lunes, 24 de septiembre de 2012
"A PROPOSITO DE LA LEY N° 18019/68 DE CENSURA A LA PRODUCCIÓN CINEMATOGRÁFICA" Entrevista a GUILLERMO BORDA por Ernesto Sabato.
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REVISTA EXTRA - AÑO V - Nº 43 - FEBRERO 1969
CENSUREMOS LA CENSURA
EXTRA eligió a Ernesto Sabato para que representara a la
revista en una de las inquietudes de esta hora: LA CENSURA. Romántico incurable,
best-seller, traducido en el mundo (en el bueno y en el malo(sic)), tenía que
llevar como portaestandarte un temor nacional nacido en la hora desvelada del
proyecto-control-cine, desde la más adusta moral. No fuera ser que con la
preocupación por la pornografía, clausuraran el pensamiento. Inauguramos así
una modalidad: ir en busca del Poder, del Mito, del Personaje, con los
"monstruos sagrados" que detentan la ideología. Seriamente. Como debe
ser... La hora que vivimos marca el crepúsculo de "los tocadores de
oído".
Es un fantasma así de grande. Se agita y se mete en los
corrillos de los cineastas y también de los que piensan -casi resignadamente-
que el cine también es un arte. De todos modos el decreto de censura ya se ha
puesto en marcha dentro del espíritu de los realizadores, de los productores,
de los técnicos que hacen nuestro cine. Y su efecto, no hay ninguna duda, es la
parálisis. Porque quién puede comenzar a definir visualmente lo que es
indefinible: estilo de vida, moral media, influencia social, respeto a las
instituciones. Ernesto Sabato dialogó así con la imagen responsable del
decreto, el ministro Guillermo Borda, como intérprete de esa inquietud que
crece en oscuridad y miedo.
El ministro Borda fue al encuentro y le estrechó la mano. Ernesto
Sabato, tímido, envuelto en las potentes luces del despacho ministerial,
arrellanó su físico en el sillón de cuero. Borda le habló de la admiración que
sentía hacia él: "Usted es el primer novelista del país y no sólo leí
todos sus libros, densos, informados, cálidos de pasión humana, sino que viven
en mí con mucha presencia..." Ernesto recibió el impacto. Su exterior
pareció ausente. Estaba conmovido. Para romper ese clima, fuimos directamente a
producir el encuentro único. Y el diálogo asumió este tono:
Ernesto Sabato: Hay mucha gente en este momento muy
preocupada por la reciente ley del cine, en el medio intelectual y artístico
del país. Y me voy a permitir hacerme portavoz de las principales inquietudes.
Quiero comenzar diciendo que de hecho todos practicamos algún género de
censura, desde la que ejercemos en la casa sobre nuestros hijos cuando son
chicos respecto a lo que leen, a los amigos que tienen, etc. De modo que no me
parece lícito afirmar que estamos contra cualquier género de censura. Lo que se
trata de ver es qué tipo de censura puede y debe aplicarse en la sociedad. Y
quién. Quiero decir que el cine es una forma de narración, aunque sea más
espectacular. De modo que si se dicta una ley para el cine lo lógico sería
dictar otra para la literatura. Pero leyendo el texto de esta ley se advierte
que de aplicarse en forma sistemática y rígida será imposible la publicación de
las obras más importantes de la literatura universal. Los grandes libros, o la
mayor parte de ellos, han sido temas peligrosos, muy arduos, hasta muy negros:
el incesto, el adulterio, el parricidio. No voy a recordar el caso célebre de
"Madame Bovary", que fue precisamente tema de tribunales y que la
historia juzgó de modo opuesto a aquellas acusaciones. Pero diré que de aplicarse
rigurosa y coherentemente una ley semejante a ésta del cine no podría
permitirse la mayor parte de las obras de Shakespeare (salvo alguna de sus
obras divertidas), la obra de Dostoievsky, todos los trágicos griegos, las
obras de Faulkner y de Proust. "Jude el Oscuro" de Thomas Hardy, y,
lo que resulta más curioso buena parte de La Biblia. Tampoco se podría publicar
la obra de los más grandes novelistas católicos de nuestro tiempo: ni Graham
Grene, ni Mauriac, dos escritores que admiro en sus mejores creaciones. Aparte
de esto, que ya de por sí sería terrible, queda todavía algo importante que es
la censura "a priori". Los grandes directores como usted sabe,
Ministro, parten de un libro o guión muy precario y lo van desarrollando a
medida que filman, de acuerdo con su inspiración, con las posibilidades de los
actores que tiene a su disposición, según las nuevas sugerencias que el mismo
desarrollo provoca. Ese es el sistema de un Fellini, por ejemplo. De aplicarse
ese criterio impediríamos en nuestro país la aparición de creadores de ese
rango. Por otra parte, en una obra de arte lo que importa no es el esquema, el
"argumento" entre comillas, que puede ser una tontería o una
trivialidad. Recuerde que Shakespeare realizó algunas de sus obras más grandes sobre
la base de cuentitos de escritores de tercer o cuarto orden del renacimiento.
Así que si juzgamos o impedimos una película sobre la base del esquema, ¿no
estaremos impidiendo la realización de alguna obra excepcional? El estado tiene
otros recursos para impedir que un film llegue a un público que no sea el más
adecuado. El sistema anterior, de la calificación por edades es bastante bueno,
aparte de ser necesario, pues es evidente que un chico no puede ni debe ver
ciertos films que sólo personas espiritualmente desarrolladas pueden ver sin
peligro. Que yo sepa esta ley no existe en ningún país importante. En EE.UU.,
por ejemplo, el sistema es muy diferente, es el sistema de calificación
parecido al que teníamos. Y además la Justicia está para que en última
instancia determine si ha habido delito. Una ley como ésta destruiría la
industria cinematográfica. Y no sólo la industria como organización técnica y
comercial, que no sería lo peor, sino la capacidad creadora de los artistas.
Sin ánimo de querer hacer una paradoja, pienso que una censura como ésta que
ahora se ha establecido sólo puede encontrase en Rusia y en la China de Mao. Y
no debe asombrar. Siempre los estados fuertes (desde la utópica República de
Platón para adelante) han considerado como sospechoso y pernicioso al artista.
El artista es siempre un poco un fuera de la ley. Si usted ha leído el librito
de aforismos de Mao habrá observado que lo que dice sobre el arte es terrible y
demoledor, pues sólo queda el arte de propaganda. Lo mismo sucedía en la Rusia
de Stalin. Prácticamente no se podía escribir ni pintar. Con motivo del
terrible y trágico acontecimiento en Checolosvaquia observé que uno de los
argumentos esgrimidos por la prensa soviética fue la corrupción que había
ganado el cine checo, uno de los cines más importantes de nuestro tiempo. Le
repito, Ministro, que no estoy hipócritamente contra cualquier tipo de censura,
sino contra una censura que pone en peligro la libertad del auténtico creador.
No hay una libertad absoluta del hombre, puesto que el hombre es un ser
comunitario. Vivir es con-vivir. Y todos estamos obligados a coexistir de
acuerdo con ciertas normas de respeto mutuo de consideración hacia la persona
de cada uno.
Guillermo Borda: Yo coincido con todas su preocupaciones. Quiero
marcarle, sin embargo, que existe una diferencia muy notable entre los
distintos medios de expresión artística. La literatura propiamente dicha, el
cine, el teatro, la televisión. Hay algunos que por su vivacidad y su forma
tiene mayor influencias que otros sobre el espectador. Así el cine y la
televisión no influyen como la literatura. Por otra parte hay expresiones
artísticas masivas que, por serlo, tiene una influencia social enorme, como no
la tiene el teatro, por ejemplo; y yo creo que los censores en el teatro deben
ser mucho más amplios que los que censuran una obra cinematográfica. Por otra
parte hay que diferenciar entre lo que es una obra de arte y lo que es
pornografía y vulgaridad hechas con sentido comercial. La obra artística exige
al artista realismo y audacia y eso es lo que hay que resguardar porque, si no,
se corre el riesgo de perder la expresión artística en un país determinado, lo
que sería grave. Pero, repito, una cosa es el arte y otra el comercio con la
pornografía; creo que esto último es lo que hay que atacar. Particularmente
cuando esa pornografía no tiene influencia solamente en el adolescente sino en
todo hombre, sea adulto o no. Porque el problema no hay que verlo solamente en
la relación espectador-obra cinematográfica. Si usted lo ve así indudablemente
tiene que estar contra la censura. Porque, ¿quién le puede negar a un hombre
libre el derecho de ver lo que se le ocurre ver? Pero el problema no se plantea
en esos términos: se plantea en términos sociales, en términos de la influencia
de esa expresión -llamémosle artística aunque muchas veces estén lejos de
serlo- sobre la sociedad, sobre las masas. Yo creo que la moral media -o, por
lo menos ciertas expresiones de ella- ha descendido en el mundo entero y
también en nuestro país, aunque no en la medida que en otros países. Y creo que
lo que pueda proteger nuestro estilo de vida, nuestra concepción tradicional de
la moral, es importante para el futuro de los argentinos. Este es el sentido
que tiene este instrumento un poco más ágil, más apto que el anterior para
realizar un efectivo contralor de los espectáculos cinematográficos. He visto
en privado una película sueca, "Suecia paraíso o infierno", que da
una visión de Suecia que no sé si será exagerada o no, pero que produce una
sensación de repulsión en el espectador a tal punto que me parece que es
positiva la reacción que provoca en el hombre normal lo que allí se muestra. No
obstante es tan descarnado, tan horroroso, que realmente no sé si será positivo
permitir que eso se exhiba.
Sabato: Usted se refería a la pornografía, pero hay otras
cosas en la ley que tienen que ver con problemas ideológicos, con instituciones
del Estado. Recuerdo en este momento films norteamericanos como "Cómo
aprendí a no preocuparme y amar la bomba", donde se satirizan ciertas
organizaciones burocráticas del ejército norteamericano que, eventualmente,
pueden hacer correr el riesgo de desencadenar una guerra atómica. Cosas como
ésas podrían ser consideradas como ataques a las Fuerzas Armadas. Una película como
"Reflejos en tus ojos dorados", donde hay un oficial que es
homosexual, y no se tratan de obras menores. Los norteamericanos han tenido
siempre una gran honradez en atacar sus propios males. Yo veo también en
televisión la serie "Los corruptores", donde se dicen cosas terribles
de instituciones norteamericanas, hasta de la propia justicia. Esos son hechos
muy sanos, son obras que no están hechas con motivos ni con intenciones
subalternas. Por el contrario, son obras moralizadoras. ¿Dónde está el límite? Fíjese
que el simple examen de los libretos de esas obras podría hacer pensar que van
a destruir o poner en tela de juicio instituciones básicas de la nación. Una
ley como esa es peligrosísima desde ese punto de vista.
Borda: A eso sólo puedo responderle con la afirmación de que
todo, todo este sistema depende de la forma en que sea aplicado. Si hay
prudencia en los hombres que tengan la responsabilidad de ejercer el contralor
cinematográfico, no va a haber ningún problema. Yo quiero darle la seguridad de
que no se va a actuar con criterio riguroso, por lo contrario, lo que se quiere
es asegurar un mínimo de respeto por las instituciones esenciales o por la
moral media. Creo que usted ha tocado un punto importante y me parece que la
única manera de desvirtuar esos temores será aplicando la ley.
Sabato: Usted ha dicho algo cierto: el cine tiene una
potencia, una vivacidad para las grandes masas que no tiene la literatura. Y la
televisión todavía más porque se da cotidianamente en todas las casas y no hay
control de la edad posible. Por eso pienso que la solución óptima para la TV es
de Francia y Estados Unidos, con una televisión estatal que impida ciertos
extremos de la televisión privada, movida exclusivamente o casi por razones de
dinero. Pero, dicho esto, debo agregar que el cine tiene una potencia masiva
mayor que la literatura pero en cambio tiene la ventaja de poder ser calificado
por edades, cosa que no sucede con los libros. Vaya usted a cualquier kiosco,
aquí no, y podrá ver cantidades industriales de novelas tremendas, del tipo de
Mike Spillane, ese sadismo sexual que puede destruir el espíritu de cualquier
chiquilín y que no tiene ningún obstáculo para su obtención. No se trata de
ninguna literatura trascendente, de grandes autores, sino simple bazofia. Que
sin embargo se difunde por motivos crudamente comerciales. Ya ve que eso es más
peligroso que el cine. Es una verdadera dinamita de la peor especie contra el
espíritu.
Borda: Vamos a ir. Vamos a hacer ese tipo de vigilancia. Yo
coincido con usted. Ahí tengo una colección de revistas realmente terribles.
Tengo unas revistas italianas de una pornografía inaudita. Creo, como usted,
que son peligrosas. Pero fíjese que hay una diferencia muy importante: cuando
una persona compra una revista de éste tipo, la lee él, la lleva a su
escritorio, la deja en el cajón y después la tira. Pero no está en el hogar,
como está la televisión a todas horas o como el cine que es la expansión normal
de todas las clases sociales. Pero no creo que lleven el mismo peligro. Aunque
creo, sí, que hay que combatirlas, y estamos en eso.
Sabato: Temo que si esta ley se aplica mal va a aniquilar del
todo al cine argentino que, por otra parte, ya está en una situación crítica.
¿Qué pasa si un director -sobre todo desconocido- lleva un guión en el que se
pueda interpretar que atenta contra las instituciones del Estado y se lo
rechazan? ¿Cómo se sabe que ese hombre no va a hacer un día una gran película
con ese guión? Se puede terminar con los pocos restos de cine de hoy, se va a
matar la creación cinematográfica si se aplica la ley en forma rigurosa.
Borda: Le repito que la única respuesta a esa inquietud es el
funcionamiento de la ley. El mismo va a demostrar el espíritu con que la ley ha
sido hecha. No hay ningún propósito de limitar la creación artística en el
campo del cine, pues me parece que sería realmente criminal hacerlo.
Sabato: Bueno, espero que sea así. ¿Y los nombres de quiénes
van a integrar las comisiones, que ese es el problema en última instancia, por
la mentalidad y la interpretación de la ley?
Borda: No se los puedo decir porque no se los he sometido al
presidente, aunque los tengo elegidos.
Sabato: ¿Pero la tendencia en la elección, no será la de
"cazadores de brujas"?
Borda: NO, POR SUPUESTO
Bernardo Neustadt: Y bien, Sabato, ¿qué impresión ha extraído
de este encuentro?
Sabato: En primer término, debo decirle que me ha
impresionado magníficamente que el Ministro del Interior haya aceptado esa
iniciativa suya de mantener un diálogo con un escritor que evidentemente iba a
hacerle una serie de preguntas y consideraciones nada cómodas. Eso debe
señalarse como elogio y sin reticencias. Ahora bien, lamento que hayamos
hablado durante veinte minutos sobre asuntos literarios que no tenían que ver
con el tema pues eso nos quitó tiempo para un desarrollo más a fondo del
diálogo sobre la censura. El Ministro se refirió largamente al tema de la
pornografía en muchos de cuyos aspectos estamos de acuerdo. Y en cambio no me
respondió a la pregunta y a las preocupaciones sobre los aspectos ideológicos
de la ley. Desde luego, ya había transcurrido casi una hora y había una
cantidad de gente que esperaba por el Dr. Borda. Es una lástima. Pienso que
habría sido de enorme importancia escuchar su opinión sobre el caso de los
films norteamericanos que atacan duramente al Ejército o a la Magistratura.
También habría sido interesante considerar la situación del creador
cinematográfico con respecto a las instituciones de la familia y de la patria,
temas particularmente peligrosos para ser considerados por una comisión de
censores. En fin, de todos modos pienso que el encuentro es positivo, ya que al
menos contamos con una palabra del Ministro sobre la caza de brujas y la
estrechez mental de los censores. Ojalá la práctica mitigue los extremos de una
ley tan peligrosa.
Bernardo Neustadt
Publicado por DARÍO YANCÁN en 4:58
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