Poco conocemos, o casi nada, acerca de cómo vivían las mujeres que tenían relaciones erótico/sexuales/afectivas con otras mujeres, en épocas en que la sexualidad de las personas no indicaba una identidad sexual determinada.
Judith Brown[i] plantea que “las dificultades conceptuales que los contemporáneos tenían con respecto a la sexualidad lesbiana se reflejan en la carencia de una terminología adecuada. La sexualidad lesbiana no existía; por lo tanto, tampoco existían lesbianas. Aunque la palabra “lesbiana” aparece una vez en el siglo XVI en la obra de Brantome, no fue de uso corriente hasta el XIX, e incluso entonces fue aplicada antes a ciertos actos en lugar de a una categoría de personas. Al carecer de un vocabulario y unos conceptos precisos, se utilizó una larga lista de palabras y circunlocuciones para describir lo que las mujeres, al parecer, hacían: masturbación mutua, contaminación, fornicación, sodomía, corrupción mutua, coito, copulación, vicio mutuo, profanación o actos impuros de una mujer con otra. Y en caso de llamarles de algún modo a las que hacían estas terribles cosas se les llamaba ‘fricatrices’, esto es mujeres que se frotan unas con otras o “tribadistas”, el equivalente griego a la misma acción.”
Tribadismo significa “ella que roza”, y hace referencia a una práctica sexual entre dos mujeres en el que se apoyan los cuerpos y quedan pechos con pechos, vulva con vulva y comienzan a contonearse, frotándose mutuamente los clítoris hasta lograr el orgasmo simultáneo.
Desde principios del siglo XX, podemos observar a partir de algunos documentos, el temor a la expansión del tribadismo. Jorge Salessi[ii], en su original estudio sobre cómo operó la homosexualidad en la constitución del estado nacional argentino, dice acerca de la homosexualidad femenina, “...en las formas de representación de una homosexualidad de las mujeres, por ejemplo, se hace evidente la propagación exagerada de un pánico homosexual[iii], una ansiedad cultural producida, promovida y utilizada para controlar y estigmatizar poblaciones consideradas peligrosas por la cultura patriarcal y burguesa hegemónica”. El autor profundiza en cómo la educación nacionalista[iv] cumplió un papel fundamental en combatir el erotismo entre mujeres, llamado en aquella época tribadismo, uranismo y/o fetiquismo. Según Salessi "tribadismo", significaba prácticas sexuales entre mujeres, además de "hábitos" o comportamientos definidos como incorrectos para su sexo biológico. Esas costumbres v prácticas sexuales eran, según los pedagogos y criminólogos argentinos, aprendidas especialmente en el medio insalubre de las escuelas y colegios de monjas
Por ejemplo, en José Ingenieros[v] se revela una aguda preocupación por la homosexualidad femenina. Él argumenta que “la homosexualidad si bien no era tan común en la mujer, sí lo era entre mujeres de cierta educación”. Ingenieros escribió: “...la inversión se observa menos frecuentemente en las mujeres; la educación y el medio son poco propicios al desarrollo del 'tribadismo', siendo menos raro en mujeres independientes de toda traba social (artistas, intelectuales, etc). En las jóvenes se observa muy rara vez, aunque la inversión sentimental o romántica es muy frecuente en los colegios e internados femeninos”.
En 1910, Ingenieros ofreció la historia de una mujer que "en el convento donde fue educada contrajo hábitos de tribadismo que persistieron al salir de allí: era un marimacho completa, trataba a sus condiscípulas como si ella fuera un hombre y se dedicaba a enamorarlas o seducirlas, para que se sometieran a sus prácticas tribadistas”. Explica Salessi que la única de esas prácticas a la que aludió este criminólogo fue la del "el onanismo recíproco" pero sin especificar cómo se masturbaban estas mujeres entre sí. La reticencia de estos hombres de ciencia a describir prácticas sexuales entre mujeres (especialmente al compararla con la riqueza de detalles con la que describieron las prácticas sexuales entre hombres) fue una característica recurrente del discurso de esta ciencia sexual argentina. Una vez más, las relaciones eróticas entre mujeres ni siquiera fueron enunciadas, destinándolas al campo de lo impensable, de lo indecible.
“En el Livre de Manieres, escrito en la temprana modernidad, el obispo Etienne de Fougere argumenta que el coito entre mujeres es tan absurdo como abominable, otorgando como ejemplo de semejante estupidez el acto de intentar pescar "con caña" sin tener la caña (lo que lleva a sentenciar que el acto sexual entre lesbianas no es más que un esfuerzo inútil, desgaste de energías, acción innecesaria, etc.)” [vi]. Ese sinsentido puede explicarse parcialmente por el contexto dentro del cual lo "sexual" ha adquirido "sentido”.
El estatuto ontológico del sexo se plantea a través del dúo pene-penetración; por lo tanto, la ausencia de tal pareja nos remite a que la razón de ser del acto "sexual" desaparece en tanto tal. ¿Qué estatuto se le podría adjudicar a la actividad sexual entre lesbianas? Si el sexo se ha entendido en tanto equivalente del par pene-penetración, la pregunta que aparece es: ¿qué podrían hacer las lesbianas para que tales actos adquieran el estatuto de "sexuales"? Una forma de empezar a desarmar esta pregunta puede consistir en pensar la siguiente fórmula: "Penetrar versus Frotar". Tanto la penetración como la descarga de semen han tenido bastante relevancia en diversas tradiciones religiosas y seculares, por lo que se ha entendido que el frotamiento entre lesbianas es una “copulación fallida". Esto nos lleva a revisar la asimetría fundamental que se desprende de otro dúo: actividad-pasividad, en el que la actividad/penetración está asociada a lo masculino, mientras que la pasividad/penetrada a la femenino. Las prácticas lesbianas como el tribadismo descolocan este sistema categorial, lo desplazan, y la lesbiana queda fuera del orden del discurso. Si pensamos la penetración en términos extra-"pénicos” abrimos interrogantes, como por ejemplo, ¿cómo administrar entre lesbianas la pareja actividad-pasividad sin remitir al masculino ‘penetrar’ ni a la femenina ‘penetrada’?, o ¿cuál es el estatuto ontológico que se le habría de otorgar a un consolador cuya "masculinidad" (si atributo fuera adjudicable) no pertenece ni a una ni a la otra?.
Rastrear en la historia de silencios las huellas de las relaciones entre mujeres, de la pasión entre mujeres, las formas en que ha sido designado el erotismo entre mujeres, entre las que se encuentra el tribadismo, es una convocatoria a redescubrir la dimensión histórica de nuestro deseo, sus luchas por la sobreviviencia y pervivencia. Es necesario comprender que la proliferación de los placeres y la difusión de una economía erótica no falocéntrica afecta al sistema heteropatriarcal, el que está íntimamente ligado al capitalismo, cuya base controlada es la familia tradicional. El lesbianismo ataca esa base económica y además desestabiliza el control demográfico, base de sus previsiones sociales. Por eso se lo oculta y niega, pero a pesar de la ignorancia a la que es sometido el deseo lésbico, hay que celebrar que sigue latiendo en los cuerpos de muchas mujeres.
Las mujeres que han expresado su pasión por otras mujeres, a través de las épocas, han peleado y han muerto antes que negar esa pasión. La síntesis del lesbianismo y el feminismo (dos movimientos teórico/políticos centrados e impulsados por mujeres), intenta revelar y acabar con el misterio y silencio que rodea al lesbianismo. Este análisis es una pequeña incisión contra esa esfera de silencio y secretos que presenta la imposibilidad de adjudicar un espacio discursivo a las relaciones sexuales entre mujeres. Y hago propias las palabras de la feminista afroamericana Cheryl Clarke, “dedico esta obra a todas las mujeres ocultadas por la historia cuyo sufrimiento y triunfo han hecho posible que yo pueda decir mi nombre en voz alta[vii].
NOTAS
[i] Brown, Judith (1989). Afectos vergonzosos Sor Benedetta: entre santa y lesbiana. Ed.Crítica, Barcelona.
[ii] Salessi, Jorge. (2000). médicos, maleantes y maricas. Beatriz Viterbo Editora. Rosario.
[iii] La noción de pánico homosexual es citada por Salessi, quien la retoma de Eve Sedgwick en Epistemología del closet. Sedgwick explicó que especialmente en la segunda mitad del siglo diecinueve, la producción y utilización del pánico homosexual sirvió para la persecución de una naciente minoría de hombres que se identificaban a sí mismos como homosexuales pero también, y especialmente para regular los lazos homosociales entre todos los hombres, lazos que estructuran toda la cultura, o al menos toda la cultura pública y heterosexual.
[v] Médico y escritor argentino, 1877-1925.
[vi] “Un paseo por afuera del discurso: ¿qué hacen las lesbianas en la cama?”. Susana Draper. Extraído de internet.
[vii] "Un acto de resistencia" por Cheryl Clarke, extraído de la Recopilación sobre lesbianismo y homosexualidad masculina, realizada por Jorge Horacio Raices Montero.
* Autora de "Notas Lesbianas", de Editorial Hipólita
Activista lesbiana feminista de Las Fugitivas, de Neuquén, Argentina.
miércoles, 13 de agosto de 2008
"Tribadismo: el arte del frotamiento." por Valeria Flores *
Publicado por DARÍO YANCÁN en 4:55
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