Voy a intentar que ésto (este decir) no se transforme en una taxonomía. Pero creo, en el fondo muy en el fondo, que hay pocas formas de viajar, que he decido (presuntuosamente) depurarlas en dos:
· Viajar como turista,
· o como recolector,
y esta presuntuosidad no hace más de serenar el mientras tanto.
Millones de turistas recorren a diario hasta los más remotos extremos del mundo. Toman fotografías, compran souvenirs. Alguno que otro puede llegar a aprender algo… Pero todos vuelven, luego del tiempo preestablecido, indefectiblemente a su vida anterior.
Los recolectores, los rastreados, los que buscan son aquellos que nunca vuelven. Aquellos que cada hallazgo los transforma.
Son aquellos seres que hace de lo diario un viaje sin retorno, viven en permanente devenir. Y que al anochecer tienen que hacer el esfuerzo por recordar su dirección postal.
Así, los sitios que les permiten mayor residencia son aquellas generosas geografías que les proveen de un diario y permanente descubrimiento. Juntan, juntan, siguen, buscan permanentemente.
Este entreé que se establece el rastreador y la geografía, que la antigua metafísica lo llamaba el “para qué?” y que hoy está casi extinto, me apuro en asegurar nuevamente con presuntuosidad, que es el último reservorio de sentido vital.
Unos habitan los destinos, otros habitan el entreé.
Hoy, hace tantos años atrás, me dije:
“…es posible viajar eternamente?...”, y no tuve más respuesta que seguir mi camino. Pero ya no fue igual, algo había partido y algo había quedado en la escala.
Y así, los recorridos, son un rastreo de viajantes anteriores que fueron dejando sus espectros. Y andar te cuenta historias, otras historias, ajenas…
Andar por sendas de viajeros anteriores nos provee de objetos que han sido abandonados o que quedaron enganchadas en algún espino de la banquina. Así, recolectando pasados, rastreamos presentes, conocemos a la vez que el camino del espino retiene nuestras pérdidas.
La sonrisa de …
El contraluz de …
La silueta de…
la canción en voz de …
aquel vitraux,
la flor de …
tus formas de mirar…
el cabello de …
el deseo por …
aquella foto, …
mi camisa blanca con tu mancha de rímel,
los pliegues de esa piel,
las miradas de despedida en los puertos y andenes…
todo y más cosas que un recolector unirá en un sentido/sentimiento posterior. Recojo y dejo en el camino para los porvenir.
Se que partir tiene su desgarro, se que parar incluye la posibilidad casi cierta de pagar un costo y sufrir otro desprendimiento,
pero que es de la vida sino un correr riesgos? Qué es la vida sino una nueva partida y una nueva estancia?
Rastreamos faltantes, buscamos lo incompleto que obra en nosotros con inteligencia, pero donde no puedo llegar con la inteligencia, procuro llegar con la intuición.
Intuyo geografías, tus pliegues, motivos de parar.
Los entiendo, nos entendemos “…a pesar de las palabras…”. Suerte recolectores, quien más quien menos,
todos somos nómades.
sábado, 30 de enero de 2010
"VIAJES" por Darío Yancán.
Etiquetas:
CUENTO,
MANIFIESTO
Publicado por DARÍO YANCÁN en 2:53
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