El pedido era escueto y lleno de errores dado que decía:
“ Tiene hasta antes del atardeceder para
reunir todo lo necesario
si quiere volver a ver a Sara.”
"Hable con Laetia TE 52 16 2 458 6938”
Estaba todo dicho, dirección, nombres, intenciones. No quedaban dudas. La Sra. Reginald había recibido la confirmación que una de sus partes estaba en poder de Laetia.
Se la había llevado el pasado, la realidad o la tradición, para el caso daba lo mismo, tan sólo no estaba libre, había sido retenida.
A las tres horas de la recepción del recado, ya había reunido todo lo necesario en tres canastos de mimbre del Tigre, que hace tiempo estaban sin uso.
Los cargó en el baúl del auto y cuando ya estuvo todo listo, realizó la llamada.
El efecto espejo expandió la campanilla del teléfono hasta el infinito, sonaba en el otro cuarto contiguo, próximo, distante:
“-…Hola, ya tengo todo lo necesario…”, la línea se mantuvo en silencio.
“-… ya tengo todo lo necesario he dicho!!! …”, repitió y sus ojos se fijaron en la respuesta.
“-Entiendo”
El trayecto era relativamente corto hasta la ablución purificante, pero la duda y la nostalgia le retiraban presión al acelerador.
Bajó dos canastos y los colocó junto a la orilla.
Cada uno contenía todo lo que hacía a su pasado, las fotos,
un trozo de cabello,
certificados y títulos,
documentos,
su camisa más sensual,
las cartas del amor,
las deudas pendientes,
su deseo de vida,
su sueño reparador,
el recuerdo de aquellas manos sobre la piel,
la ingenuidad,
un corazón regalado...
Se acercó al borde del pozo y los arrojó, el agua se llevó toda identificación y todo logro. Sólo se había desprendido de su vida anterior, ya no era la que algún día fue.
Ya de regreso en la sala de estar, junto al teléfono, la esperaba para tomar el té, la Sra. Sara Laetia Reginald, esa otra recién llegada que había sido liberada, una desconocida que por ahora le daba miedo.
Eran la 17:15 horas.
Era antes del atardecer.
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