1.- Introducción.
Uno de los sucesos que hancaracterizado en mayor medida los últimos años ha sido, sin lugar a dudas, laapertura de un proceso de imparable interconexión entre todos los rincones denuestro planeta. Este fenómeno, al que habitualmente denominamos globalización,ha traído consigo múltiples consecuencias, algunas de ellas claramentepositivas, otras de un tono más ambiguo y, por último, algunas de caráctertristemente negativo. Entre estas últimas debemos citar la que, de entre todasellas, resulta a nuestro juicio más preocupante: el paulatino predominio de laeconomía sobre la política o, si se quiere decir de otra forma, la decisivainfluencia de las consideraciones económicas en la deliberación política .
A esta primera afirmación senos pueden oponer dos tipos de consideraciones. De un lado, las de todosaquellos que, desde una ideología típicamente liberal, no ven nada de negativoen este hecho, sino que, más bien, lo consideran como un maravilloso logro enel que ahondar . De otro,hay quienes podrían objetar que esta situación no es nueva en absoluto sinoque, mientras el mundo sea mundo, la economía tendrá mucho que ver con lapolítica. En lo que respecta a la primera objeción, no hay mucho que podamosresponder. A fin de cuentas, si alguien sigue defendiendo la validez del modeloliberal a pesar de los estragos que ha causado en muchos de los países en losque se ha aplicado, y de las falacias teóricas que encierra en sí mismo, no nostomaremos ahora la molestia de intentar rebatir sus argumentos .No hay aquí espacio ni tiempo suficiente como para acometer semejante tarea,que ocuparía, por sí misma, un libro entero. En cuanto a la segundaconsideración nos atreveremos a refutar que, si bien es cierto que en todomomento ha existido un condicionamiento del poder político por parte de laeconomía, lo que es una verdadera novedad es que sea el poder económico, en símismo, quien se permita el lujo de incidir directamente en la situaciónpolítica internacional. De la misma forma, es este también el momento en quelas consecuencias económicas pueden, por primera vez, condicionar la toma dedecisiones de un gobierno hasta el punto de que cualquier otro tipo deconsideración sea dejada de lado .
Por otra parte, no debemosolvidar que, aun cuando lo que acabamos de reflejar no fuera cierto, no sonpocos quienes consideran que, en muchas ocasiones, los Estados se sientenimpotentes, encerrados dentro del estricto marco de sus fronteras para hacerfrente a la libertad de acción de la que hacen gala muchas grandes compañías enun mundo libre de restricciones al movimiento de capitales. Esto hace que, enocasiones, las empresas puedan utilizar a su libre antojo la rivalidad entreunos y otros estados, o la necesidad de algunos países en vías de desarrollopara actuar de acuerdo con parámetros que atentan contra los derechos humanosmás básicos . A ello sedebe añadir, de otro lado, la capacidad que tienen muchas de las grandesempresas para eludir todo tipo de responsabilidad amparándose en sociedadesinterpuestas , o en elcumplimiento de las normas de países subdesarrollados para llevar a cabo tareasque, sin embargo, pueden causar graves perjuicios a los países que los rodean .
La conclusión más obvia que sepuede entresacar de todo lo que acabamos de exponer es que se está produciendo untrasvase evidente del poder desde lo político hacia lo económico, consideraciónque, por otra parte, no tiene gran cosa de original, sino que ha sido yaconvenientemente interpretada por muchos de nuestros más brillantes pensadores .Ahora bien, aceptada esta primera hipótesis, debemos plantearnosinevitablemente una pregunta: ¿cómo va a afectar esta circunstancia a la actualestructura política? O, lo que es prácticamente lo mismo: ¿qué va a ocurrir conel Estado? ¿Va a seguir siendo el agente esencial de la acción política o va aser sustituido por otro tipo de institución capaz de contrapesar la imparablepujanza de la economía? La respuesta que vamos a dar aquí a esta cuestióndifiere mucho de las que se han dado hasta ahora. A nuestro juicio, el Estadova a continuar siendo el principal agente institucional, lo cual no significaque sea el agente con mayor poder en el entramado internacional. De otro lado,va a ser cada vez más incapaz de hacer frente a la importancia del podereconómico. Ello no obstante, y para poder justificar estas dos afirmaciones,creemos que es necesario introducir antes algunas reflexiones previas.
2.- El papel del Estado.
Muchos de los autores que sehan ocupado del tema de la globalización han llegado a una conclusión: ya queeste fenómeno tiene un carácter inequívocamente supranacional, es inevitableque el poder político olvide su estructura actual, marcada por el Estado-nación ,para dar origen o bien a una situación muy parecida a la del estado de lanaturaleza, o bien a organizaciones supranacionales que puedan ejerceradecuadamente el poder político. En lo que ya no coinciden los diversos autoreses en la forma que adoptarán estas instituciones supranacionales .Así, los hay que aventuran que el Estado seguirá existiendo como tal, aunque lasoberanía pasará a residir en esos futuros supraestados, convirtiéndose así enpartes o nodos de una red más amplia .Otros, en cambio, consideran que el auge de lo local que está surgiendo alcalor de la globalización puede hacer que los estados desaparezcan, siendosustituidos por otras formas de representación ciudadana que dé pie a unaintegración mundial fundada sobre el Derecho .De la misma forma, no se puede hablar de unanimidad a la hora de juzgar laprobabilidad de que estos supraestados acaben formándose, ni de si finalmentellegará a formarse un único Estado en el ámbito mundial. Tampoco se puedehablar de consenso si de lo que se trata es de definir cuál debería ser laestructura de esos macroestados, siendo así que hay quienes consideran quepueden dar lugar a una democracia directa marcada por un voto por cadaciudadano o una de corte más directo, en el que sea cada país quien goce de unvoto.
Este tipo de consideracionesson, desde nuestra perspectiva, perfectamente lógicas si consideramos que laglobalización trae como consecuencia una pérdida notoria de poder por parte delEstado. A fin de cuentas, si la fragmentación del poder político produce unainevitable indefensión frente al ámbito de lo económico, parece inevitablepensar en una futura unificación internacional. Sin embargo, este razonamientoolvida, a nuestro juicio, un pilar básico: que los efectos de la globalizaciónno son simétricos, esto es, que hay algunos países que han salido ganando y,probablemente, continuarán ganando con un proceso como el que está teniendolugar ahora mismo. Esta apreciación, sutil pero esencial implica, desde nuestraperspectiva, que habrá quienes no tengan en más mínimo interés en alterar elactual orden internacional. De este modo, surge una evidencia que demasiado amenudo es pasada por alto: si hay Estados que no pierden poder con laglobalización, es más que probable que se nieguen a perder su soberanía sólopor solidaridad con otros Estados que sí han salido y saldrán perdiendo en elproceso. Ahora bien, ¿cuáles son los factores que hacen que esa globalizaciónno sea tan unificadora, que impulsan más bien la diferencia entre unos y otros?En el siguiente apartado tendremos ocasión de analizar este aspecto.
3.- Los motivos de la no-integración
Hablar de integración es, de por sí,equívoco, porque se trata de un vocablo que puede cobijar diferentes opciones,sin embargo, mutuamente excluyentes. Así, se puede considerar como un procesode integración la creación de ámbitos de poder supraestatales, pero en los quelos agentes participantes en las votaciones sean los Estados, o de otros en losque sean los propios ciudadanos quienes elijan a sus representantes. De lamisma forma, puede producirse una progresiva integración a través de organismosque no posean soberanía, pero que ostenten un enorme poder que escape alcontrol de los propios Estados que ahora mismo existen .
En el presente apartado nos vamos acentrar exclusivamente en el primero de esos tipos de integración. El motivo deesta limitación es que la integración a través de una democracia supraestatalen el que sean los propios ciudadanos quienes elijan directamente susrepresentantes y éstos tomen todo tipo de decisiones en atención a su mandatonos parece harto improbable en un futuro próximo. En lo que a esto respecta, notenemos más que ver que, después de cincuenta años, este objetivo no se halogrado ni siquiera en la Unión Europea, sin dudas el área del mundo que másprofundamente ha avanzado en la integración de varias naciones soberanas.Pensar que un proceso de este corte pueda tener lugar en otras zonas, comoLatinoamérica, o el Sureste asiático es, por el momento, quimérico. Y todavíalo es más creer que los ciudadanos de los países desarrollados estén dispuestosa compartir su soberanía con los habitantes de otras naciones menos favorecidasen algún tipo de democracia mundial o, al menos, regional.
En cuanto a la segunda de las opcionespresentadas, esto es, la creación de centros de poder en el ámbito internacional,que, aunque no ostenten soberanía alguna, sean capaces de imponer su voluntad amuchos países, nos permitiremos indicar que se trata del modelo menos deseablede entre todos los que podemos concebir. Baste para justificar nuestraafirmación con observar la actuación que ha llevado a cabo en los últimos añosun organismo que cumple fielmente con todas las características que acabamos dereseñar, como el FMI, para darse cuenta de lo poco deseable que resulta esteesquema. Así, el continuo secretismo que envuelve esta clase de organismos, asícomo la posibilidad de actuar sin tener que responder ante ninguna instanciademocrática ha permitido, en último término, que sus dirigentes asumierandecisiones claramente erróneas y de gravísimas consecuencias sin tener queresponder ante nadie por ello.
Nos queda, por tanto, el tercer modelo,esto es, la integración en un modelo de soberanía compartida en el ámbitointernacional, en el que los principales agentes fueran los países. Dentro deeste esquema podrían apreciarse, a su vez, múltiples variante, como una cesiónde soberanía centrada en un cúmulo de materias, como la justicia, la políticaexterior, la política monetaria, etc., o en una unión más estrecha, que privarade soberanía a los propios Estados que la componen. Si el primer modelo resultasimilar al de la Unión Europea, el segundo sería más parecido al de los EstadosUnidos de América o la Confederación Helvética. Evidentemente, es mucho másfácil imponer el primer modelo que el segundo, pero, aún así, en los últimostiempos se ha demostrado que aún queda mucho camino por recorrer para llegarhasta allí. Si esto es así se debe a múltiples motivos. De entre ellosdestacaremos ahora tres que, a nuestro juicio, no han sido todavía lo suficientemente bien analizados.
1.- Existencia de una única superpotencia.Como es de sobra conocido, después de lacaída del bloque soviético, Estados Unidos ha permanecido como la única granpotencia político-militar. Y después del 11 de septiembre, parece haber optadopor una política de inequívoco liderazgo, olvidando toda idea de aislacionismo,tan común en su historia. Ese liderazgo, no obstante, se ha mostrado como unfenómeno más desintegrador de lo que cabía esperar, por la insistenciaamericana en no rubricar ningún acuerdo que merme mínimamente su soberanía .Las víctimas de esta política han sido tratados de la importancia del Protocolode Kyoto, o instituciones a las que se supone trascendentales, como el TribunalPenal Internacional. A esto, por supuesto, debemos unir la grave tendencia desu administración actual a obviar por completo a la ONU como foro de discusióno la adopción de medidas unilaterales en materia económica, como los arancelessobre el acero, que más parecen propias de épocas pasadas.
Toda esta serie de hechos viene aindicarnos claramente que Estados Unidos no está dispuesto a llegar a ningúntipo de acuerdo que suponga una cesión de soberanía de ninguna clase, ni apactar acerca de ningún asunto que pueda suponer una mínima pérdida para susintereses nacionales. Y teniendo en cuenta que goza de la capacidad suficientecomo para poder actuar unilateralmente sin enfrentarse a grandes riesgos ,parece claro que no será fácil conseguir que Estados Unidos lleva adelanteningún proceso de integración en un ámbito supraestatal. Si a ello sumamos quedifícilmente permitirá que sean otros países los que articulen este tipo depolíticas , podemoshacernos una mejor idea de por qué es tan complicado hablar de integración siEstados Unidos está de por medio.
2.- Importanciadel poder económico sobre el político.
En segundo lugar, debemostener en cuenta que los propios intereses económicos no desean en absolutoningún tipo de acuerdo internacional que suponga nuevas limitaciones a lo queconstituyen sus intereses. En este sentido, debemos recodar que, para elideario liberal, un escenario como el actual, en el que la mayor parte de losestados se ven cada vez más reducidos a meros garantes del orden público rozala perfección. Por eso mismo, la presión de las grandes compañías iráencaminada a promover la fragmentación del poder político.
Por otra parte, es obvio quela propia configuración del nuevo orden que está surgiendo dota a los grandesgrupos de grandes oportunidades para verse respaldados ante las naciones másdébiles. En cuanto a las naciones más poderosas, es cada vez más obvio quenadie pude llegar a la presidencia de sus gobiernos sin un apoyo financierosólido por parte de las grandes compañías. Así, por ejemplo, el sistemaamericano de financiación de los partidos políticos puede acabar ocasionandouna inevitable degradación de la democracia, inevitablemente mediatizada porlos generosos donativos de las grandes compañías a los candidatos electorales.Lo que en cualquier caso resulta evidente es que muy difícilmente llegará a laCasa Blanca un candidato dispuesto a adoptar medidas que mermen la impunidadcon la que se mueven muchos de sus grandes consorcios.
3.- El triángulo de Krugman
Uno de los mecanismo que mejorexplican el incremento de poder que experimentan algunos Estados en unescenario de liberalización internacional del mercado de capitales es eltriángulo de Krugman, economista americano de reconocida fama. En consonanciacon esta explicación teórica, los Estados capaces de garantizar la confianza desus monedas tienen una libertad en un marco de liberalización de los mercadosde capitales de la que no gozan todos los demás. Por eso mismo, las crisisprovocadas por un ataque especulativo a una moneda sólo afectan a según quétipos de países, mientras que otros permanecen siempre a salvo de este tipo decomportamientos. A largo plazo, esto hace que algunos países cuenten con unpoder mucho mayor que otro, en cuanto acumulan masas ingentes de capitaldisponible.
Por este motivo, existe uninterés obvio por parte de los países más desarrollados para mantenerliberalizado el mercado de capitales, sabiendo de sobre que sus monedas están asalvo. La creación de cualquier ente supraestatal que permitiera acabar conesta anarquía supondría, en último término, la anulación de una ventajacomparativa muy importante para los países desarrollados, ventaja que lesgustaría mantener, aun cuando ello pusiera en peligro la estabilidad de todo elsistema.
4.- El futuro que nos esperaA partir de todo lo queacabamos de exponer, nos atreveremos a afirmar que, pese a todo, elEstado-nación, tal y como lo conocemos, continuará existiendo en un futuropróximo y, en algunos casos, llegará a hacerse más fuerte que nunca. Motivostan sólidos como los que acabamos de mostrar así lo parecen señalar. Ello noobstante, es obvio que ni siquiera los países más poderosos serán capaces deofrecer una respuesta efectiva a problemas globales, como el del crimenorganizado a escala internacional, los problemas ecológicos o los que planteala desigual distribución de los recursos en el ámbito mundial. Como dice LIMATORRADO, lo que es obvio es que los problemas globales requieren solucionesglobales, y a eso aún no hemos llegado .
¿Significa esto que estamosabocados a un escenario pesimista, que no tenemos ninguna posibilidad dereorientar nuestro futuro porque el marco en el que nos movemos es perverso?Creemos sinceramente que no, pero eso no significa que la batalla sea sencilla,ni mucho menos. Es necesaria una reorganización ciudadana que, partiendo de labase de las limitaciones inherentes a los Estados nacionales, sea capaz decrear un nuevo concepto de democracia, que englobe una vuelta a laresponsabilidad individual. Necesitamos volver a hacer sentir a las personas comopartes de una realidad. Y partes capaces de modificarla. Necesitamos persuadira las personas de que su opinión sigue siendo importante, y que la democraciano se agota necesariamente porque el voto político que pueden ejercer cadacierto tiempo tenga cada vez menos valor. Porque la democracia no necesita deEstados, ni de fronteras .Frente a esta realidad, siempre podrán crearse nuevas formas de presiónpopular. Nos espera un futuro cargado de organizaciones no gubernamentales, deprotestas silenciosas, y de una más que posible toma de conciencia del votoeconómico, todavía tan desaprovechado .Y la clave, como muy bien ha indicado CABALLERO HARRIET estará, entre otras cosas, en una vuelta efectiva a la cultura, una vuelta quenos haga ser capaces de ver más allá de las limitaciones del marco que se nosintentará imponer.
martes, 6 de noviembre de 2007
¿HACIA EL FIN DELESTADO-NACIÓN? por Miguel de Iñigo
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ESTADIO ACTUAL
Publicado por DARÍO YANCÁN en 5:59
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