martes, 8 de abril de 2008

"EL USO DE LAS MADRES" por Jorge Fontevecchia





Desde el inicio del gobierno de Kirchner, repetidas veces escribí para elogiar su voluntad por concluir la tarea que comenzó y dejó trunca Alfonsín de enjuiciar y condenar a todos los responsables por la desaparición, asesinato y apropiación de personas durante la última dictadura.
Percibí que el kirchnerismo utilizaba esta causa para ganar popularidad, y a veces esconder sus flaquezas en otros campos. Pero jamás pesó en mi ánimo esa manipulación más que el hecho de que la causa fuera justa.
No simpaticé con las opiniones de Hebe de Bonafini sobre diversos temas que no tenían estrictamente que ver con la desaparición, asesinato y apropiación de personas durante la dictadura. Pero nunca pesaron en mi ánimo sus declaraciones, a veces hasta aberrantes, más que la lucha que encarnó.
Hebe de Bonafini simpatizó aún menos con las defensas que las publicaciones de Editorial Perfil hacen del texto original del informe de la Conadep, donde también se critica a la guerrilla, y personalmente, junto con Robert Cox, fui criticado por llamar terroristas a quienes desde Montoneros o el ERP dispararon contra otras personas. Pero nunca pesó en mi ánimo mi aversión a cualquier guerrilla más que la emoción que siempre me produjeron esas frágiles mujeres que nunca claudicaron.
Tampoco coincidí con el uso que se hacía de la denominación Madres de Plaza de Mayo para tareas poco y nada relacionadas con su esencia, como la construcción de viviendas con fondos del Estado, con el riesgo de que alguien de su organización –no una Madre–, corrompido por la utilización que hace de la caja el oficialismo para cooptar voluntades, hiriera el legado sin manchas que ellas deben dejar en la historia. Pero nunca pesó en mi ánimo ese excesivo deseo de protagonismo de alguna de las Madres de Plaza de Mayo más que mi admiración por aquella gesta de 345 jueves manifestando solas frente a la Casa Rosada durante la dictadura.
Pero por primera vez, este martes pasado, algo pesó más en mi ánimo. El discurso de Cristina Kirchner llamando golpistas a quienes habían manifestado en contra de las retenciones o apoyaron esa protesta con cacerolas, teniendo como escolta en el escenario a las Madres de Plaza de Mayo me generó aprensiones que ya ningún otro sentimiento positivo logró aplacar.
Al Gobierno se le cayó una máscara. Carcomió la sinceridad de su sentimiento por el drama que las Madres de Plaza de Mayo representan. ¿Las seducen para poder usarlas de inviolable escudo ético ante cualquier ataque que el Gobierno reciba? ¿Por qué aceptó Cristina Kirchner que Hebe de Bonafini le entregue su pañuelo personal justo ese día, justo en ese acto? ¿Todos los que estén contra las medidas de la Presidenta están contra las Madres de Plaza de Mayo?
Fue triste ver al Gobierno dispuesto a utilizar los más nobles símbolos para pegar los más bajos golpes. Y que al verse amenazado, no repare en confundir, manipular y abusar de los buenos sentimientos de las personas con su ensalada retórica.
La semana anterior, en la Plaza de Mayo, pude palpar el combo de esa confusión: primero me agredieron los partidarios de D’Elía y pocos instantes después me insultó la diputada Victoria Donda, del Frente para la Victoria, la primera nieta de desaparecidos que llega al Congreso. Horas más tarde, D’Elía, en el clímax de su alegría por haber desalojado los cacerolazos, argumentó: “La Plaza es de las Madres de Plaza de Mayo”.
Conté que no sabía quién era Victoria Donda hasta la mañana siguiente, cuando hablé con ella por teléfono: me pidió disculpas porque la noche anterior estaba emocionalmente conmovida y combinamos encontrarnos al día siguiente en la editorial, para intercambiar experiencias sobre las consecuencias que la dictadura tuvo para nuestras vidas y plasmarlo en un reportaje.
Lo que no conté es que ese día, a la noche, llamó el jefe de prensa de la diputada para avisar que cancelaba el encuentro. Imaginé lo que había sucedido: esa tarde, Victoria Donda apareció fotografiada en la Casa Rosada, como lo ilustra la imagen de esta página. Pedí a la redacción que trataran de encontrarla en los actos en que participaría al día siguiente y le pasaran un celular para poder hablar con ella. Así fue, y la diputada pudo explicarme que se iba a Córdoba a un acto oficial que no estaba planificado, pero prometió a su regreso llamarme y encontrarnos esta misma semana. No llamó, y el miércoles la redacción repitió el operativo hasta encontrarla: “Ahora no, me aconsejaron que no lo hiciera, más adelante quizá sí”, dijo Victoria Donda.
El día anterior, cuando tras su discurso Cristina recibió el pañuelo de Bonafini y luego agradeció al puñado de Madres y Abuelas de Plaza de Mayo que la acompañaban, estaba la diputada Donda. A pesar de haberme insultado, por la conversación que pude mantener telefónicamente con ella, me quedó la impresión de ser una persona bienintencionada a la que el Gobierno manipula, confunde y usa. Cuando hablé por teléfono, le dije: “No tenés nada de qué disculparte, vos también sos víctima de la confusión que crea este falso enfrentamiento”.
Estoy seguro de que algún día podré repasar con Victoria Donda lo hecho en la dictadura, y que su opinión no será la misma que hoy le inculcan desde el Gobierno. Pero la herida que el kirchnerismo dejó al usar a las Madres para acusar de golpistas a todos los que no lo apoyan no se reparará en un encuentro.

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