Concepto de totalitarismo.
Se designa como totalitarismo una concepción política compleja, que históricamente configura un movimiento cuyo sentido principal es el de contraponerse a la concepción liberal del sistema republicano y representativo de organización del Estado y del Gobierno de las naciones; y de sus principios básicos, como el de separación de poderes.
Es frecuente que - sobre todo desde fuentes marxistas - se utilice el término fascismo como equivalente al totalitarismo; especialmente para tratar de identificar todos los regímenes totalitarios con las concepciones políticas e ideológicas opuestas al comunismo y sus sistemas políticos derivados.
Sin embargo, el fascismo constituyó una forma histórica específica de gobierno totalitario, que rigió en Italia entre 1922 y 1945, por lo cual no constituye un género ni un sistema, sino que es una especie particular dentro del grupo de concepciones y sistemas totalitarios de ideologías y de gobierno. Por ello, no es apropiado aplicar ese término para referirse genéricamente a los sistemas totalitarios ni a todas las posiciones políticas contrarias al marxismo o al comunismo.
Diferencias entre totalitarismo y absolutismo.
Aunque el sistema totalitario contiene algunos elementos comunes con el sistema de gobierno del absolutismo monárquico, se distingue claramente de él:
No pretende tener un fundamento que le atribuya legitimación, como podría ser la sucesión hereditaria en el trono. Al contrario, cuando no accede al poder por medios violentos, igualmente ataca y sustituye prontamente las instituciones legítimas, invocando sus objetivos revolucionarios.
Está estrechamente ligado a una concepción ideológica, que le antecede o que es construída luego de su instalación; que le provee un justificativo y un conjunto de objetivos.
Cuando se establece efectivamente como sistema de gobierno, se presenta con caracteres revolucionarios; en algunos casos accediendo al poder por procedimientos violentos, en otros por culminación de un proceso electoral pero con fuertes agitaciones políticas y anuncios de cambios drásticos en la sociedad.
No tiene una estructura institucional que incluya un sistema de sucesión.
Caracteres generales de los sistemas totalitarios.
Los sistemas totalitarios han tenido una proceso muy dinámico y muy variado en su configuración. Generalmente, han comenzado por la instalación de un grupo político en el gobierno; sin tener una concepción plenamente definida de la estructura orgánica del sistema de autoridades. Por lo común, estos regímenes han logrado alcanzar el poder aprovechando circunstancias políticas, sociales y económicas; en las cuales las tensiones resultantes han conducido a un desprestigio del sistema de autoridades existente, y a extendidos descontentos y sentimientos de frustración de amplios sectores de la sociedad.
En cuanto al sustento ideológico, en algunos casos ha sido ampliamente elaborado en forma previa a su establecimiento real - caso del marxismo - en otros ha consistido en un conjunto de conceptos relativamente generales y fundamentalmente emocionales - caso del nazismo alemán - y en otros ha sido casi totalmente elaborado luego de haberse establecido en el gobierno, como el fascismo italiano.
La caracterización de un sistema de gobierno totalitario no se produce, generalmente, en forma completa desde el comienzo de su instalación; sino que, respondiendo a una concepción ideológica que presupone una gran alteración de importantes componentes de la sociedad - que normalmente despierta importantes resistencias - va desenvolviéndose con cierta gradualidad, por lo cual no siempre ha llegado a alcanzar una evolución completa hacia sus rasgos finales.
Del mismo modo, no todas las ideologías totalitarias han contenido concepciones tan extremas como aquellas que sustentara el régimen nazi de Alemania; pero de todos modos, un sistema de gobierno o una concepción política es totalitario en cuanto tenga aquellos componentes típicos que lo definen.
Principales elementos de los sistemas totalitarios.
A pesar de las numerosas variantes y matices existentes en los sistemas de gobierno totalitario que han tenido existencia histórica, existen ciertos elementos comunes y característicos.
La concepción totalitaria del Estado. En contraposición con la concepción republicana y liberal, en la cual el Estado es considerado una organización esencialmente al servicio de las personas que componen la sociedad - tanto en sentido individual como respecto de sus organizaciones esenciales, como la familia o las asociaciones establecidas libremente para fines legítimos - la concepción totalitaria presupone que el Estado posee fines y objetivos propios, que se superponen siempre a los individuos que integran la sociedad.
En este sentido, se distinguen las concepciones totalitarias del Estado, en función de sus fines transpersonalistas en contraposición con las finalidades personalistas que son las propias de los Estados liberales republicanos.
La existencia de un partido único. Esta característica es una de aquellas que no siempre se presenta en forma plena; dado que frecuentemente, el gobierno de orientación totalitaria se implanta en un Estado donde previamente existía un régimen republicano - o por lo menos monárquico parlamentario - en el cual existía pluralidad de partidos políticos.
Un componente táctico muy frecuente, en el proceso de ascenso hacia el poder, es la utilización de “alianzas” con diverso tipo de organizaciones partidarias o sociales; cuando el proceso seguido para procurar obtener el poder se ejecuta en el marco de un sistema electoral. Del mismo modo, cuando el conglomerado político resultante logra éxito e ingresa al Gobierno, el movimiento totalitario procura obtener cargos en aquellos departamentos más directamente dotados de capacidad coactiva, tales como los Ministerios con competencia sobre las fuerzas armadas y policiales; cumpliendo allí una acción dirigida a asegurarse la lealtad política de esas organizaciones.
De todos modos, el gobierno totalitario apunta al predominio absoluto del partido que es su instrumento de dominio político; suscitando todo tipo de restricciones - primero de hecho y ulteriormente jurídicas - a la acción de los otros partidos, y culminando en su eliminación cuando han logrado consolidarse firmemente en el poder.
El encuadramiento político general. A través de la estructura del partido político, se procede a una creciente exigencia de que todas las personas manifiesten su adhesión al régimen, y en consecuencia se afilien al partido, participen activamente en sus organizaciones y acciones, asistan a comités y otras estructuras, reciban adoctrinamiento, demuestren militancia. Al mismo tiempo, a medida que el régimen se consolida, cada vez más se excluye a quienes no asumen ese comportamiento de todo tipo de posibilidades de trabajo, de disponibilidad de elementos vitales, y se propicia su repudio social; o directamente su persecusión y privación de libertad, e incluso el genocidio.
La identificación de un enemigo social. La ideología totalitaria presupone una concepción de confrontación de un agrupamiento de la sociedad - clase, raza, nacionalidad - que se identifica con el Estado y con la parte valorable de la sociedad; y por otra parte, uno o más grupos de similar cualidad, a que se asigna una condición despreciable y se atribuye la culpabilidad de las situaciones de insatisfacción o frustración que afectan a la primera.
En ciertos casos, el “enemigo” lo constituye, además de un grupo social interior, un país extranjero - caso de Cuba respecto de los Estados Unidos - o una situación que afecta negativamente al país - como el Tratado de Versalles respecto del III Reich hitleriano.
La masificación de las acciones políticas y de los intereses sociales. El componente transpersonalista de las concepciones totalitarias, se trasunta en la inserción de las individualidades en estructuras masivas a la vez denominadas con términos que implican tanto la universalidad de ellas como la exclusión de otros componentes de la sociedad: utilizando expresiones tales como “el pueblo” “la gente” “los trabajadores” y similares.
La masificación se expresa, principalmente, en grandes concentraciones humanas, en las cuales se utilizan los fenómenos característicos del comportamiento de las multitudes, tales como los cánticos, la expresión de consignas, la utilización de grandes estandartes, banderas y simbología o “logotipos” - como la cruz gamada nazi o la hoz y el martillo, y la estrella de cinco puntas del comunismo - así como enormes retratos del líder.
En los casos más notables, como los actos realizados por los nazis en Nürenberg, se integraba una escenografía especial, utilizando lugares especialmente adecuados o que habían sido construídos al efecto y un gran despliegue de elementos visuales. El despliegue de esos elementos de gran tamaño, y el griterío organizado, contribuye a empequeñecer al individuo, concurriendo a sumir su individualidad y voluntad en la docilidad y el automatismo de la masa.
La existencia de un conductor o líder carismático. El concepto alemán de la führung - del que deriva la designación de Führer dada a Hitler - fue la máxima elaboración de la idea de que al frente del movimiento político, del partido, del gobierno y del Estado, existe una individualidad que no solamente concita una general adhesión sino al cual se debe absoluto acatamiento. Un individuo que posee cualidades excepcionales de inteligencia e infalibilidad, verdadero genio que interpreta fielmente lo más trascendente y esencial de la sociedad política y del Estado; y que por lo tanto es el caudillo indiscutible cuyas decisiones de ninguna manera pueden ser juzgadas ni cuestionadas.
Del mismo modo, durante la etapa previa a alcanzar el poder, los movimientos políticos de índole totalitaria se sirven del mismo instrumento en sentido inverso, erigiendo una figura individual como el “antilíder”. Generalmente se trata de un personaje que ocupa una posición destacada en la estructura institucional del gobierno, sea el Rey o el Presidente; en el cual se personifica el origen de todos los componentes negativos o frustantes de la conyuntura económica y social, que son explotados para concitar la mayor adhesión hacia el movimiento; y al cual se atribuyen todas las cualidades negativas imaginables, tanto en el orden intelectual, como moral; y se hace blanco de todo tipo de insultos e invectivas.
Desde el punto de vista de la organización institucional, una vez establecido firmemente el régimen totalitario, la presencia del conductor presupone la existencia de un altísimo grado de centralización y verticalidad en el ejercicio del poder. Generalmente, al sistema institucional formal se adosa una organización de control político fuertemente ligada a la dirigencia y a cargo de un jefe de máxima confianza del líder, dotada de poderes ilimitados; cuyo cometido principal es vigilar la actuación de todos los agentes de la estructura de organización del gobierno a fin de asegurar su lealtad al régimen.
Desde un punto de vista político, si bien se establece una estructura partidaria a los fines del encuadramiento político de la población, se suscita un tipo de relacionamiento directo del líder con las grandes masas, desapareciendo casi totalmente el tipo de dirigente político intermedio. Por eso mismo, la relación política con el ciudadano individual se despersonaliza totalmente; convirtiéndose en una especie de mera pleitesía rendida al líder.
Ese vínculo directo del conductor con las masas, se procura - especialmente en las etapas previas a la toma del poder - mediante un programa demagógico, populista, pleno de todo tipo de objetivos contradictorios y utópicos; y mediante reiteradas invocaciones a los procedimientos de la llamada “democracia directa”, sosteniendo una frecuente prédica plebiscitaria que pretende desconocer la legitimidad de los representantes republicanos y de sus decisiones más importantes, lo cual contribuye al objetivo de desprestigiar las instituciones democráticas.
Una milicia política, originariamente presentada como un servicio de “seguridad” frente a las supuestas agresiones de “provocadores”, y rapidamente convertida en un instrumento de agresión e intimidación de todos los opositores o disidentes. Cuando el movimiento totalitario alcanza el poder, la organización se transforma o se incorpora a un servicio estatal, cuyos cometidos básicos son los de ejecutar las acciones violentas contra la oposición política, o el “enemigo” del régimen, y cumplir las funciones de policía política, especialmente aquellas de espionaje y detección de cualquier iniciativa opositora.
Un alto grado de intervencionismo y dirigismo económico. La finalidad ideológica de alterar radicalmente el sistema económico - como en el caso del marxismo - o de recuperar la prosperidad económica y llevar al Estado a la condición de gran potencia militar, implica necesariamente el establecimiento de una muy fuerte intervención sobre la economía. La situación económica e internacional, a menudo ha conducido a la búsqueda de una autarquía económica, por la vía de un total dominio de los factores productivos, y una estricta y centralizada planificación de la economía.
La estructuración de organizaciones sindicales verticalizadas es una consecuencia natural de la organización totalitaria; casi siempre siguiendo un modelo de tipo corporativo, en el cual cada categoría de actividad económica se encuentra estrictamente regulada hasta en sus mínimos detalles en cuanto a todos los aspectos del trabajo. Ciertas manifestaciones de la organización económica liberal, como las negociaciones colectivas libres y voluntarias o las huelgas, quedan necesariamente excluídas y constituyen actividades contrarias al interés del Estado.
Todas las expresiones culturales se condicionan a los fines del Estado y son intervenidas por éste, ya se trate de los cultos religiosos o las expresiones artísticas. Necesariamente, desaparecen o son enormemente restringidas las actividades del periodismo, se procede al dominio de todos los medios de comunicación masiva, se prohibe todo tipo de actividad pública de carácter político disidente.
Las ideologías totalitarias desprecian la tradición racionalista, desconfiando de todo intento de análisis racional. Exaltan en cambio una filosofía estrictamente materialista, cultivan las motivaciones irracionales de la conducta, tales como el fanatismo político, racista o nacionalista; y recurren reiterativamente a la invocación de conceptos puramente emocionales - como la permanente alusión a la “solidaridad” - y la obediencia ciega a las consignas políticas partidarias.
En los regímenes más duramente totalitarios, como el del comunismo en la U.R.S.S. o del nazismo alemán, quedaban sujetos a la autoridad actividades tales como la elección del lugar de residencia, del desempeño de una profesión; o la selección de pareja, contraer matrimonio y procrear hijos.
Los sistemas de gobierno totalitario han dado origen a numerosas expresiones artísticas en la literatura y en el cine. Sin embargo, una obra considerada clásica en la presentación de la influencia del totalitarismo en la vida de las personas, es la novela “1984” de George Orwell, en la cual el conductor del régimen político imperante era conocido como “El Gran Hermano” (Big Brother)
Surgimiento de regímenes totalitarios en el período posterior a la I Guerra Mundial.
El totalitarismo ha cumplido un proceso histórico fundamentalmente en el período comprendido entre la primera y la segunda guerra mundial, cuando se establecieron los sistemas políticos y de gobierno más característicos y de mayor intensidad en cuanto a su repercusión sobre las sociedades en que actuaron; que ulteriormente desaparecieron, ya sea porque los Estados en que existieron fueron derrotados en la Segunda Guerra Mundial o por procesos ulteriores de diversa índole.
Pero también han existido, y aún persisten, algunos sistemas políticos de fuertes componentes totalitarios, aunque no hayan llegado a los extremos de caracterizaron especialmente al nazismo alemán. En algunos casos, aunque han sido sustituídos por sistemas institucionales de tipo republicano, continúan conteniendo algunas estructuras sobrevivientes del régimen previo - como el sindicalismo corporativo o la supervivencia de organizaciones partidarias - que aún actualmente producen importantes efectos en su desenvolvimiento político e institucional.
Sin embargo, no solamente persisten las ideologías de corte totalitario que constituyen el núcleo fundamental de grupos y de partidos políticos actuales, en diversos países de lo que se denomina Occidente; sino que con diverso grado de intensidad en cuanto a sus componentes y en cuanto a sus efectos sobre las sociedades nacionales en que se hayan implantados, todavía subsisten sistemas de gobierno de clara índole totalitaria.
Principales factores del establecimiento de los sistemas totalitarios.
Entre las causas que determinaron que este tipo de regímenes aparecieran precisamente en esta época, pueden mencionarse:
La fragilidad institucional. La Primer Guerra Mundial, que había comenzado en función de las ambiciones coloniales, fue convirtiéndose en un conflicto entre dos modelos de Estados; por un lado, los Imperios absolutistas de Alemania y Austria-Hungría o Turquía, y por otro los estados democráticos encabezados por los Estados Unidos, y los países de régimen parlamentario, Inglaterra y Francia.
Los nuevos países surgidos del Tratado de Versalles - como Checoslovaquia y Polonia - y otros que vieron destruídos sus regímenes monáquicos imperiales, adoptaron un sistema republicano, siguiendo el modelo de los vencedores; en base al sufragio universal y con Constituciones que establecían Gobiernos responsables ante el Parlamento.
Pero se trataba de países prácticamente sin tradición ni estructuras políticas adecuadas para hacer funcionar eficazmente ese tipo de organización institucional.
Así, en Alemania, cayó el Imperio y surgió la República de Weimar; estableciéndose un sistema parlamentarista, para el cual prácticamente no existía experiencia ni tradición.
La inestabilidad política. Los avatares de la guerra también afectaron severamente las estructuras políticas y de gobierno de los países del continente europeo.
En Francia, si bien en definitiva integró las potencias vencedoras, sobrevino un período de grandes inestabilidades políticas.
La falta de tradiciones partidarias estables, unida a la creciente presencia de corrientes políticas doctrinariamente opuestas al sistema social y económico, provocó una gran inestabilidad institucional. Las alianzas políticas, indispensables para mantener los Gobiernos, cambiaban frecuentemente y los Gobiernos eran sucesivamente derribados ante la falta de respaldo parlamentario.
La situación social y económica prevaleciente. La Primer Guerra Mundial significó no solamente una enorme pérdida de vidas humanas, y una gran destrucción de riqueza en términos de infraestructura (caminos, puentes, fábricas, viviendas); sino una total desarticulación de las economías, especialmente en los países europeos.
A las dificultades para la reinserción en la vida económica de los veteranos de la guerra que retornaban del frente, se agregó la falta de empleos resultante de la destrucción de las estructura productivas. En los países derrotados, se sufría la pérdida de buena parte de sus territorios económicamente más valiosos y la enorme carga de las reparaciones de guerra; pero los vencedores europeos también habían quedado fuertemente endeudados por los abastecimientos y armamentos recibidos de los EE.UU.
La economía había estado sujeta a un gran control estatal durante la guerra; pero la reconversión económica se tradujo en grandes dificultades monetarias y financieras. Se produjo un gran empuje inflacionario que se tradujo en una enorme elevación de los precios de los productos de consumo, los que se triplicaron en poco tiempo.
Por lo tanto, grandes masas de población tuvieron que vivir en condiciones sumamente carenciadas, escasas de alimentos, y faltas de toda perspectiva de mejoramiento.
La depresión económica generó importantes agitaciones políticas y sociales por parte de las tendencias políticas revolucionarias. Al desarrollo de esas corrientes apoyadas por la U.R.S.S. a través de la Internacional Comunista, se agregó la propensión de algunos partidos a participar con ellos en los llamados “frentes populares”, táctica de alianzas propiciadas por los comunistas y socialistas para tratar primero de alcanzar el poder en forma compartida, y luego ejercerlo exclusivamente en vista de sus propios fines políticos.
En 1919 y 1920, se produjeron en varios países importantes huelgas de ferroviarios, mineros, siderúrgicos; las que determinaron la intervención de las fuerzas policiales y militares. La creciente expansión de organizaciones sindicales dominadas por dirigentes de ideología socialista y comunista - que invocaban el modelo del sistema soviético de la U.R.S.S. - introdujo en las sociedades europeas una gran aprensión por la posibilidad de que se establecieran regímenes similares al imperante en Rusia; e inclinó a muchos sectores a apoyar a los movimientos fuertemente nacionalistas que proponían un Estado fuerte institucional y económicamente.
Eso propició la aparición de regímenes fuertemente autoritarios, sobre todo en aquellos países en que el sistema liberal parlamentario tenía poca tradición; los que fueron apoyados por los sectores que veían amenazada la seguridad de sus propiedades o los valores nacionales y religiosos tradicionales; así como por los sectores más intensamente nacionalistas. Es un hecho dificilmente negable que, al menos en sus primeros momentos, algunos de los regímenes totalitarios de Europa occidental, despertaron gran entusiasmo en sus países.
En la década de 1920, se instalaron regímenes de ese tipo en Italia, Portugal, Rumania, Polonia, Letonia y Yugoslavia. En los años de la decada de 1930, aparecieron estos regímenes en Grecia y Bulgaria y Alemania. Entretanto, en Francia y en España los gobiernos republicanos atravesaban toda clase de vicisitudes políticas, que evidenciaban el sostenido proceso de toma de sus instituciones por los partidos socialistas y comunistas, en muchos casos abiertamente apoyados por la U.R.S.S.
La Gran Depresión de 1929, si bien surgió una década después de terminada la Gran Guerra, tuvo efectos muy importantes en las todavía maltrechas economías europeas.
El hundimiento de la economía norteamericana produjo importantes consecuencias en todos los países vinculados a los EE.UU. en el plano económico o financiero. Los movimientos de capitales norteamericanos, que retornaron hacia los EE.UU., privaron a Europa de las fuentes de financiamiento de su reconstrucción.
Enumeración de los principales regímenes de gobierno de rasgos totalitarios.
Como se señalara antes, no todos los regímenes de gobierno totalitario que han existido históricamente presentaron identidad total de caracteres y concepciones ideológicas o políticas; ni tuvieron todos los elementos caracterizantes, o en el mismo grado de intensidad.
Así como todos ellos han llegado a establecerse a través de un proceso de conquista del poder y de ulterior consolidación de su sistema; en este último aspecto no todos llegaron a completar ese proceso antes de ser eliminados o sustituídos.
Además de eso, en muchos casos el componente ideológico ha tenido una importancia secundaria. A menudo ha surgido con posterioridad al establecimiento político del sistema, como un instrumento más de su afianzamiento y, sobre todo, de captación de adhesión; pero no se concretó mayormente en realizaciones de hecho.
La circunstancia de que el fascismo italiano haya sido cronológicamente el primero de los sistemas totalitarios de gobierno establecidos en los países europeos occidentales de la primer postguerra mundial, y que desarrolló una concepción teórica propia de carácter no marxista, determinó que otros sistemas totalitarios - y también algunas corrientes políticas que lo propiciaban - utilizaran sus concepciones.
En otros casos, algunos regímenes políticos altamente personalistas, movidos por determinantes de movilización social hacia la modernización o que adoptaron esos fines como carta de presentación política, también utilizaron el recurso a invocar una ideología cuyos orígenes en las concepciones planteadas por el fascismo italiano no son difíciles de rastrear. Así llegó a ocurrir en algunos países latinoamericanos desde mediados de la década de 1930 y aún en la de 1940, incluso luego que los principales totalitarismos iniciales hubieran sido expulsados de sus países a raíz de la derrota en la II Guerra Mundial.
En otro aspecto, si en todos ellos estuvo siempre presente el componente de un grupo político fuertemente liderado por un individuo dotado de importante atracción sobre grandes componentes de la sociedad - frecuentemente apoyado en la demagogia populista - y en todos ellos ha existido un fuerte componente de restricción de las libertades políticas; no siempre han llegado a importantes extremos en cuanto a la persecusión sistemática de grupos raciales, económicos o nacionales, ni en cuanto a la extensión del encuadramiento político o el uso sistemático de movilizaciones masivas compulsivas y de una gran parafernalia simbolista. Aunque, de todos modos, asumieron caracteres totalitarios como la restricción de las libertades políticas básicas, la coacción y amenaza de violencia sobre los opositores, la tolerancia complaciente en acciones sociales tales como las ocupaciones de tierras, viviendas urbanas y plantas fabriles; y similares.
Debe tenerse en cuenta que, en las últimas décadas, la difusión de un medio de comunicación masiva tan penetrante e influyente como la televisión, así como ha incidido positivamente en la disponibilidad de vasta información por parte del público en los países republicanos liberales, ha permitido a las organizaciones de índole totalitaria difundir sus prédicas aún en ese ambiente democrático. Y, del mismo modo, cuando fuerzas de concepción totalitaria han alcanzado el poder, la televisión siempre es uno de sus instrumentos principales de imposición y consolidación de sus regímenes; lo que ha reducido bastante el recurso a las demostraciones masivas, aunque subsisten en algunos sistemas, como el cubano.
Si bien el período de surgimiento de los principales y más fuertemente típicos sistemas de gobierno totalitario tuvo lugar en la primer postguerra mundial, y algunos de ellos cayeron a consecuencia de la derrota sufrida en la II Guerra Mundial; ello no obstó a que persistieran regímenes anteriores - como el caso principal de la U.R.S.S. y del franquismo español - ni a que concomitante o posteriormente a la II Guerra Mundial igualmente se hayan establecido regímenes fuertemente teñidos de caracteres totalitarios, afines al fascismo italiano o al comunismo soviético, especialmente en América Latina.
Del mismo modo, aún luego de la caída de la U.R.S.S., subsisten en el mundo corrientes ideológicas marxistas y sus agrupamientos políticos, que actúan en los países de democracia liberal y aspiran a alcanzar el poder por medios electorales — algunos luego de haber fracasado en obtenerlo por medios violentos — cuyas concepciones políticas están intensamente impregnadas de los elementos característicos de los totalitarismos; como fácilmente se advierte al examinar los expuestos inicialmente.
Entre los regímenes históricos de caracteres totalitarios - con variable grado de intensidad y duración - cabe mencionar:
El régimen comunista de la U.R.S.S. implantado con la revolución rusa de 1917 y extinguido con la llamada “implosión” y disolución de la U.R.S.S. el 21 de diciembre de 1991.
Habiendo sido sin lugar a dudas el primer régimen totalitario moderno establecido, quedó bastante fuera de un enfoque especialmente atento a esa condición; principalmente debido a que transcurrieron bastantes años hasta que se manifestó plenamente en ese aspecto, y a que por su propia característica - así como por el relativo desconocimiento que siempre existió acerca de las realidades imperantes en la lejana Rusia - consiguió ocultar al mundo buena parte de sus peores realidades.
Por otra parte, la existencia en los países europeos de movimientos políticos afines al marxismo, llevó a que se idealizara ampliamente su sistema; y aún a que se ocultaran deliberadamente al público sus aspectos más cuestionables.
El régimen fascista italiano de Mussolini, establecido en 1922 y finalizado con la derrota de Italia en la Segunda Guerra Mundial.
Habiendo sido cronológicamente el primer sistema de gobierno totalitario antimarxista, de una orientación esencialmente pragmática, ha sido tomado en cierto modo como el paradigma de los totalitarismos; a pesar de que es indudable que no ha sido el fascismo italiano, sino el nazismo alemán, el régimen que extremó el modelo totalitario.
Sin embargo, a pesar de su inicial implantación esencialmente práctica, el fascismo fue el sistema totalitario que dio origen a mayores desarrollos teóricos e ideológicos - fuera del marxismo y sus derivaciones; por lo cual en gran medida ha sido el proveedor de esos contenidos a otros regímenes posteriores, especialmente al falangismo español, al peronismo argentino y a los corporativismos portugués y brasileño.
La concepción corporativista, por contraposición a la estructura soviética de la U.R.S.S. y al concepto de representación política de las democracias liberales, ha constituído sin duda un componente muy característico del régimen fascista y de sus homólogos.
El III Reich alemán establecido en 1933 con el ascenso de Hitler al cargo de Canciller, y extinguido con la derrota de Alemania en la Segunda Guerra Mundial.
Sin duda el régimen totalitario más fuerte y más extremo en su aplicación práctica, careció en general de una componente doctrinaria original; salvo en uno de sus aspectos más siniestros, el racismo antijudío.
Las atrocidades cometidas por el régimen nazi ya antes de la iniciación de la II Guerra Mundial, y las que tuvieron lugar durante ella, suscitaron un rechazo sumamente intenso a su respecto; que ha llevado incluso a que no se hayan analizado detenidamente, con propósitos de estudio objetivo, muchos de sus elementos.
El régimen falangista español del Gral. Francisco Franco, establecido a consecuencia de la guerra civil española y finalizado a su muerte, con la restauración del Reino de España dotado de un sistema constitucional democrático y parlamentario.
Producto de una mezcla de concepciones políticas y sociales, el franquismo tuvo una ideología no solamente inspirada en los desarrollos teóricos del fascismo italiano sino también imbuída de elementos de origen confesional católico, el falangismo; cuyo principal exponente fue José Antonio Primo de Rivera.
A pesar de la intensa participación en la guerra civil española de las potencias totalitarias contrapuestas de la U.R.S.S., Alemania e Italia, al haber logrado el Gral. Franco mantenerse relativamente alejado de la II Guerra Mundial, condujo a una progresiva atenuación de los componentes totalitarios de su régimen. Luego de un período de algo menos de una década del fin de la guerra, logró insertarse en la comunidad internacional, y operó un gradual encauzamiento de un proceso de restauración de la monarquía constitucional y parlamentaria, que ha permitido a España, actualmente, formar parte de las modernas naciones democrático-liberales.
Los regímenes de las “democracias populares” establecidos en los países de Europa oriental (Alemania Oriental, Polonia, Checoslovaquia, Hungría, Bulgaria), al término de la Segunda Guerra Mundial, bajo la égida de la U.R.S.S.
Implantados en los países cuya liberación del dominio del nazismo alemán fue efectuado por el Ejército Rojo de la U.R.S.S., se siguió en casi todos ellos un procedimiento político similar. Las fuerzas soviéticas ocupantes favorecieron inicialmente el establecimiento de gobiernos provisionales con participación de todos los movimientos de resistencia a la ocupación nazi de base patriótica y nacionalista; pero otorgando a los comunistas las posiciones clave en las fuerzas policiales. Éstos crearon rapidamente organismos de represión política de la oposición al comunismo, con la excusa de castigar a los colaboracionistas con los nazis; para finalmente tomar el poder, ya fuera por vía electoral o mediante un golpe de Estado apoyado por la U.R.S.S.
El régimen comunista yugoeslavo del Mariscal Tito, establecido luego de la Segunda Guerra Mundial y finalizado con su muerte.
Habiendo sido un indiscutido líder guerrillero de filiación comunista bajo la ocupación alemana, el Mariscal Tito desafió tempranamente el predominio soviético en Yugoslavia, estableciendo un sistema económico que fue denominado como “autogestionario”. En base a las condiciones de equilibrio internacional de la guerra fría, logró mantenerse al margen de las represiones militares que la U.R.S.S. aplicó a los intentos liberalizadores en Hungría, Alemania Oriental y Checoslovaquia.
El régimen comunista chino establecido con el triunfo de Mao Tsé Tung en la guerra civil china, al término de la Segunda Guerra Mundial, y que aún perdura.
El régimen implantado por Mao en China continental fue en su momento más ortodoxamente marxista que el de la propia Unión Soviética; habiendo realizado procesos como la “revolución cultural” que tuvieron características enormemente sangrientas.
A pesar de que Mao constituyó durante décadas un paradigma para los comunistas más extremados, a su muerte China continental ha ido evolucionando hacia un modelo que, siendo igualmente totalitario, ha admitido ciertos cambios en su sistema económico, dirigidos especialmente a obtener inversiones externas y transferencias de tecnología habilitantes de la producción de mercaderías de exportación de alto valor agregado a bajos costos, como un medio de obtener una importante fuente de ingresos a través del comercio mundial.
miércoles, 4 de junio de 2008
"LOS TOTALITARISMOS" por Darío Yancán
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FILOSOFÍA POLÍTICA,
HISTORIA,
POLÍTICA
Publicado por DARÍO YANCÁN en 1:42
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