Traducción Natalia Vidal
La Judenfrage es siempre actual en el Imperio austríaco y reseñarla no requirió de ninguna predisposición especial para nosotros. Cada día traería el pequeño resultado de la desproporción que por un lado, es explotado con un pathos espantoso, por el otro, con una furia inarticulable. Así es la pregunta aquí y en otros sitios, y a través del confuso y revuelto abuso espiritual ha adquirido tres interpretaciones: religiosa, política y social. Si sus voceros quieren tratar lo religioso, entonces corren la totalidad hacia el campo de lo político, si quieren expresarse someramente sobre realidades sociales, empujan el catecismo y el Talmud a un primer plano… y así en todas las combinaciones posibles. De comienzo nos resulta inequívoco reseñar el lado de la creencia. Antes que nada lo confesional, tratado con cautela por los filosemitas débiles. Si bien es cierto que en el transcurso de 2000 años y según la necesidad la Judenfrage fue instalada por los gobiernos occidentales como tema candente, también que según el momento fue tratada de modo impulsivo por los pueblos. El odio judío jamás ha inventado detalles, sólo los ha explotado. Su comienzo es explicado de sobra a través de la autoafirmación religiosa de los judíos en un Estado: luego, tanto en creencia como en odio, la ley de la pereza se torna obsoleta.
Es cierto que para el juicio moderno cada autoafirmación es la más importante en términos de relación económica – más aún que aquella mediante el empeño mercantil, más inescrupulosa que el ya aclarado punto de vista comercial de los judíos en cuanto a los bienes de venta- pero la religión es la primera fuerza motriz de este poderoso desarrollo basado en la excepción. No directamente a través de sus reglamentos, como quisieran demostrar tanto el intérprete y como el falsificador del Talmud, sino a través de la fuerza de la condición de aislamiento que se les ha deparado a los judíos. Así sigue causando efecto una creencia que todavía hoy prueba seriamente la fortaleza y el raciocinio de los ortodoxos orientales – y así trae un prejuicio social relativo para quienes le reconocen, y también para sí misma, aunque no siempre de manera material -. A través de ella parece causada la historia universal del rollo (1) de este pueblo. Pero duda de ello quien se defienda en el conocimiento de doctrinas unilaterales de las ciencias naturales. Nosotros consideramos el cráneo humano, con un cerebro que aún piensa y acciona, como un argumento más fuerte que el de 60.000 cráneos con una fuerza reflexiva ascendente en ataúdes medidos en centímetros.*) Es sabido que las diferencias raciales han intervenido en el aislamiento de los judíos; pero principalmente han conducido un particular desarrollo religioso en lo social. Cada uno por sí sólo jamás habría fundamentado la necesidad de una mezcla racial de modo relevante. El romano, en la decadencia del Imperio, se mezcló con bárbaros, quienes debieron haberle parecido de calidad inferior a los judíos, y por encima del asco hacia esos limitados de los que se burlaban sus satíricos, del sabido rechazo hacia alimentos y formas de vestir, nada contribuyó a que el romano reconozca la capacidad judía. Más tarde, durante la transformación cristiana, el judío – que hoy, gracias a eminentes investigaciones, es hitita – superó raza, romanos y bárbaros. Hoy (2) se los odia aún más que los romanos de entonces - pese a la repugnancia pagana y sensual hacia la religión sobria -. En cuanto a que los cráneos de los primeros mártires tienen valor como reliquias, deberían dejarse confirmar las características antropológicas en las que hoy cada señal es apreciada como un hallazgo, según el veredicto estético de los señores Scheicher y Gregorig. Al excluir el adormilamiento (3) clerical de la teoría de estos y de políticos similares, la estupidez social y lo meritoriamente espantoso, sorprendentemente, todavía permanece un pequeño resto con el que podemos explicar que estamos de acuerdo: la polémica contra los conocidos atributos de los judíos no asimilados. Y sólo la vemos como algo accidental, aclaratorio en cuanto al bloqueo de los guetos, mientras que todo tipo de hombres basados en su corazón quieren comprender las deficiencias de sus opositores como constitutivas de los intereses de la empresa.
Por supuesto que las maravillas de la asimilación no se prueban con una transformación mágica y sólo son rápidamente efectivas cuando el Budget no supera las peores apariencias y el aislamiento respecto de los cristianos normales no es demasiado grande. Lo judío y lo cristiano aún permanecen a un paso del mismo camino compartido hacia la benevolencia espiritual, tal como se lo imaginan los formadores públicos del latigazo, los señores Vergani y Schneider. Existen semejantes tramos sobrenaturales, y con esto tendrán que darse por conformes el bajo Parlamento austriaco y el resto de las demás instancias sobre la tierra. Aquí no es necesario desesperarse por los derechos del hombre. Más bien parecen construidos con nuestra mirada cerca del lugar sobre lo judío religioso, tal como es factible sin herir los sentimientos de culto ajenos.
Con las reformas del luteranismo, del calvinismo y de la alta Iglesia católica, la comunidad judía religiosa – y aún se quiere golpear duramente su excepcional idea de unidad y su moderado tratamiento racionalista de cosas metafísicas –ha llevado a cabo su ilustrado mandato, llevar a cabo en el sentido de que la amplia fuerza reformista del protestantismo se disipa. Los “servidores de la palabra” son seguidos por pastores que hablan la palabra de una religión razonable y transigente. Que el magnífico nuevo despertar de la cultura alemana se deja intranquilizar por algunos dogmas de la creencia católica no significa lo más importante, aumenta los mejores elementos de la vieja creencia a través de la ética cristiana y, liberada de los orientales como en el culto romano, lucha por el pueblo alemán y por todos los pueblos avanzados de Europa, en esto consiste su gran acción. Como reformador, el hijo del granjero de Sajonia ha liberado a la vieja creencia de su excomunión oriental, de su claroscuro romano. Con esto, todo lo que el mosaico de religiones pudo realizar en grande para Europa, ya ha acontecido. Schopenhauer registra este hecho con una sola expresión: racionalismo protestante-judío.
En la conciencia popular no vive ningún agradecimiento por esto, lo que el mosaico de creencias le ha obsequiado, sino que permanece como algo ajeno y repugnante entre los pueblos de Europa. Por sí mismo, su estrecho parentesco con las Iglesias reformistas no ha sido sentido en modo alguno; la antipatía hacia un pueblo que en el ocaso del resto tiene la intención de recordar, sigue siendo la más antigua. El conservadurismo interno de los judíos, su especial Familienpietät y el modo de comprensión de cada uno, que por la atracción de la sangre clausura matrimonios mixtos nada ventajosos, poco considerados, hace posible la continuidad de la Sinagoga, a pesar del indiferentismo religioso de las nuevas generaciones de judíos de Europa del centro y del oeste. A esto se suma un esfuerzo que proviene de muchos lados diferentes, colocar el bautismo a los judíos como quien bautiza una humillación, como si el mismo les valiese como el más antiguo. Pero no lo es, aún cuando se someten por libre decisión, no lo es en interés del alivio personal y la beneficencia pública, sino en interés del amor por las generaciones venideras bajo la mano del párroco. ¿Para quién sino carece de valor asegurar la libertad de las futuras generaciones sin presionar la inteligencia a un nivel profundo? ¿Cuál es la diferencia entre una religión que no se conserva y una creencia en la que no se cree? ¿Acaso no hay buenos cristianos que si bien se someten inconscientemente dos veces a las expresiones de su Iglesia – en el bautismo y en el féretro -, lo hacen conscientemente bajo coacción escolar, o frente al altar?
Debería ser bien sabido para todo el que tenga corazón sincero y espíritu libre, el alcanzar la loada tierra de la libre creencia y pensamiento por calles rectas, y sin desvíos. Para la gran fuerza expansiva de sus espíritus – el cristianismo lo ha corroborado- no deberían dirigir todo su pensamiento hacia el presente y el futuro lejano, sino también empeñarlo a la totalidad de las fuerzas más próximas, como es deber del buen habitante terrenal. El futuro cercano exige derribar las consecuencias de la liberación de los muros del gueto y de las leyes de excepción. Junto a todo lo estimado espiritualmente posible, los seres humanos – los mismos que a través de generaciones van unos junto a otros como ciudadanos- se enfrentarán sintiéndose extraños y enemigos sin que acontezca un intento de unión. Para los judíos el único intento serio de tal cosa es el matrimonio mixto, que no es llevado a cabo en base a la sola ley civil según prueban los países en los que vale la forma obligatoria del matrimonio civil. Solamente permanece aquella elección de la conversión libre y madura. Pues para toda la atención puesta sobre la igualdad de derechos de cada creencia, los enclaves orientales son un absurdo en la cultura europea.
A la luz de estas declaraciones, queda claro el maldecir todos los momentos que han demorado la asimilación. El sionismo es un empeño pequeño y ridículo cuando se propaga entre los judíos orientales, o cuando sus víctimas son enviadas del estiércol de la cultura de Galizia directo a colonias palestinas. En Europa central, el sionismo ofrece un espectáculo lamentable, como manos torpes que rascan sobre la tumba de 2000 años de un pueblo dormido. Y presta servicio – pese a, o a cusa de, su significado apenas más que fraseológico – en un país donde la frase es un gran poder, con valentía para las ambiciones de los enemigos de la asimilación. Pues no a todos les agrada su propia mezcla, necesaria para suprimir lo que queda de lo poco seguro, igualmente forzada a caer en el otro extremo de los atributos correspondientes a los idóneos seres del gueto, y para el cambio repentino. Este tipo de educación de sí mismo es necesaria: pues el agua del bautismo carece de violencia pedagógica para hombres que están acabados.
En la medida que hay judíos que se han deshecho de los conocidos y accidentales atributos de su círculo, a los que han señalado como elementos anómalos de la cultura, fáciles de reconocer y desaprobar, cada tanto se puede oír de antisemitas judíos y de judíos antisemitas.
(*)En: Die Fackel. Número 11.1899, Viena: pp.1-6. [La “Judenfrage” es la pregunta por la asimilación de los judíos en Europa].
Notas de la traductora
*) Llamada en el original: “El antropólogo alemán Luschan ha tomado medidas de 60.000 cráneos judíos y comprobado su característica racial hitita”.
(1) Para “Wirrwar”- follón, caos, rollo- sería igualmente correcto traducir “problemática”. Kraus, sin embargo, elige “Wirrwar” en vez de “Problematik”.
(2) En el original: „Römlinge hassen sie heute mehr als es die Römer …“. La oración pierde calidad al traducir literalmente la ironía del juego de palabras, definitivamente confusa en castellano y dentro del contexto global: “Los romanizados/ los occidentales/ los neo-latinizados// La cultura latinizada/ latina/occidental… de hoy en día…”
(3) “Benebelnde” significa aquí “adormilamiento”, “estado de trance”, “ceguera por fervor religioso o estado espiritual”, remite a la idea de una visión que se nubla bajo el efecto de los incensarios y las velas de la Iglesia.
domingo, 13 de julio de 2008
"LA JUDENFRAGE (*)" por Karl Kraus
Etiquetas:
ANTROPOLOGÍA,
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Publicado por DARÍO YANCÁN en 2:45
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