martes, 29 de septiembre de 2009

"EL COMPLEJO MINARQUISTA" por La Rev. Naturalista.

El inventor del término "minarquismo" fué como es sabido un anarquista, Samuel Edward Konkin, autor de The New Libertarian Manifesto y partidario de una forma revolucionaria de anarco-capitalismo conocida como "agorismo". La idea del "estado mínimo", en consecuencia, aparece lastrada desde sus orígenes por el peso de una concepción utópica de lo político. Y ello reconociendo que autores asociados comúnmente con el minarquismo no han dejado de ofrecer definiciones políticas plausibles, como esta de Robert Nozick:

Nuestras conclusiones generales acerca del Estado son que un Estado mínimo, limitado a las funciones de protección contra la violencia, el robo, el fraude, la violación de contratos y otros parecidos, es justificable; cualquier otro Estado mas grande violaría el derecho de las personas a no ser forzadas a hacer ciertas cosas y es injustificable; y que el Estado mínimo es inspirador así como correcto. Dos implicaciones dignas de notarse son que el Estado no debe usar su aparato coercitivo con el propósito de lograr que algunos ciudadanos ayuden a otros, o para prohibirle a las personas actividades en su propio beneficio o protección.

Merece la pena recordar que Aristóteles, el fundador de la filosofía política, no tuvo la ocurrencia de pensar lo máximo o lo mínimo político como parámetros para clasificar los tipos de gobierno. A Aristóteles le interesaba poner en crisis lo que Gustavo Bueno ha llamado "los dos sofismas de Pericles"; esto es, 1) la idea de que la mayoría del cuerpo electoral representa al todo y 2) que esta representación tiene por añadidura una orientación justa y beneficiosa en sí. Para Aristóteles y Platón, en cambio "los pocos", sí podían llevar adelante un buen gobierno.

Esta teoría política "clásica" -por contraposición a la moderna, basada en la matriz anarquista de cantidades "mínimas" y "máximas"-, empezaba dando por supuesto que el estado debe perseverar para evitar la anarquía, debe tener eutaxia (buen orden), y ofrecía como parámetros el sujeto de la soberanía cruzado con criterios lógicos cuantificacioneles.

Cuando el sujeto soberano lo constituye uno solo, se habla de Monarquía, capaz de degenerar en una tiranía.
Cuando el sujeto soberano lo constituyen unos pocos (paurárquicamente), se habla de Aristocracia, capaz de degenerar en oligarquías.
Cuando el sujeto soberano lo constituyen muchos (poliárquicamente), hablaremos de República o Democracia, degenerada como demagogia, populismo, oclocracia, etcétera.
Debido a su carga teórica anarquista, el minarquismo suele desplazarse fácilmente hacia una crítica de tipo moral y sentimental del estado, concebido como el animal monstruoso de la libertad. Al situar el "óptimo" no tanto en el gobierno de la mayoría (república) sino en el mínimo gubernamental posible para mantener el orden (estado mínimo), cualquier desvío del modelo original se interpreta frecuentemente como una agresión a la libertad política original, identificada con la libertad individual. Y lo cierto es que este elemento pasaba con frecuencia más desapercibido en la teoría clásica, quizás a causa de su tendencia al organicismo, según el cual, el todo político es superior a sus partes, los ciudadanos.

Con todo, si no queremos extraviarnos por el liberalismo utópico, sigue siendo muy interesante la distinción de Francis Fukuyama entre el "alcance" y la "fuerza" del poder político, junto con el recordatorio clásico de que el buen gobierno, y las libertades ciudadanas, no han de identificarse siempre con una mayoría soberana metafísicamente incluída en el "bien común". El liberalismo escéptico supone la necesidad política, pero entiende que una soberanía popular sin un sistema de balances es políticamente ineficaz y moralmente peligrosa.

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