligación de todo individuo pensante honesto, buscar las formas de enfrentarlo , de corroerlo, de atentar contra un estado de situación que seguramente es respaldado por una clase favorecida.

Apostamos, en primera instancia por una reconstrucción de las subjetividades. Para dicha tarea consideramos que es imperioso que sea posible superar los límites de lo pensable y de lo cuestionable. Todo, absolutamente todo, deberá entrar en un juego deconstructivo que pueda alterar la sedimentación de las sucesivas huellas.

Apostamos a que individuos subjetivados, recompongamos la crítica en todos los campos posibles, recompongamos la posibilidad de trazar un paradigma que altere el existente, tal cual como alguna vez nos atrevimos a pensar que otro mundo era posible y así descubrir “bajo los adoquines la playa”.

Apostamos por un debido funeral para Francis Fukuyama, sin flores ni elegías. Apostamos por la reescritura de otras historias.



RECONSTRUYENDO EL PENSAMIENTO está en sus manos, será lo que Uds. decidan que sea, y tenemos la esperanza de una larga vida.

Ya echamos a andar, ojalá nos acompañemos.

A todos muchas gracias.

miércoles, 29 de agosto de 2007

"Ciudad SACER" Capítulo 0. Por Darío Yancán





El presente cuento, no pretende ser más que una interferencia en nuestra anmistiante conciencia, ante la marginalidad, la discriminación y la segregación social. Están convidados...






Un grupo comando atacó un country de Guernica.

Un grupo comando integrado por al menos ocho individuos

fuertemente armados atacó el exclusivo country San Teseo, en el
partido bonaerense de Guernica, y tomaron dinero en efectivo,
joyas, equipos de música, armas y otros objetos de valor.

El episodio ocurrió en la madrugada del domingo pasado, que
recién se conoció hoy, en el country ubicado en el kilómetro 65 de
la ruta provincial 5, al sur del Conurbano bonaerense, y para
ingresar, los atacantes redujeron a tres empleados de seguridad
privada, tras lo cual se dirigieron a las casas donde amenazaron a
sus ocupantes y tomaron lo necesario.






PRÓLOGO


El día en que se dio por finalizada la mudanza pudieron respirar aliviados, sentían haber dejado atrás la amenaza. No solamente ellos, también lo sentían el grueso de los auto-exiliados urbanos, caracterizados miembros de la nueva clase pudiente beneficiaria del modelo social y económico imperante en el territorio.

Las mudanzas tenían una clara orientación: huir de las concentraciones urbanas, de los sitios de intercambio y visión de los abismos sociales, de la calles con autos a más de treinta km./h, de las paredes con afiches de publicidad barata y campañas impositivas, de la humanidad variopinta y de los zombis recorriéndolo todo al caer el atardecer.

La gran mayoría disfrazaba la huida al bucolismo extramuros de un renacer puro, inmáculo, capaz de crear una microsociedad étnica y económicamente nueva, pura y homogénea. Sólo los mantenía en contacto con los centros urbanos la residencia comercial de sus oficinas. Se alimentaban de los recursos de las concentraciones urbanas que tan empeñosamente denostaban. Usufructuar sus dineros, hasta secarlos, a la Comuna y sus habitantes, vivir de lo producido por ellos para luego negarlos y venderles.

El rostro patetizante de la parasitación. Si quiera se llevaban sus excrementos, los cuales eran eyectados minuciosamente antes de la partida diaria al campo.

Nada de las concentraciones urbanas y sus gérmenes sería importado al nuevo territorio.

Cada autopista, cada puesto de control, cada pórtico de acceso se debería trasformar en garante de inmunidad de la nueva vida que con tanto esfuerzo y dinero y culturización les estaba costando crear. Cada uno de los nuevos ciudadanos tenían la obligación de “armase” en defensa del nuevo estilo de vida confortable, derecho y humano.

Una profunda escinción apuntalada por las barreras, las cercas y servicios de vigilancia, adquirió una nueva dimensión, una nueva presencia diaria dada la eficiencia que les era exigida para mantener fuera lo indeseable.
Aquella escinción similar a los puestos frontetizos.
Aquella escinción similar al muro entre Mejico-EE.UU.
Los de allá, los im-pertinentes, los extraños que ponen en debate la nueva centralidad, la nueva estructura jeráquica, sólo deben acercarse hasta una cierta distancia de nuestros límites. Las fronteras internas parcelan los suelos, las gentes y las legislaciones.
Estados Soberanos dentro de Estados Nación en franca demolición.
Lo periférico, lo epidérmico se coloca en el centro del interés. La delgada línea que separa y une. Ese sutil territorio donde se confrontan el derecho sectario y el viejo discurso del interes general, resabio de lo que algún día fue una sociedad .
Algo se ha creado, un nuevo territorio sin superficie donde habita lo que se desea negar, habita la negación, la negatividad del otro. Un cuasi no lugar donde cuanto más vacio se halle más habitado está. Las fronteras del país de la negación. Una zona de exclusión cuyo sentido de ser es el estar perfectamente inhabitado y donde su mayor preocupación, ahora, era lo exterior.

martes, 28 de agosto de 2007

"Retorno al campo como paradigma biopolítico". por B. Aspe y M. Combes.

Comentario previo

Desde que Michel Foucault puso en evidencia la noción de biopolítica, la posibilidad de la desaparición del ciudadano como entidad política tuvo aparición consiente. La incorporación del mantenimiento de la vida (orgánica en detrimento de la conservación de la vida como depositaria de derechos político-sociales) como uno de los puntos de la Declaración Universal de los Derechos del Hombre, transformó radicalmente el horizonte por venir, nos convirtió en puro Zöe antes que Bios.
Bernard Aspe y Mutile Combes recorren dos tomos de la trilogía HOMO SACER de Giorgio Agamben, en los cuales se sientan las bases conceptuales para la interpretación de la relación actual entre el individuo y el poder soberano, el impersonal y el indeterminado. Hoy, hombres solos, a solas ante el poder que nos interroga y determina, hemos devenidos en sáceres deambulantes en pos de subsistencia. Ese tercio de sociedad que se halla considerado prescindible según la lógica de mercado y la sociología económica norteamericana, espera pacientemente su fin o su profeta, mientras tanto, ahí, en su rincón vegetan o acechan.

Para Reconstruyendo el pensamiento por Darío Yancán.


Las dos obras de Giorgio Agamben que constituyen respectivamente los tomos I y III de Homo Sacer1 hacen del campo el paradigma de un acercamiento de la situación contemporánea, en tanto que ésta se caracteriza por la inclusión, cada vez más directa, de la vida en el orden del poder. Nosotros tendremos aquí en cuenta esencialmente el primer tomo, a partir del cual se construye esta paradigmaticidad.

La tesis de Giorgio Agamben puede resumirse así: la relación entre el poder soberano y la nuda vida (expresión dada como subtítulo a la obra) es una relación de captura, sobre la base de una estructura de excepción. En tanto que es eso que instituye un orden jurídico, el poder soberano debe conservar al mismo tiempo la posibilidad de suspenderlo. De este modo se procura, en el sentido de este orden, un espacio de excepción. Es sólo por esto último que el orden instituido, el espacio normativizado, adquiere su consistencia, ya que solamente en la medida en que el poder mantiene la posibilidad de manifestar de nuevo su potencia fundadora, estará en condiciones de imponer la normalización que de él proviene. En otros términos: es en la medida en que está en condiciones de decretar el estado de excepción, que el poder es llamado poder soberano ( HS, 19 y 33 sqq.). En el seno del espacio de excepción, la operación fundamental del espacio del poder se comprende entonces como la posibilidad de aislar, en cada sujeto, una vida nuda, vida irremediablemente expuesta a la excepción soberana, y que en tanto tal, asegurará por consiguiente al poder una toma directa. El estado de excepción es así el reverso de la norma, no lo contrario del orden instituido, sino el principio que le es inmanente. El campo nombra este espacio en la historia reciente de un modo tan particular, que se convierte en el momento en el que la regla y la excepción se vuelven indiscernibles, y en el que, a partir de ahí, los límites del espacio de excepción tienden a disolverse y, de este modo, a generalizar la excepción como estructura, que ella misma tiende a concernir inmediatamente y sin interrupción al conjunto de los hombres.


Sospechas

La tesis de Agamben convoca de manera central la política nazi, y el discurso que es mantenido respecto de este asunto es particularmente atrevido, hasta tal punto que puede dar lugar a malentendidos. En la recensión que Alessandro Dal Lago hace de la obra de Giorgio Agamben2 , tras haber precisado que la identidad histórica de nuestro siglo reposaba sobre los campos de exterminio, hace preceder su análisis de esta prevención: " Naturalmente, la exterminación en masa de los judíos es un acontecimiento " absoluto" e inconcebible sobre la base de categorías históricas habituales, aunque salido del corazón de la cultura occidental y, por consiguiente, inconmensurable al renacimiento de los campos de detención y a los asesinatos en masa de nuestro tiempo." En la página 125 de su obra Agamben escribe: "la voluntad de dar a la exterminación de los judíos un aura sacrificial a través del término " holocausto" da cuenta de un desliz historiográfico tan ciego como irresponsable."3

Ahora bien, propiamente es eso lo que hace Dal Lago, incluso si en este caso el término "holocausto" no es pronunciado. Como simple precaución de uso, una puesta en guardia que es supuesta tan evidente para todos que es llamada "natural", que va precisamente en contra del proyecto comentado. Parece que la precaución de Dal Lago pretende disculpar de antemano a Agamben a los ojos de aquellos para quienes toda comparación del exterminio de los judíos con otro acontecimiento histórico conduce a una banalización de la historia, y toma así el riesgo de una deriva hacia el discurso negacionista.

El negacionismo, en tanto que impugna el número de víctimas judías del nazismo y llega incluso a negar la existencia de las cámaras de gas, es una estrategia del discurso perfectamente abyecto, ordenado desde un punto de vista antisemita y pro-nazi. Por tanto, no sabríamos ver sin desconfianza el desarrollo, al menos en Francia, de un discurso que se presenta como una ruptura de las derivas del pensamiento negacionista. En efecto, es necesario, si no queremos caer en la ideología pura y simple, distinguir netamente dos cosas: los enunciados negacionistas, inadmisibles como tales, dirigidos, en definitiva, a arruinar la idea misma de una política de exterminación nazi; y las búsquedas, como la que traza justamente Agamben, que tratan de profundizar en las causas del nazismo, en tanto que tales causas no dejan de concernir a nuestro presente. Desde este punto de vista, no podemos sino rechazar la criminalización de aquellos que rehusan remitir la explicación del nazismo a bases raciales. Que el racismo y el antisemitismo hayan constituido elementos reales de la subjetivación nazi no está en duda, sino únicamente el hecho de que el racismo bastara para definir la política nazi: el telón de fondo de semejante discurso es el presupuesto según el cual nuestras democracias, precisamente fundadas sobre otras bases, serían por ello mismo por naturaleza heterogéneas a una política semejante.4 Remitir toda búsqueda que abandona tales postulados a una banalización criminal significa crear una policía de los enunciados, y hacer de " lo inconmensurable" y de " lo impensable" un criterium unificador a partir del cual evaluar todo pensamiento, brindando el espectro de la complicidad con los crímenes más abyectos, si no estamos sometidos a ellos. Sin embargo, el riesgo es claro cuando se trata de explicar el parentesco esencial entre las democracias contemporáneas y las políticas totalitarias (y, entre ellas, y de modo especial, el nazismo), de disolver las diferencias esenciales que existen entre ellas. Es por esto que Agamben toma la precaución de precisar: " La tesis de una solidaridad profunda entre democracia y totalitarismo (que avanzamos aquí, aunque sea con prudencia) no es, por supuesto, [...] una tesis historiográfica, permitiendo la liquidación y nivelando diferencias manifiestas que marcan su historia y su antagonismo" (HS, 18). El punto de vista de este libro, que es llamado aquí "histórico-filosófoco", no corresponde a un paso histórico, y no sabría tener por objetivo la contestación de análisis que hayan puesto al día la heterogeneidad de funcionamiento de los diferentes sistemas políticos (socialdemocracia, estalinismo, fascismo, etc.). Lo que se revela es la profundización del ejercicio del poder soberano; únicamente desde ese punto de vista es revelador un parentesco entre la Declaración de los derechos del hombre y del ciudadano y la política nazi.

La modernidad, cuyo comienzo sitúa Agamben en la formulación del writ de Habeas corpus en 1679, es aquello que desplaza el ejercicio de la soberanía sobre cada sujeto, quien se halla así inducido a reproducir, aplicando sobre sí mismo (y, en consecuencia, virtualmente sobre cualquier otro), la estructura de la excepción ( HS, 134-135). De este modo la continuidad entre nacimiento y ciudadanía, tal y como la postula la Declaración de los derechos del hombre y del ciudadano, como fundamento del Estado-nación, no se postula más que sobre el fondo de un aislamiento previo de la nuda vida. Incluso si ésta no se explicita como tal, ella es la única que puede dar cuenta del hecho de que habrá, justamente, excepciones: si la figura del refugiado o del inmigrante sin papeles es hoy tan crucial, es porque revela el carácter definitivamente ilusorio de esta identidad entre nacimiento y nacionalidad en el marco del Estado-nación, y ahí pone a este último en crisis. Es ante todo, para responder a una tal crisis, que el poder nazi hará que la vida no solamente sea investida del principio de soberanía, si no que sea ella misma en tanto que tal "el lugar de una decisión soberana" ( HS, 154; subrayado Retorno al campo...). En este sentido, el Estado nazi puede ser pensado como el "primer estado radicalmente biopolítico", ya que se construye inmediatamente sobre la base de la decisión "la vida que no merece vivirse", y que es , bajo este enunciado, considerada como legítimamente suprimible.



El hombre sagrado y el hombre sacrificable

El pasaje de Homo Sacer con el que hemos objetado la observación de Dal Lago prosigue así: " El judío, bajo el nazismo, es el referente negativo privilegiado de la nueva soberanía biopolítica y, como tal, un caso flagrante de homo sacer, en el sentido de que representa la vida que se puede suprimir impunemente, pero no sacrificar [...]. La verdad, difícilmente aceptable para las propias víctimas, pero que no obstante nosotros debemos de tener el coraje de no recubrir de un velo sacrificial, es que los judíos no fueros exterminados en el curso de un holocausto delirante y desmesurado, sino literalmente, según las palabras de Hitler, "como piojos", es decir, en tanto que vida nuda" (HS, 125). Una formulación muy clara de eso a lo que se opone aquí Agamben ha sido dada recientemente por François Regnault durante un coloquio a propósito de la cuestión del negacionismo5 . En su intervención, Regnault se apoya esencialmente en Lacan, para quien la exterminación de los judíos por los nazis no sabría interpretarse de otro modo que en términos de sacrificio: "Sostengo que ningún sentido de la historia basado en las premisas hegeliano-marxistas es capaz de dar cuenta de este resurgimiento, puesto que se revela que la ofrenda a oscuros dioses de un objeto de sacrificio es algo a lo que pocos sujetos pueden no sucumbir, en una captura monstuosa6 ." Según Regnault, en el caso del nazismo, esos dioses se presentan bajo la forma de la raza aria7 , es decir también de "Führer interior", que haría decir a Eichmann que él no había hecho más que obedecer las órdenes. El hecho de que el marxismo clásico haya errado en la explicación de la política nazi no es un secreto para nadie. Por tanto, ¿estamos condenados a fondear sobre una antropología del fenómeno religioso, concebido como estructura subjetiva fundadora, para superar la aporía de los discursos políticos clásicos? La argumentación de Regnault reposa sobre dos aspectos esenciales: la puesta delante de la noción de raza, que parece permitir identificar el nazismo como política racista; y sobre todo, el estatuto de excepción de los judíos en la política hitleriana. Y son precisamente estos dos puntos los que son explicítamente rechazados por Agamben.

Sobre el primer punto Agamben escribe: " El término "racismo"(si se entiende por raza un concepto estrictamente biológico) no constituye la mejor definición de la biopolítica del Tercer Reich" (HS, 160) en la medida en que la política nazi no es inteligible más que de la identificación precisa del concepto que Agamben retoma de Foucault, pero en tanto que va a radicalizar el sentido. El nazismo, lo hemos dicho ya, sólo es inteligible en tanto que " primer Estado radicalmente biopolítico" (HS, 154), es decir, en donde el poder va a estructurarse por entero a partir de decisiones sobre la vida como tal. De ahí la paradoja señalada por Agamben, según la cual una circunstancia natural tiende a presentarse como una tarea política"(HS, 161), en la medida en que, para los nazis, se trata de asumir políticamente su "herencia biológica", según la fórmula de Verschuer, uno de los grandes especialistas de la eugenética, científico oficial, podría decirse, del régimen, que continuó su carrera después del desmoronamiento de aquél. La política nazi es precisamente lo que realiza la indistinción de la vida natural y de la vida políticamente cualificada, pero ahí también, sobre el fondo de su separación8 , ya que permanece aún en el marco del análisis del poder soberano que se relaciona con la vida nuda aislada como tal.

De ahí proviene esta otra consecuencia fundamental: incluso si los judíos son, como se ha dicho, "el referente negativo privilegiado" de la política nazi, no se puede interpretar el fundamento de ésa sobre la base del estatuto de excepción que le ha sido dado: "las leyes sobre la discriminación de los judíos han monopolizado la atención de los historiadores de la política racial del Tercer Reich. Sin embargo, no serán plenamente comprensibles hasta que no sean repuestas en el contexto general de la legislación y de la praxis biopolítica del nacionalsocialismo"(HS,163). La política eugenésica que identifica al nazismo debe ser tomada en su globalidad. No es hacer afrenta a la memoria de las víctimas judías del nazismo decir que la exterminación ha sido ante todo la consecuencia de una política que se quería la producción de un cuerpo biológico a partir de la destrucción de todo elemento sospechoso de degenerarlo: los judíos y los Gitanos, pero también los enfermos mentales, los homosexuales y los bolcheviques, todos identificados a partir de la preocupación por la raza, y exterminados como vectores de degeneración.

F. Regnault, en la intervención antes citada, habla de " la liquidación de los judíos (y, a partir de ellos, de los Gitanos, de los homosexuales, incluidos los propios alemanes)."9 Si seguimos a Agamben, esta observación no es exacta. Dicho de otro modo, el antisemitismo, componente muy real del nazismo, sin duda muy generalizado en el conjunto del pueblo, no es, sin embargo, la clave del fenómeno nazi. Por el contrario, es en un marco de gestión de la nuda vida, y en la pretensión de producción de un cuerpo colectivo sano, en donde se desarrollan, expresadas con la violencia que ya conocemos, las componentes antisemitas de esta política. No es el antisemitismo el que puede dar cuenta del nazismo; bien al contrario, su eficacia en la política nazi encuentra su explicación en un marco mucho más general, propiamente biopolítico, del que el recurso último es la indistinción inmediata entre la vida y el derecho. Se entiende así la insistencia de Agamben sobre la necesidad de comprender de manera literal los enunciados hitlerianos: ninguna invocación de sacrificio, sino la puesta en marcha de un saneamiento. Invocar una disposición estructural al deseo de sacrificio viene a negar la coherencia (aunque sea, como en este caso, monstruosa) de una política de la que Agamben precisa que no es más que una radicalización, el franqueamiento de un umbral, pues con el nazismo, el campo aparecerá plenamente a la luz por sí mismo, en tanto que excepción que perdura, y que en ese sentido tiende a convertirse en la regla. Y con él quien lo habita, el hombre sagrado, en su diferencia con el hombre sacrificable. El homo sacer es aquel que, despojado de sus derechos, puede ser matado sin que ello constituya un asesinato, y no puede tampoco ser el objeto de un sacrificio según las formas rituales, de suerte que se encuentra excluido a la vez del derecho humano y del derecho divino, perteneciendo a una zona vaga en donde naturaleza y derecho ya no se distinguen. Es en ese sentido que Agamben llamará al habitante del campo la vida nuda, matable, pero no sacrificable, expuesta a la decisión soberana. Es preciso comprender a partir ahí la exigencia de no confundir lo, hablando con propiedad, sagrado, y lo que puede ser un objeto de sacrificio. El error que cometen aquellos que interpretan la exterminación de los judíos como un holocausto, atribuyéndole directamente un valor religioso, es precisamente confundir estas nociones.


La singularidad: poder y política

En los desarrollos que preceden, puede parecer que hayamos caído en eso que Dal Lago quería disculpar a Agamben, a saber: el riesgo de una disolución de la singularidad de la exterminación de los judíos por los nazis. Pero la cuestión deviene entonces la de una determinación precisa del estatuto de la singularidad. Para muchos, "singularidad" significa excepción. Esta comprensión puede autorizar el discurso sobre el holocausto como realidad inconmensurable e incomparable. Ahora bien, nada nos permitirá jamás negar cierta medida común de las masacres de nuestro tiempo con lo ocurrido durante el nazismo. Nada nos autoriza a incomparar (es decir, a comparar declarando que un término está más allá del otro) desde el punto de vista de quienes las padecen, las masacres políticas, declarando que uno de ellos da la medida para el resto. O bien semejante discurso es profundamente irresponsable, o bien debe asumir su evidente religiosidad. Evidentemente, no sabríamos, asimismo, silenciar eso sobre lo que tanto han insistido los supervivientes de los campos de concentración, a saber: la deshumanización permanente de los prisioneros. Incluso si, entre mil ejemplos, los civiles vietnamitas quemados, violados, masacrados por la armada americana, han experimentado ellos también, sin ninguna duda, una deshumanización del mismo orden que la experimentada por los prisioneros de los campos de concentración, solamente el poder nazi ha, en este punto, ensayado la necesidad, constitutiva de su existencia, de producir una subhumanidad y de mantenerla como tal (siendo el resultado la exterminación). Necesitaba mantener la visibilidad de aquellos que debía exponer, a sus propios ojos y a los del pueblo alemán, como inferiores, como reversos de lo que encarnaba "las SS ."10

A partir de ahí es necesario regresar al problema contenido en la idea de una singularidad de la política nazi en tanto tal. Una vez reconocida la especificidad de la producción de subhumanidad en el nazismo, y también, indudablemente, el carácter excepcional de una exterminación de masa de esta amplitud realizada por modos industriales, resta el verdadero problema aquí, directamente planteado en los análisis hechos por Agamben: ¿Qué se puede deducir de la puesta al día de esta singularidad? ¿Hay que analizarla ante todo como tal, o bien resituarla en un marco en el que sólo ella puede adquirir una inteligibilidad mayor?

Durante el coloquio sobre el negacionismo, ya citado11 , Sylvain Lazarus ha tratado de exponer una comprensión de la singularidad de esta política, capaz de dar cuenta de forma inmanente, es decir en tanto que singularidad. Esta encuentra así expresarse a través de la categoría de "guerra total y sin fin", comprendida como "transferencia de la política en la guerra."12 Agamben, en cambio, no contempla la identificación de la singularidad del nazismo en tanto tal. Los modos que comienzan por preguntar "¿cómo identificar una política en su unidad?", Agamben los sustituye por aquellos que clarifican la forma de poder que ha hecho posible el nazismo y, a través de él, eso que ha devenido la realidad central del espacio político contemporáneo: el campo de concentración (HS, 179). De otro modo: Agamben no anula la especificidad de la política nazi, sino que la restituye a un contexto político que la vuelve inteligible. Y es ese gesto, en realidad, lo que permite clarificar mejor la realidad del campo.

Desde el punto de vista de Lazarus, que es el de la aprehensión "en interioridad" de las singularidades políticas, comprendidas como "multiplicidades homogéneas", la categoría que sirve de basamento al análisis de Agamben, la del poder soberano, no permite aprehender la política en su emerger . Para Lazarus, es sin duda la noción misma de poder la que es un ejemplo de "categoría circulante"13 , es decir, en definitiva de concepto demasiado indeterminado para un verdadero pensamiento político. Más precisamente, quizá la categoría de poder es, para el pensamiento de Lazarus, corolario de la conservación de la sutura de la política con la historia, de la que, según él, hay que alejarse 14 .

Cuando Agamben dice no querer hacer un trabajo historiográfico, reenvía implícitamente el análisis de la singularidad del nazismo en tanto que tal al trabajo del historiador. Incluso si el análisis de Agamben hace intervenir elementos históricos, su objetivo es desde el comienzo el de establecer la topología de la soberanía y, sobre esta base, descifrar nuestra contemporaneidad. Los conceptos filosóficos y políticos que hacen posible la armadura de su libro son lo que él llama "intensidades", que no corresponden a dominios, pero que pueden atravesar dominios diferentes para descubrir sus elementos comunes. De este modo, lejos de disolver la singularidad de la política nazi, el punto de vista de Agamben permite comprenderla en un sentido más amplio que el análisis que la entiende como "guerra total": una guerra no reclama en tanto que tal (es decir, aquí en tanto que guerra de conquista) la producción de subhumanidad. De la guerra, Agamben no retiene más que el estado de urgencia o de excepción, que ha sido decretado desde el comienzo del Tercer Reich (esto es, bastante antes del comienzo efectivo de la política guerrera de expansión). El campo se explica entonces como el efecto "natural" de la instauración durable de un estado de excepción, de manera tal que la distinción entre campos nazis de concentración y campos de exterminio pierde ahí su pertinencia. Una vez destituidos de sus derechos civiles, aquellos que entraban en los campos se veían privados de su humanidad, y aquellos que no eran inmediatamente matados, eran conformados al modelo nazi de subhombre. Agamben permite comprender en profundidad eso que los supervivientes de los campos no han cesado de repetir15 , y que a nosotros nos ha costado entender: el ser expuestos al hambre, al frío, al trabajo, a los golpes, no era lo que les sustraía a los prisioneros de los campos de concentración de la exterminación, sino la forma que tomaba para ellos esta exterminación. Y esto nada quita, sino por el contrario, añade, al horror de la exterminación en cámaras de gas.

De manera mucho más general, el hecho de no tomar por elemento de análisis más que las singularidades políticas como tales, conforme al proyecto de Lazarus, conduce a una disolución del problema puesto por la existencia del poder. El paso de Lazarus conduce a un adosamiento de la política actual al parlamentarismo, con referente-reprensible el F.N., que le es homogéneo. No es que el parlamentarismo sea por sí mismo una referencia, sino que permanece gracias a que una política pretendidamente des-dialectizada y des-historizada se construye. La identificación del enemigo en Agamben parece más profunda: si alcanza a poner en evidencia eso que, en las socialdemocracias es de la misma naturaleza que en las políticas totalitarias, es ante todo porque construye la figura de un biopoder concerniente tanto a los flujos de mercantilización como a las biotecnologías y a las leyes de excepción. De este modo Agamben puede estar más próximo de eso que, en tanto que poder, define las mallas en las que se urde la realidad de nuestra experiencia.

La experiencia del poder

Con la objeción precedente, todavía no hemos desplegado con precisión los envites que emergen alrededor de la cuestión de la singularidad. Particularmente en esto: Lazarus nos replicaría, sin duda, que no se trata, según él, de construirse (en tanto que sujeto político) con relación al poder, o con relación al parlamentarismo, sino de construir, es cierto, sobre la base de un encuentro casual, una singularidad política que no se defina por una relación de oposición 16 . Pero precisamente: ¿puede darse de repente, como separada de toda relación con el poder, una tal emergencia singular?

El problema reenvía entonces al estatuto de singularidad tal y como es definido en el pensamiento de Badiou, Y que Homo Sacer toma explícitamente en cuenta (HS, 32-33). Para resumir este pasaje, hay que recordar que para Badiou los elementos de una situación son distribuidos según tres posibilidades: en tanto que término normal, excrecencia o singularidad. La primera posibilidad caracteriza eso que es a la vez presentado y representado ( por ejemplo, no importa qué individuo en tanto que elector); la segunda define lo que es representado sin estar presente (el Estado); por el contrario, la última define eso que está presente sin representación (porque se sustrae a cuenta del Estado, por ejemplo el inmigrado clandestino)17 . Agamben remarca la imposibilidad, en ese esquema, de situar la excepción soberana en tanto que tal, pues ella es muy exactamente " la figura en la cual la singularidad es representada como tal, es decir, en tanto que no representable" (HS, 32).

Lo que Badiou no piensa es la excepción, y a través de ella, esencialmente, la propia nuda vida. Que eso sea, no el fruto de una ceguera, sino la consecuencia de una decisión; que, por otra parte, ese sea el punto esencial del discurso entre los dos autores, es lo que ha sido explícitamente clarificado a la sazón de un encuentro alrededor del libro de Agamben, organizado por el Collège international de philosophie el 6 de diciembre de 1997. Así, Badiou subrayaba en su intervención que el fondo del

desacuerdo se refería a la posibilidad de hacer de la vida el nombre del ser y, a partir de ahí, de definir la política por su relación con la vida, siendo hoy día la posición mayor del pensamiento la identificación con la biopolítica.

Que la vida, cuyo otro nombre es en definitiva la potencia, sea el nombre del ser, es lo que Agamben busca asumir plenamente. Por eso mismo se sitúa en una tradición de pensamiento que ha rechazado poner la vida fuera de las posturas esenciales de la ontología y de la política. Ahora bien, es precisamente lo que hace Badiou cuando evoca "el animal humano" como soporte neutro de las verdades, es decir, desprovisto, como tal, de posiciones noéticas 18 . Pero al excluir del campo de la ontología y del pensamiento político la categoría de vida, de algún modo se condena a repetir el acta fundamental del poder soberano identificado por Agamben como el hecho de aislar una vida nuda, radicalmente distinta como tal, de la política cualificada.

Corolariamente, Agamben puede hacer una genealogía de la situación normativizada, mientras que el punto de vista de Badiou se lo prohibe. Agamben da cuenta del proceso de constitución del espacio reglado a partir de eso que ha sido evocado más arriba en relación a la estructura topológica del poder soberano, y a su efectuación diferenciada en el curso de la historia. Badiou no sabría demorarse en la necesidad de pensar la producción de norma, el mecanismo por el cual se opera una normalización de la situación. Es por lo que va a ser conducido a darse la situación ya normativizada, y con ella "el estado de la situación, es decir, el Estado a secas, como base del análisis, como marco de razonamiento. Badiou toca así fondo sobre un esquema clásico (en definitiva, la pareja Estado/sociedad), y reenvía esas nociones a un campo infrapolítico. Posición difícil, en eso que se priva de los útiles que le permiten identificar la profundidad en el ejercicio del poder, el alcance de sus ramificaciones. Posición que, por otra parte, espera dar cuenta de ella misma sobre la base de la separación neta entre política y Estado, esto es, entre política e historia. Así, volvemos a encontrar aquí eso que ya ha sido cuestionado con Lazarus a propósito de la "multiplicidad homogénea" que constituye, de forma interna, la singularidad política: ¿de qué modo puede considerarse la política como emergencia, poniéndose ella misma fuera de toda relación con el Estado, luego radicalmente heterogénea al Estado, y hacer de ello nada menos que un marco invariable de análisis, sin que sean de ningún modo tomados en consideración los procesos materiales del poder, que son la definición concreta, y no categorial, de una situación?

Es menester señalar aquí de qué modo este esquema de pensamiento que caracteriza los pasos paralelos de Badiou y Lazarus es heredada de la concepción hegeliana la autoposición de la Idea es la deposición de lo sensible. Siendo aquí la idea la singularidad política en tanto tal, hay que entender por "sensible" a la vez la vida y la contingencia histórica surgida de las relaciones de poder. Pues en definitiva es esta relación entre vida y poder, central para Agamben (el poder soberano y la nuda vida), la que es desechada por Badiou, con un gesto que le hace igualmente rechazar la categoría de experiencia, de reenviarla a la pura y simple "situación normal", y que como tal no ha sido tomada en consideración. Inversamente, en la perspectiva en la que se sitúa Agamben, heredero directo en este punto de Foucault, es a partir de esa relación que es pensable la trama de la experiencia: la manera en que la vida es puesta en las mallas del poder.


Ética más allá del humanismo

El primer tomo del trabajo de Agamben se cerraba con una exigencia: la de pensar el punto de reversibilidad entre política y ontología (HS, 196), en el sentido de que la cuestión del ser, para lo humano, no es distinta de la cuestión de la vida. Se trataba de concebir la relación entre vida y política, de modo distinto a una conformación de la primera -a la que se supone en sí misma sin forma- por la segunda, considerada, ante todo, exterior.

Pero Agamben comprende esta exigencia a través de la exhortación (sacada del motivo heideggeriano de una aprehensión posible del ser sin relación con el ente) a "pensar la ontología y la política más allá de toda figura de la relación" (HS, 57). De este modo, Agamben ponía como equivalentes las nociones de relación (relation) y de relación (rapport) ahí en donde, sin duda, hubiera sido necesario distinguirlas 19 .

Con Lo que queda de Auschwitz todo ocurre como si, Agamben, abandonando el programa de un pensamiento más allá de toda figura de la relación (relation), propusiera más bien otro pensamiento de la relación (relation). A partir de la situación límite del campo y de la figura extrema del musulmán, se trata de construir una comprensión del ser del sujeto, y de medir la posibilidad de una ética. El musulmán es aquel que, en el campo, ha dado la experiencia integral del no-nombre hasta la abolición de todo pensamiento, de todo afecto o voluntad, y del que el testigo se ha encargado de preservar la experiencia. Es así como Agamben retoma el problema de la relación: existe un extravío inseparable entre el musulmán y la prueba, entre el no-hombre y el hombre, y es solamente a partir de un tal extravío indescomponible que puede reconstruirse la ética.

De Homo Sacer a Lo que queda de Auschwitz el campo sigue siendo para Agamben un paradigma biopolítico. Pero de una a otra obra, aunque su autor no distingue la política de la ética, la cuestión, de algún modo, modifica la tarea de sacar la política de su retraimiento hacia la posibilidad de construir una ética a la altura de la experiencia del campo, esto es, de la experiencia del musulmán. Para Agamben, es solamente a partir de la toma en consideración de eso que el hombre ha hecho integralmente la experiencia del no-nombre, de esa zona de lo humano, indiscernible de lo no humano, a donde ha sido conducido el musulmán, que una ética –como testimonio- puede existir, más lejos de la tradición humanista. Y quien no suscriba esta hipótesis de una paradigmaticidad del campo, no puede en todo caso hacer la economía de una confrontación con las conclusiones de Agamben, puesto que una ética que deja fuera de ella –que no permite pensar- una experiencia como la de los campos de concentración y de exterminio, no puede más que reconducir, muy a su pesar, al gesto del verdugo, que excluye de lo humano una unión de hombres y su experiencia. A partir de ahora, la fórmula más radical de la ética no-humanista se enuncia "el hombre es el no-hombre20 según una identidad que no es, ciertamente, una tautología, tampoco quizá simplemente dialéctica, y que nosotros quisiéramos llamar: transductiva".


TRADUCCIÓN DE MUXUILUNAK


* Traducido del francés de la revista MULTITUDES (MULTITUDES, I, marzo 2000) (N.T.) [volver]

1 Giorgio Agamben, Homo Sacer, Le pouvoir souverain et la vie nue, trad. Marilène Raiola, Seuil, collection "L´ordre philosophique", París, 1997. Traducción en castellano: Homo Sacer, el poder soberano y la vida nuda,trad. Antonio Gimero Cuspinera, Pre-Textos, Valencia 1998. En adelante citaremos esta obra bajo la forma abreviada:HS. El número de página corresponderá a la edición francesa. Ce qui reste d´Auschwitz, trad. Pierre Alferi, Éditions Payot Rivages, París, 1999. Trad. Castellana de Antonio Gimero, Homo Sacer (III), el archivo y el testigo, Pre-Textos, Valencia, 2000. Para las citas guardaremos igualmente las referencias francesas. [volver]

2 En Aut-Aut, nº 271-272, 1996. P.88. [volver]

3 Sobre este punto, ver sobre todo la puntualización de Ce qui reste d´Auschwitz, p.34-38. [volver]

4 Bastaría, para convencerse de la inanidad de esta postura, remitirse al artículo del Courrier International (nº 357, 4 de septiembre de 1997, p. 31 a 34), que muestra cómo la política eugenésica no es patrimonio de los totalitarismos, sino, bien al contrario, puede estar en el corazón de una socialdemocracia, como en el caso de Suecia, que puso en marcha una política eugenésica dirigida principalmente contra los enfermos mentales. [volver]

5 Paroles à la bouch3e du présent, bajo la dirección de Natacha Michel, Éd. Al Dante, coll. "Axolotl", 1997. Este coloquio comprende, entre otras cosas, intervenciones de Badiou, Lazarus, Deguy y Daeninckx. [volver]

6 Citado por F. Regnault; cf. Le Séminaire XI, Les quatre concepts fondamentaux de la psychanalyse, p. 305-306, Éd. Points/Seuil, Paris, 1973. [volver]

7 La ilusión es aquí lo que hace sacrificar una víctima a Moloch, de la que el nombre laico fue la Raza"; op.cit., p. 129. [volver]

8 El sentido del análisis de la diferencia entre el pensamiento de Heidegger y el pensamiento nazi es el de mostrar que lo que permanece excluido en el nazismo, como en todo ejercicio de poder soberano, es el pensamiento de una indisociabilidad de la vida y su forma, de una "unidad inseparable de seres y modos, de sujeto y cualidad, de vida y mundo" (HS, 166). [volver]

9 Paroles à la bouche du présent, p. 128. Subrayado Retorno al campo... [volver]

10 Sobre todas estas cuestiones, nos remitimos, evidentemente, a Primo Levi, pero también a Robert Antelme, L´Espèce humaine, Gallimard, París, 1957. Como remarca Primo Levi en un texto de 1956, invalidando en una frase la operación de descalificación por la que, comparando los dos tipos de campo, los nuevos filósofos tratan de reducir todo empeño comunista a un crimen: "es posible, incluso fácil, imaginar un socialismo sin campos, tal y como tenemos constancia del realizado en muchos lugares del mundo. Un nazismo sin Lager no es concebible" (append à Si c´est un homme, Éd. Julliard, collection Pocket, trad. M. Schruoffeneger, París, 1987, p. 203). [volver]

11 Paroles à la bouche du présent, p. 85-98. [volver]

12 Paroles à la bouche du présent, p.94. [volver]

13 Anthropologie du nom, p. 33 ssq., incluso si Lazarus, en este pasaje, no menciona directamente la noción de poder. [volver]

14 Anthropologie du nom, Éd. Du Seuil, París (1996, p. 21-22) [volver]

15 Cf. Por ejemplo este pasaje de L´Espèce humaine, de Robert Antelme: "Todos nosotros estamos [...] aquí para morir [...] El frío es doloroso, pero las SS quieren que nosotros muramos por el frío [...] El trabajo es agotador –para nosotros, absurdo- pero consume, y las SS quieren que muramos por el trabajo [...] Y está el tiempo: las SS piensan que a fuerza de no comer y de trabajar terminaremos por morir" (op. cit., p. 45). [volver]

16 Anthropologie du nom, p. 47. [volver]

17 Cf. L´être et l´évenement, meditaciones ocho y nueve, Éditions du Seuil, París, 1988, p. 109-128. [volver]

18 Cf. principalmente L´Éthique, Éd. Hatier, parís, 1993, p. 42, en donde la definición del animal humano es remitida a Spinoza y al "deseo de perseverar en su ser". [volver]

19 Una tal distinción entre relación (relation) y relación (rapport) es propuesta por Gilbert Simondon en L´individuation psychique et collective: ahí en donde la relación (rapport) no pone en relación (relation) más que términos constituidos de antemano, la relación (relation) hace emerger los procesos que ella relee en un proceso que es llamado transductivo. De este modo, la relación (relation) transindividual, que hace existir un colectivo, se distingue de la relación social, en donde las funciones están ya rígidamente distribuidas. En el corazón de esta problematización de la relación transindividual, la instancia sobre la vida afectiva ofrece una posibilidad de relectura de los análisis foucaultianos relativos al biopoder, en cuanto a la cuestión de saber cuál es exactamente la vida que se encuentera en lo sucesivo inscrita enj las relaciones (rapports) de poder. Pero esa no es la vida escogida por Agamben. [volver]

20 Ce qui reste d´Auschwitz, p. 176 [volver]

MANIFIESTO DE RECONSTRUCCIÓN

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