miércoles, 6 de febrero de 2008

"Louis Althusser (1918-1990)" por Agustin D’Ambrosio



Nacido en Argelia, fue uno de los principales intelectuales del Partido Comunista francés y llevó una vida en los extremos: peleó en la Segunda Guerra Mundial, pasó cinco años en un campo de prisioneros, tuvo decenas de internaciones psiquiátricas y en 1980 fue acusado de asesinato luego de estrangular a su mujer. La reciente publicación de los cursos que dictara en la Escuela Normal Superior bajo el título de “Política e Historia” permiten rastrear la invención de una tradición subterránea en la historia del pensamiento.

Desde su irrupción en la escena intelectual francesa a mediados de los 60, pesa como lugar común sobre la filosofía de Louis Althusser el rótulo de “marxismo estructuralista”. Si la palabra “estructuralismo” menta aquella metodología que procuraba reducir su objeto de estudio a un modelo que dé cuenta de sus invariantes, mal podría llevarse dicho procedimiento con una teoría –la marxista– que se propone desarticular toda hipóstasis teórica por medio de su historización. Pero esta dudosa conjunción –de la cual Althusser se distanciaría de manera explícita muy tempranamente– tenía, no obstante, un mérito: definir la empresa althusseriana como el cruce de dos caminos que se suponían paralelos, incomunicados. Fue Clement Rosset, antiguo alumno del filósofo marxista, quien propuso otra fórmula para captar la singularidad del pensamiento de Althusser mediante el recurso a una figura rabelaisiana: la Antiphysie.
La filosofía de Althusser sería una aberración contra natura en tanto presenta al marxismo, “loca religión de un tiempo extraviado” (son palabras de Rosset), como “la teoría moderna de la desilusión y la lucidez mental”. Esta imagen, más sugerente que aquella otra, requiere –aún– de correcciones; es evidente que la “contradicción” de un pensamiento socialista que hace suyas ciertas premisas escépticas y pesimistas fue sumamente productiva para Althusser.

En una carta escrita en 1956, citada en la presentación del libro por François Matheron (quien estableció el texto de los cursos, trabajando a partir de notas de auditor y de algunos manuscritos del propio Althusser), el comunista francés le dice a su amiga Claire: “Por el momento, escribo a máquina mi curso sobre Hobbes (…) Tengo una debilidad por este hombre que pertenece a una corriente cínico-pesimista del pensamiento de los siglos XVII y XVIII”.

En sus cursos, Althusser llama “pesimismo práctico” a la que considera una de las principales tendencias intelectuales del pensamiento histórico y político del siglo XVII en adelante, cuyo núcleo consiste en tomar como principio explicativo de las conductas humanas a los intereses y pasiones. Esta corriente se iniciaría con Pascal, incluiría –además de a Hobbes– a Helvetius y Montesquieu, y luego sería continuada por Rousseau. “Fueron hombres –sigue la carta– que intentaron el mayor esfuerzo de lucidez que puede haber, que no toleraron contarse a sí mismos las historias que hacían vivir a los otros”.

Althusser escribiría 30 años más tarde en su notable autobiografía El porvenir es largo que la única definición del materialismo que encontraba satisfactoria era “ya no contarse historias”. Estos filósofos “pesimistas” concibieron un modelo explicativo de la conducta que no parte de la conciencia de los fines que los hombres se ponen cuando actúan, sino que toma la conciencia que acompaña esa acción (y sus “historias”) como algo a ser explicado por otra cosa; esto es, por sus intereses. En estos autores, Althusser encuentra una tradición materialista que se abre paso en la historia del pensamiento hasta llegar a Marx. “Ya ves qué es lo que une mis trabajos sobre Feuerbach (sus relaciones con Marx, su concepción de las conductas humanas) y mis investigaciones sobre el siglo XVIII: ver a qué precio y siguiendo qué vías ciertos hombres lograron sacar algo de verdad sobre los resortes de la conducta humana y la sociedad. Es una empresa que no está cerrada… Pero el conocimiento de sus condiciones pasadas no es indiferente para su futuro. Me gustaría poder desempeñar mi modesto papel en ese futuro”.

Se trata de una ilusión retrospectiva: en el empalme de su investigación sobre Marx con las referidas a esta tradición “pesimista”, Althusser encuentra predecesores de su apuesta teórica en la historia de la filosofía. La lista de miembros de este club de la lucidez cambiaría con los años; Spinoza, Maquiavelo y Rousseau se convertirían en los principales antecesores de (su) Marx.

Quizás estos giros sean más fieles al espíritu del marxismo clásico de lo que parecen a primera vista. Después de todo, “socialismo científico” –la fórmula de Engels (una más)– debe entenderse no tanto en relación con la deriva positivista que el marxismo conocería durante el apogeo de la II Internacional, sino en contraste al “socialismo utópico”. Un pensamiento socialista sin ilusiones, cuya explicación de la historia humana es contraria a todo wishful thinking, fue parte del programa teórico marxengelsiano. La conjunción entre socialismo y “pesimismo práctico” resulta aberrante sólo para quienes buscan hacer pasar su compromiso con el orden social vigente por “lucidez”.

No hay comentarios: