La exministra de Desarrollo Social de la Alianza dejó de lado un género testimonial e incurrió en una investigación histórica, que inevitablemente, tiene como punto de llegada y de partida el momento en que la tragedia política se convirtió en tragedia personal: la desaparición forzada de su hijo de 17 años en 1976. La búsqueda de Pablo la llevó a los organismos de derechos humanos y, después, a ser uno de los sostenes de la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (Conadep). Más tarde, a la política partidaria.
Viernes: ¿Por qué se decidió a escribir este libro ahora?
Graciela Fernández Meijide: Porque sentí que estábamos en un momento peligroso de utilización del tema por parte del Gobierno, de idealización de aquella juventud, de búsqueda de atraer a una juventud a la que se le puso La Cámpora y a la que se la imbuía de la convicción de que aquello que había ocurrido en los 70 era legítimo, cuando en realidad, fue una década perdida. No quedó nada rescatable. Retrocedimos terriblemente, primero en vidas, después en la calidad de los grupos económicos y en la democracia.
V.: ¿Por qué llamarlo "Eran humanos, no héroes"?
G.F.M.: Porque eran capaces de cometer hasta hechos de inhumanidad y la inhumanidad es parte de lo humano.
V.: ¿Por ejemplo?
G.F.M.: Asesinatos, secuestros, poner bombas. Del otro lado, había un ejército, entrenado, ideologizado y decidido a aniquilarlos. Lo logra. Algunos logran evadir el cerco, otros van a la cárcel. En este país, hubo casi 9.000 presos políticos pero eso lo tapaba la cantidad de desaparecidos, que era una figura muchísimo más perversa.
V.: Cuando compara a las organizaciones armadas con los militares, ¿piensa en la posibilidad de equiparar los crímenes?
G.F.M.: No. Los hechos delictivos cometidos durante el terrorismo de Estado son crímenes de lesa humanidad y, por lo tanto, imprescriptibles. No es lo mismo porque, si bien del lado de los guerrilleros se cometían crímenes, el guerrillero, lo único que tenía era su arma y su pellejo, pero no gozaba de impunidad.
V.: ¿No es peligroso asumir que todas las víctimas de la represión fueron combatientes?
G.F.M.: Buena parte lo eran, la mayoría. Otra gente no era combatiente y murió también. Hubo declaración de guerra del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) y de Montoneros, pero era tal la desmesura de la respuesta que más que una guerra, fue un matadero. Pero ellos no lo calcularon. Al punto que la conducción de Montoneros, a salvo afuera, envió dos contraofensivas. Sí, fueron víctimas, pero eso no les quita que hasta antes habían sido militantes y hasta combatientes. Yo creo que una parte de la justicia que se merecen es restituirles su identidad. Si no, quitamos contenido a la historia.
V.: ¿Usted comparte la idea de equiparar víctimas de los dos bandos?
G.F.M.: No, no comparto la idea de equiparar responsabilidades.
V.: ¿Coincide con la propuesta de Héctor Leis (exmilitante, politólogo) de perdonar a los perpetradores?
G.F.M.: Leis tiene todo el derecho a hacerlo y lo hace desde su situación. Yo sigo sintiendo que la víctima fue mi hijo. Mi hijo no está vivo y yo no puedo perdonar por él. No sé qué haría él. A lo mejor, haría lo mismo que Leis.
V.: ¿Siente que no se reconoció el trabajo de la Conadep en la transición?
G.F.M.: Parte de eso que se llama el relato incluye la idea de que "los derechos humanos empezaron con nosotros", cuando en realidad, no es así. La verdad es que si hubo un mérito en el primer Gobierno de la democracia es haber investigado y enjuiciado. Yo creo que fue el umbral de nuestra democracia. A nadie hoy se le pasaría por la cabeza pensar que los militares pueden gobernar. Me pareció horrible el hecho de entrar en la ESMA en 2004 y decir "es la primera vez que el Estado entra en la ESMA", cuando, en realidad, los integrantes de la Conadep entramos muchas veces y éramos funcionarios del Estado. Me pareció agresivo sacar el cuadro de Videla. Yo creo que hay que dejarlo porque fue. En la historia, no tiene sentido eliminar.
V.: ¿Pero apoya usted la política de enjuiciamiento?
G.F.M.: Sí, me pareció bien que se reanudaran los juicios. Me pareció mal que no se aprovechara lo que es la figura del arrepentido, que ahora es admitida para delitos económicos, porque en ese momento se podría haber negociado menos años de castigo por información.
V.: ¿Piensa que los represores accederían a brindar información?
G.F.M.: Por lo menos, tenés que intentarlo. En Sudáfrica fue así. Primero, tenían que reconocer el crimen y, después, arrepentirse e informar. Nadie, ni aun los que están condenados a perpetua, dice algo. Hasta que no sepamos la verdad, va a haber un desbalance en la historia.
V.: En Uruguay, que hay muy pocos represores presos o con posibilidad de estarlo, tampoco aportaron información.
G.F.M.: En general, en muy pocos lados. Lo que yo sí tengo que reclamar a este Gobierno es que ha reducido la noción de derechos humanos a una parte. Los derechos humanos también tienen que ver con el reconocimiento de que hay derechos económicos, sociales, culturales y ambientales. Yo creo que en este país está creciendo la idea de la inclusión, sobre todo entre los jóvenes.
V.: ¿Y la Asignación Universal por Hijo (AUH)?
G.F.M.: ¿Pero por qué en los lugares donde más reciben los planes sociales no votaron al kirchnerismo? Porque al principio esos planes pudieron sostener en la vida y en la alimentación a un montón de gente. Hoy está la inflación y el no reconocimiento de que eso debe transformarseen oportunidad de trabajo.
V.: ¿Pero hay alguna opción política que pudiera hacerlo?
G.F.M.: Nombre y apellido de un político que lo pueda hacer, no sé, pero hay que hacerlo. Uno puede reclamar al Gobierno porque no soluciona esos problemas. Llenarse la boca con los derechos humanos por haber reiniciado los juicios en una época en que los militares ya no tenían ningún poder de resistencia está bien, pero ahí no se agotan los derechos humanos.
V.: ¿Qué opina de UNEN?
G.F.M.: Me pareció lo más entretenido e interesante en las primarias. Ojalá se proyecte a futuro.
V.: ¿De Sergio Massa?
G.F.M.: Si avanza Massa, todos los sectores del peronismo se van a pasar con él, vaciando al kirchnerismo. De todas maneras, prefiero ese resultado a que tuviéramos la idea de que este Gobierno pudiera eternizarse sin ninguna alternancia, porque eso no es democracia.
V.: ¿Massa es una victoria que preocupa?
G.F.M.: Se verá sobre la marcha. No estoy trabajando en política partidaria.
V.: ¿Cómo vio la designación de César Milani al frente del Ejército?
G.F.M.: Yo no sé hasta qué punto era responsable, lo que no me banco es el doble estándar de este Gobierno. Si lo hubiera nombrado Mauricio Macri, le habrían saltado a la yugular, pero como son ellos es indiscutible.
V.: ¿Y la actuación del Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS), que impugnó su nombramiento al recabar información?
G.F.M.: No le quedaba otro remedio. Además, depende de las auditorías externas y de su prestigio fuera del país.
V.: Hugo Vezzetti dice que después de la dictadura se construyó una idea de sociedad aterrorizada. ¿Usted comparte?
G.F.M.: Es cierto. La sociedad que estaba en las grandes urbes tuvo miedo en las queó la guerrilla urbana -que es terrorista-. El humor social de estos sectores que, más o menos, apoyaban a esos jóvenes que luchaban cambió cuando volvió Juan Perón (que para eso lo votaron, como yo también). Ahí hubo una sociedad que convocó a las Fuerzas Armadas. No hubo una sociedad aterrorizada, aunque sí tuvo pérdidas objetivas: vigilancia, no podía leer lo que quería.
V.: ¿Usted sintió que Pablo era un héroe?
G.F.M.: Sí, cuando desapareció Pablito era "el hijo", cuando yo tenía tres hijos. En ese momento se transformó en lo principal y lo que más quería en el mundo es que volviera a aparecer. que pasó con muchos familiares es que la batalla que se daba cotidianamente termina transformándose en una batalla por héroes y pasan a decir: "Nosotros estábamos luchando por lo que luchaban nuestros hijos".
V.: ¿Usted alguna vez lo dijo también?
G.F.M.: No, yo estuve luchando por la democracia, por el respeto de todos los derechos humanos. Esa juventud despreciaba la democracia, la consideraba contrarrevolucionaria y los derechos humanos no eran el problema, si estaban entregando sus vidas y tomaban vidas. Ni (Estela de) Carlotto ni Hebe (de Bonafini) podrían decir que están luchando por lo mismo que luchaban sus hijos.
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